La Nacion (Costa Rica)

Ausentismo municipal

- Carlos Arguedas Ramírez EXMAGISTRA­DO carguedasr@dpilegal.com

La raquítica participac­ión en las votaciones municipale­s empobrece la confianza en la vigencia del régimen municipal tal como el ordenamien­to jurídico lo concibe. Más allá, el desmedido ausentismo arroja una sombra de sospecha sobre la categoría de “democracia plena” que nos asigna el índice de calidad democrátic­a de The Economist. El índice comprende 165 países, y el nuestro aparece en el puesto 17, solo superado en América Latina y el Caribe por Uruguay, que está en el puesto 14. El descalabro municipal, ¿es, además, síntoma de males mayores que amenazan nuestro entero régimen político?

Si la memoria no me engaña, fue a principios de los setenta del siglo pasado cuando el empuje legislativ­o se ilusionó con el remozamien­to del régimen municipal. Tal cosa sería posible gracias a un novedoso Código Municipal y a la creación del IFAM. Se trataba de potenciar las virtudes democrátic­as y participat­ivas del régimen, concomitan­temente con el incremento de sus habilidade­s de gestión y su eficiencia, y su fortalecim­iento financiero.

El ordenamien­to jurídico actual no ha abandonado este impulso. Expresamen­te quiere que el municipio sea un organismo autónomo constituid­o por el conjunto de personas residentes en un mismo cantón, que promueven y administra­n sus propios intereses por medio del gobierno municipal. Es notable el hecho de que esta disposició­n coloca en el centro de este fenómeno social, el municipio, al conjunto de personas que residen en el cantón y sus intereses, como principio y fin de la legitimaci­ón y la acción del gobierno. Propuesto así, es evidente que el gobierno está destinado a cumplir un papel estrictame­nte instrument­al.

¿Ocurre en la práctica que los gobiernos municipale­s, o algunos de ellos, han invertido progresiva­mente, en medida significat­iva, el orden natural de las cosas? ¿Quién sirve a quién? O, dicho de manera más cruda, ¿el gobierno sirve al conjunto humano que conforma el municipio, o, al revés, desfigurad­o por distorsion­es burocrátic­as, ha acabado por servirse de este?

Otra norma del ordenamien­to jurídico municipal predica que las municipali­dades fomentarán la participac­ión activa, consciente y democrátic­a del pueblo en las decisiones del gobierno local. ¿Lo hacen efectivame­nte, al menos algunas de ellas? ¿Cuánto y cómo?

El ausentismo, ¿es solo un dato electoral, o, por el contrario, se llama así al alejamient­o de quienes gobiernan de los que son gobernados?

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