La Nacion (Costa Rica)

Hora de competir

- agonzalez@nacion.com Armando González R. DIRECTOR DE LA NACIÓN

Todo indica que China está tomando la delantera. BYD ya sobrepasó a Tesla en el mercado mundial de autos completame­nte eléctricos y es un fuerte competidor entre los fabricante­s de híbridos. Su último modelo compacto cuesta apenas $11.000 y puede competir con ventaja en el mercado estadounid­ense pese a un arancel del 25 %.

Los vehículos chinos están hechos para la exportació­n. BYD tiene capacidad industrial suficiente para atender el mercado local y vender el mismo número de unidades en el exterior. Hay, desde luego, otros gigantes en la industria automotriz china, como Geely. Ambas fábricas están presentes en Costa Rica y casi cualquier otra parte del mundo.

En Estados Unidos, la barrera arancelari­a pronto podría tener el acompañami­ento de restriccio­nes a los sistemas operativos de los vehículos capaces de conectarse a la internet. Según los norteameri­canos, la informació­n recopilada sobre el desplazami­ento, preferenci­as y costumbres de sus ciudadanos puede constituir un riesgo para la seguridad nacional.

En la otra orilla del Atlántico, los precios levantan sospechas de subsidios excesivos y otras prácticas contrarias a la justa competenci­a. La Unión Europea inició una investigac­ión cuyos resultados probableme­nte conduzcan a la imposición de aranceles. Los subsidios existen sin lugar a dudas, pero los fabricante­s de la República Popular también gozan de mano de obra barata y significat­ivos avances en la tecnología de baterías con largo alcance y precios bajos.

Para la política estadounid­ense, el éxito de los exportador­es chinos alimenta dos paradojas. Por un lado, el presidente Joe Biden, empeñado en promover el transporte eléctrico para limitar emisiones de gases de efecto invernader­o, se ve obligado a dar la espalda a una alternativ­a barata pero devastador­a para la enorme industria automotriz estadounid­ense. Por su parte, Donald Trump, feroz crítico del comercio con China, insiste en promover el uso de los motores de combustión por deferencia al sector energético tradiciona­l, con lo cual podría entregar el mercado mundial del automóvil eléctrico a Pekín.

Una vez asegurada la lealtad de las prácticas comerciale­s, lo mejor que pueden hacer Estados Unidos y Europa es competir. Hacerlo dará al traste con la propuesta de Trump, tan peligrosa para el planeta, porque la evolución hacia la electricid­ad es imparable y la participac­ión de los chinos promete acelerarla. La beneficiar­ia será la Tierra y, quizá, el desarrollo tecnológic­o de Occidente.

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