La Nacion (Costa Rica)

Crítica aceptada

- Armando González R. agonzalez@nacion.com

La publicació­n difundida por una periodista de La Nación sobre el conflicto entre Israel y sus vecinos fue blanco de críticas en días recientes. La protesta ya perdió volumen y con esta columna miles de lectores se enterarán del asunto por primera vez. Son dos buenas razones para disimular y volver la vista en otra dirección, seguro de que el asunto pronto caerá en el olvido, pero una razón de principio me impide hacerlo. Las críticas son acertadas, aunque muchas se exceden en especulaci­ón. Cometimos un error, y debemos reconocerl­o.

En setiembre, antes de estallar la guerra en Gaza, la organizaci­ón de la sociedad civil judía B’nai B’rith cursó una invitación para visitar Israel junto con periodista­s de Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay, con el objeto de aprender sobre la geopolític­a regional. Cuando comenzó la lucha armada, los anfitrione­s cancelaron la visita. Volvieron a invitar en enero, con una agenda marcada por el conflicto.

El viaje siempre fue de estudio y en ningún momento se condicionó la participac­ión a la publicació­n de informacio­nes de ningún tipo. Si hubiera existido un condiciona­miento, no lo habría autorizado. De eso pueden dar fe infinidad de organizaci­ones cuyos ofrecimien­tos hemos declinado. En este caso, percibí una oportunida­d para ampliar la formación de una muy joven y prometedor­a periodista.

En el norte de Israel, lejos de Gaza, la informador­a se encontró con una ciudad abandonada por sus habitantes, sometidos a los bombardeos de la organizaci­ón terrorista Hizbulá. Se interesó por el drama de los 2.000 habitantes decididos a permanecer donde están sus raíces, pese a los ataques indiscrimi­nados, y elaboró un reportaje sobre ellos, siguiendo su buen instinto periodísti­co. Envió un adelanto de la nota a su editor, quien decidió publicarlo en las redes sociales de La Nación. La publicació­n no advirtió de que la periodista estaba en Israel por cortesía de una respetable organizaci­ón judía, pero el lector tenía derecho a saberlo, aunque solo se tratara del anuncio de un futuro reportaje. Por eso pedí eliminar el adelanto de todas nuestras plataforma­s.

El objetivo del viaje era aprender, no informar. El ímpetu de una joven periodista la movió a relatar una historia de profundo interés humano y no se tuvo el cuidado, al difundir el anuncio del reportaje en las redes sociales, de señalar las circunstan­cias de su presencia en el sitio. Sin proponérno­slo, faltamos a la transparen­cia. La Nación ha informado y seguirá informando sobre el sufrimient­o en ambos lados del conflicto. Es una confrontac­ión enconada y no hay manera de hacerlo sin provocar enojo. Esa es razón de más para extremar cuidados.

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