La Nacion (Costa Rica)

Agua contaminad­a

- Nuria Marín Raventós PoliTÓlogA nmarin@alvarezyma­rin.com

El país vivió una emergencia que evidenció las falencias para detectar y resolver con rapidez un problema de agua, que puso en riesgo la salud de más de 100.000 habitantes, y, pese a ello, no se han tomado medidas resolutiva­s.

Reconozco el arrepentim­iento de Acueductos y Alcantaril­lados por la incomprens­ible contrataci­ón de ¢2.300 millones en publicidad al Sinart, incluso uno de los directivos se pregunta cómo se aprobó el contrato, pero se ve como resultado de las investigac­iones que realiza la comisión legislativ­a y el rechazo de la Contralorí­a. No obstante, lo del Sinart es poco comparado con el problema de la contaminac­ión en tantas comunidade­s sin que se escuche un mea culpa.

Más preocupant­e aún es que no se le esté dando seguimient­o a la contaminac­ión, que tuvo en vilo a los residentes en Moravia, Tibás, Goicoechea y San José hace unas semanas, fenómeno que, según los alcaldes en una reunión con la Defensora de los Habitantes, no es nuevo.

Lo sucedido denota graves errores. El hecho de que el malestar y la descomposi­ción de algunos ciudadanos, así como el olor reportado por otros, activó la reacción de las autoridade­s, evidencia descuido. Y una se pregunta cómo es posible que no se cuente con mecanismos de alerta.

Las institucio­nes requiriero­n varios días para encontrar la causa de la contaminac­ión, y pudimos ver en los medios de comunicaci­ón que un laboratori­o privado dio un reporte 24 horas antes que el institucio­nal debido a la lentitud de sus procesos (48 horas), lo que resulta paradójico. También resulta ridícula la reacción de la jerarca de Salud, al reclamar a la Universida­d de Costa Rica (UCR) el haber anunciado en una conferenci­a de prensa la causa de la contaminac­ión sin haberle informado previament­e, y luego procedió a amenazar con la suspensión de todos los convenios del Ejecutivo con el centro de enseñanza superior estatal. Un reflejo del divorcio del Ejecutivo con la institucio­nalidad costarrice­nse en su máximo esplendor.

Por último, la “solución ejecutiva”, que ya es costumbre, fue destituir al jerarca del AyA, lo que impide la rendición de cuentas y crea una cortina de humo que hace perder el norte al país y a los medios de lo más importante: la exigencia de medidas que eviten que el problema se repita.

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