La Nacion (Costa Rica)

¿La gente se vuelve malcriada porque no la golpean lo suficiente?

- Pablo Chaverri Chaves aCadÉMICo del INeINa-CIde-UNa pablo.chaverri.chaves@una.cr

En un discurso público, el presidente Rodrigo Chaves culpó a su papá porque aunque le dio coyunda, no fue suficiente y por eso él seguirá siendo malcriado.

La coyunda es una correa fuerte con que se unen los bueyes. Es decir, para el mandatario, se necesitan fuertes dosis de castigo físico para mejorar el comportami­ento. ¿Es cierto que el mal comportami­ento se corrige mediante castigo físico?

De acuerdo con la investigac­ión clásica del psicólogo social Albert Bandura sobre el aprendizaj­e social, una de las formas sobresalie­ntes en que los niños aprenden es por medio de la imitación, pues tienden a repetir aquello que observan en los modelos adultos más cercanos.

Así, los niños que presencian a un adulto ejercer violencia contra otro tendrán más probabilid­ades de reproducir la agresión en sus relaciones interperso­nales.

Los niños criados en familias violentas suelen aprender que la violencia es una vía eficaz para resolver conflictos, y la utilizan en sus relaciones adultas, incluidos sus propios hijos.

Según las investigac­iones sobre la experienci­a infantil adversa, los niños que enfrentan la violencia suelen padecer más estrés y rezago en su desarrollo físico y cognitivo. El estrés tóxico en niños agredidos perjudica su sistema inmunitari­o, lo cual se asocia a una mayor prevalenci­a de enfermedad­es cardiovasc­ulares, hepatitis, cáncer de hígado, asma, enfermedad pulmonar, enfermedad­es autoinmune­s, mala salud dental y depresión.

De conformida­d con estudios neurocient­íficos recientes, el cerebro de los niños agredidos durante la infancia presenta un déficit de desarrollo estructura­l y funcional, lo cual predice un comportami­ento menos regulado y un rendimient­o escolar inferior.

Los niños castigados físicament­e y con frecuencia corren el riesgo de padecer estrés postraumát­ico e hiperactiv­idad, abusar de las drogas, caer en la delincuenc­ia juvenil, huir del hogar, ser más agresivos y desobedien­tes, o abandonar sus responsabi­lidades.

Además, es posible que sufran ansiedad, insomnio, pesadillas, déficit de atención, baja autoestima y problemas de concentrac­ión. Las regiones cerebrales que se activan cuando se experiment­a rechazo social se asemejan a las que se activan cuando se es víctima de violencia física, según investigac­iones neurocogni­tivas. Esto respalda la idea de que quien es agredido por sus padres también percibe rechazo de estos.

La declaració­n presidenci­al resulta sumamente desafortun­ada, ya que aboga por una crianza autoritari­a, violenta e irracional en una era en la que abundan pruebas que indican que el castigo físico no mejora el comportami­ento, sino que lo empeora.

Lamentable­mente, la mayoría de las familias aún creen que es una alternativ­a válida de crianza, a pesar de que está prohibida legalmente desde el 2008. ¿Queremos niños bien portados? Entonces, debemos considerar la evidencia científica, incluso costarrice­nse, que nos dice que cuando los menores se relacionan con figuras adultas confiables, estables, respetuosa­s y afectuosas, su comportami­ento será mejor.

Una investigac­ión realizada por el Instituto de Estudios Interdisci­plinarios de la Niñez y la Adolescenc­ia de la Universida­d Nacional (Ineina) en el 2018 encontró que cuando los padres se capacitan en métodos de crianza positiva, tienden a recurrir menos al castigo físico y se sienten más satisfecho­s con su labor de crianza.

En lugar de hacer una apología del castigo físico, lo convenient­e sería que el presidente refuerce los programas de educación para la crianza positiva y libre de violencia.

Una de las formas sobresalie­ntes en que los niños aprenden es por medio de la imitación

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CrÉdIto: aleJaNdro GaMboa / foto IlUstratIV­a. La coyunda es la soga con que se unen los bueyes.

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