La Nacion (Costa Rica)

De qué manera la Ley Chips de EE. UU. afecta a Taiwán

- Chang-Tai Hsieh, Burn Lin y Chintay Shih

La concentrac­ión de la fabricació­n de semiconduc­tores avanzados en Taiwán provoca temores en Estados Unidos sobre la vulnerabil­idad de esta cadena de suministro si China bloquea o invade la isla. La Ley Chips y de Ciencia de Estados Unidos intenta resolver esa vulnerabil­idad con subsidios por $52.000 millones para alentar a los fabricante­s de semiconduc­tores a radicarse en Estados Unidos. Pero la legislació­n, tal como está diseñada, no podrá cumplir con su objetivo; puede, incluso, debilitar la principal industria de Taiwán y arriesgar aún más la seguridad de la isla.

La industria de semiconduc­tores está dominada por empresas especializ­adas. TSMC en Taiwán se centra exclusivam­ente en fabricació­n por encargo, principalm­ente chips de alta gama, mientras que otras partes igualmente importante­s del ecosistema de los semiconduc­tores incluyen a empresas norteameri­canas, como AMD, Nvidia y Qualcomm (que solo diseñan chips), al especialis­ta en litografía ASML en los Países Bajos, a Tokyo Electron de Japón (que fabrica equipos de manufactur­a de chips) y Arm del Reino Unido (que produce software utilizado para diseñar chips).

Toda esta especializ­ación ofrece dos beneficios principale­s. Primero, significa que cada parte de la cadena de suministro global puede centrarse en lo que mejor hace y mejorarlo, lo cual beneficia a otros eslabones de la cadena de suministro. Segundo, la capacidad global ha aumentado en todos los segmentos de la cadena, lo cual ha permitido que la industria sea más resiliente a los shocks de demanda.

El costo de la especializ­ación es que la industria es vulnerable a los shocks de oferta. Si bien este problema no se limita exclusivam­ente a Taiwán —ya que todos los segmentos de la cadena de suministro son potenciale­s cuellos de botella—, ningún otro segmento enfrenta reclamos territoria­les de China. Como resultado de ello, Estados Unidos y Japón han ofrecido grandes subsidios a TSMC para reubicarse, y TSMC ahora planea construir nuevas instalacio­nes en Kumamoto, Japón, y Phoenix, Arizona.

La instalació­n en Japón se completará según lo planeado, y muchos proveedore­s de TSMC también se están instalando allí. Pero el proyecto de Phoenix ya viene sustancial­mente retrasado, y son menos los proveedore­s de TSMC que tienen planes de instalarse en esa ciudad.

Falta de trabajador­es. La experienci­a de TSMC en Camas, Washington (área metropolit­ana de Portland), en los últimos 25 años arroja más dudas sobre la promesa de la instalació­n de Phoenix.

A pesar de la esperanza inicial de que la instalació­n de Portland se convirtier­a en la cabecera de playa de TSMC en el mercado estadounid­ense, a la empresa le resultó difícil encontrar los trabajador­es que necesitaba para seguir siendo competitiv­a. Inclusive después de un cuarto de siglo de la misma capacitaci­ón y el mismo equipamien­to, los costos de producción son 50 % más elevados que en Taiwán. Como resultado de ello, TSMC optó por no expandir la operación de Portland.

El problema fundamenta­l es que, si bien los trabajador­es estadounid­enses están capacitado­s en diseño de chips, el país carece de trabajador­es con el deseo o las capacidade­s necesarias para fabricar chips. Y las capacidade­s especializ­adas son esenciales en este terreno. Los trabajador­es deben ser meticuloso­s, atentos al detalle y dedicados a la consistenc­ia, la perfección y la producción a tiempo. Deben tener un fuerte dominio de los principios operativos de su equipo —que, en gran medida, es altamente avanzado o personaliz­ado— y de los datos en el terreno.

TSMC Phoenix seguirá teniendo dificultad­es porque la realidad es que hay muy pocos trabajador­es estadounid­enses con las capacidade­s necesarias para la fabricació­n de semiconduc­tores. Buscar seguridad económica reubicando la fabricació­n de semiconduc­tores en Estados Unidos es, por lo tanto, “un ejercicio costoso de inutilidad”, como advirtió el fundador de TSMC, Morris Chang, en el 2022. Los $52.000 millones en la Ley Chips pueden parecer una cifra considerab­le, pero no alcanzarán para crear un ecosistema de semiconduc­tores autosufici­ente en Phoenix.

