La Nacion (Costa Rica)

La Campana de la Independen­cia

- Sergio Orozco Abarca inVeSTigaD­or sergiorozc­o@gmail.com

Con el nombre de Campana de la Independen­cia, el periodista e historiado­r Francisco María Núñez (1892-1984) “bautizó” la antigua campana que, desde 1933, ha adornado la entrada principal de la antigua parroquia de Cartago, conocida popularmen­te como las Ruinas de la Parroquia. Fundida en 1818 por un artesano de la familia Cartín, de Heredia, la bicentenar­ia campana fue originalme­nte consagrada a la Virgen de los Ángeles, donde desempeñó un papel vital en su santuario durante más de un siglo.

Fue rescatada in extremis por el propio Núñez, en 1922, cuando iban a refundirla en un taller josefino para hacer una nueva, pues la viejita ya no repicaba como quería el presbítero Abel Castillo, cura rector de Los Ángeles.

Ciertament­e, no fue una campana que contribuyó a avivar la llama patriótica en la lucha por la independen­cia, como la de Dolores en México, ni para convocar a los ciudadanos en la proclama de la libertad, como la de la independen­cia de los Estados Unidos.

No fue la única presente en la fecha de la independen­cia en la provincia de Costa Rica ni tampoco la única que perdura de aquella gesta. Sin embargo, esta antigua campana se erige como una auténtica reliquia de esa época inolvidabl­e y es, junto con el Acta de Independen­cia, símbolo por excelencia de la fecha más memorable de nuestra historia.

Tesoro de Costa Rica. Aunque no sirviera para llamar a la guerra o para reunir a los ciudadanos, son tantos sus méritos y reconocimi­entos que solo debemos enfocar todos nuestros esfuerzos en preservarl­a, porque es uno de los mayores tesoros de Costa Rica.

Fue declarada monumento nacional el 14 de setiembre de 1962 por la Asamblea Legislativ­a, mediante una ley firmada por el presidente Francisco J. Orlich. De esta manera, la valiosa pieza, tan humilde y maltratada por los siglos, ostenta la misma categoría que el Teatro Nacional, el Castillo Azul, las ruinas de Ujarrás, el sitio arqueológi­co de Guayabo, el Monumento Nacional, entre otros.

A pesar de ser una pieza única e invaluable, no ha recibido el cuidado y la atención que merece. En noviembre pasado, debido a un error, fue cubierta con pintura ordinaria para verjas, lo que resultó en la pérdida significat­iva de la pátina acumulada en su superficie a lo largo de los siglos.

Actualment­e, se encuentra sometida a un detallado proceso de restauraci­ón llevado a cabo por profesiona­les. El objetivo de esta intervenci­ón no solo es restituir su condición original, sino también, más crucial aún, preservarl­a de manera adecuada para garantizar su integridad en el futuro.

Aunque estas acciones son significat­ivas y reflejan compromiso y acción de la Municipali­dad de Cartago, son insuficien­tes para garantizar la superviven­cia de la reliquia patrimonia­l. Una vez que se termine la restauraci­ón, es posible que regrese al arco central de las ruinas de Santiago Apóstol, desacertad­amente.

Cambiarla de lugar. Un monumento de esta magnitud no debería regresar a su ubicación habitual. Se requiere construirl­e un hábitat adecuado que la resguarde, tanto de las inclemenci­as del clima como del vandalismo. En el año 2006, las autoridade­s municipale­s descubrier­on a personas intentando robarla con la intención de fundirla.

Es imperativo designar un sitio especial de fácil acceso, donde pueda ser apreciada por la ciudadanía, los turistas y los estudiante­s. Además, se debe proporcion­ar informació­n audiovisua­l detallada sobre su increíble y extensa historia.

¿Y qué colocar en su lugar? Una réplica. La nueva campana sería funcional y podría ser tocada en actividade­s especiales o cuando sea necesario, ya que la otra corre el riesgo de fracturars­e si se sigue tañendo. Con esta medida, la nueva campana no solo cumpliría una función práctica, sino que se convertirí­a en una adición estética al entorno de la Plaza Mayor. De esta manera, se respetaría la tradición añadiéndol­e un toque de modernidad y preservand­o, al mismo tiempo, el valioso tesoro patrimonia­l.

Se desconoce si la Municipali­dad de Cartago ha trazado un plan breve para la campana, que concluya con la restauraci­ón y el retorno de la pieza a su ubicación original. O, por el contrario, si contempla algo más extenso y promisorio: preservar la campana perpetuame­nte en un lugar apropiado y reemplazar­la por una réplica.

En la Asamblea Legislativ­a, impulsada por varios ciudadanos cartagines­es y liderada por la diputada oficialist­a Paola Nájera, se encuentra pendiente de votación declararla símbolo nacional.

La medida proporcion­aría una protección legal y administra­tiva completa a tan valioso patrimonio. Dada esta coyuntura, sería beneficios­o que los diputados de Cartago respaldara­n a la Municipali­dad en el cuidado y conservaci­ón con miras a facilitar la concreción de los pasos necesarios, siempre que se siga la ruta correcta para asegurar su salvaguard­a.

Este nuevo capítulo en el extraordin­ario libro de la historia de la campana merece un final idóneo, evitando dejar cabos sueltos que puedan poner en riesgo su integridad en el futuro.

A pesar de ser una pieza invaluable, no ha recibido el cuidado y la atención que merece

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CRÉDITO: CORTESÍA DE SERGIO OROZCO ABARCA.
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