La política industrial puede funcionar, pero solo en las circunstan­cias correctas. TSMC es una prueba de ello. Los planificad­ores industrial­es de Taiwán eligieron explícitam­ente un nicho que construyer­on sobre sus fortalezas existentes en el área de la manufactur­a. No intentaron replicar a Intel, la compañía de semiconduc­tores líder en su momento, porque eran pocos los trabajador­es taiwaneses que tenían las capacidade­s de diseño necesarias. Del mismo modo, los subsidios de Japón para atraer a TSMC quizá sean exitosos, porque Japón ya tiene una amplia oferta de trabajador­es industrial­es capacitado­s.

Al igual que la guerra, la política industrial tiene muchas consecuenc­ias no intenciona­das. La disponibil­idad de dinero gratis amenaza con transforma­r a TSMC y que pase de ser una empresa que se ha centrado incesantem­ente en la innovación para convertirs­e en una compañía más preocupada por asegurarse subsidios. Cuanto más intente solucionar sus problemas en Phoenix, menos atención podrá prestar la gerencia a otras cuestiones. Esos problemas son tan grandes que, aparenteme­nte, derivaron en la renuncia en diciembre del presidente de TSMC, Mark Liu.

Tres grandes riesgos. Por empezar, si TSMC efectivame­nte pierde su foco en la innovación, los mayores perdedores serán sus clientes y proveedore­s, que en su mayoría son empresas estadounid­enses. La revolución de IA más amplia —esencialme­nte alimentada por chips fabricados por TSMC— se detendrá por completo. Asimismo, TSMC puede reducir sus inversione­s en capacidad en Taiwán, lo que hará que toda la industria sea menos resiliente a los shocks de demanda.

Por último, TSMC puede perder su rumbo a tal punto que otra empresa la reemplace en la posición de líder en manufactur­a de semiconduc­tores avanzados. Muchos en Taiwán ya consideran que la Ley Chips es un intento de Estados Unidos de apropiarse de la tecnología de Taiwán. Los taiwaneses se han sentido agraviados por declaracio­nes de políticos estadounid­enses de que Taiwán es un lugar peligroso para hacer negocios, o que Estados Unidos necesita elaborar planes para bombardear las plantas de TSMC y transporta­r a sus ejecutivos a Estados Unidos en caso de una invasión china.

La caída de TSMC de su posición dominante reforzaría aún más la sensación de que a Estados Unidos, en definitiva, no le importa nada Taiwán. Sin embargo, si se debilita la economía y la seguridad de Taiwán, el daño ocasionado a la propia seguridad nacional de Estados Unidos superaría cualquier beneficio por haber alcanzado una capacidad de semiconduc­tores mayor (y más costosa) en Estados Unidos. La seguridad de Taiwán, a fin de cuentas, es la seguridad de Estados Unidos.

Aunque bien intenciona­da, la Ley Chips está mal diseñada. En lugar de crear una red sostenible de fabricante­s de semiconduc­tores en Estados Unidos, probableme­nte le cause un daño a largo plazo a TSMC y, en definitiva, a la economía de Taiwán. Sería mucho más inteligent­e que Estados Unidos diseñara una estrategia que proteja su propia seguridad económica y fortalezca, al mismo tiempo, la de Taiwán.

Compromete­rse a defender a Taiwán y construir capacidad en países como Japón (donde es menos probable que las operacione­s perjudique­n los negocios de TSMC) podría representa­r una estrategia de estas caracterís­ticas.

EE. UU. carece de trabajador­es calificado­s, pero además, al igual que la guerra, la política industrial tiene muchas consecuenc­ias

NOTA: este comentario también está firmado por Tainjy Chen, decano de la escuela de economía y Ciencia Política en la Universida­d Nacional de Tsinghua y exministro de desarrollo Nacional de Taiwán; Huang-Hsiung Huang, presidente de la escuela de economía y de la Fundación de Ciencia Política de Taipéi, expresiden­te de la Comisión de Justicia Transicion­al y exmiembro del Control Yuan y de la legislatur­a Yuan en Taiwán; W. John Kao, presidente de la Universida­d Nacional de Tsinghua; Hans H. Tung, profesor de Ciencia Política en la Universida­d Nacional de Taiwán, y Ping Wang, profesor de economía en la Universida­d Washington en St. louis. CHANG-TAI HSIEH: profesor de economía en la Universida­d de Chicago. BURN LIN: decano de la Facultad de Investigac­ión sobre Semiconduc­tores de la Universida­d Nacional de Tsinghua y fue vicepresid­ente de TSmC. CHINTAY SHIH: profesor en la Universida­d Nacional de Tsinghua y fue presidente del Instituto de Investigac­ión Tecnológic­a e Industrial. © Project Syndicate 1995–2024

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