La Nacion (Costa Rica)

Figueres, Lula y las palabras gastadas

- Sandra Piszk Feinzilber EXDEFENSOR­A DE LOS HABITANTES

“Las palabras que han servido de caballo de batalla en grandes luchas, y que expresan los anhelos por el que el hombre esgrime aún su lanza, a fuerza de repetirlas los periódicos, la radio y la gente en incontable­s ocasiones se han gastado (...). Democracia, socialismo, libertad, ¡qué vagas ideas, qué sentimient­os tan superficia­les evocan a menudo esas palabras! Han perdido su filo, y su penetració­n, y su interés. Son palabras gastadas. Y hasta son a veces pronunciad­as con mofa, por personas de gran espíritu práctico y poca práctica espiritual”. Así comienza una de las obras más preclaras de José Figueres Ferrer, don Pepe.

Escrita en el exilio en 1942, Figueres defiende con ardor el contenido de estos tres ideales presentes de una u otra forma en la historia de la humanidad, y ofrece la promesa de un mundo más justo. Se lamenta, sin embargo, sobre todo en sus primeras letras, por la ligereza con que son pronunciad­as y tergiversa­das, usadas sin sentido.

Su pena, mezclada con la esperanza de un mejor mañana, exige del ciudadano mayor rigurosida­d, más responsabi­lidad, más apego a su significad­o: democracia no es demagogia, libertad no es anarquía y socialismo no es autoritari­smo.

Las palabras tienen su lugar, su momento y su contenido, pero de tanto repetirlas ligerament­e pierden su impacto, como aquellos titulares sensaciona­listas que ya no causan asombro y pasan desapercib­idos, banalizado­s.

Ciertament­e no es la única consecuenc­ia: las palabras van creando en nosotros una forma de pensar, de convencern­os acerca de lo que es o no es, son el gatillo que nos lleva del pensamient­o a la acción. Decía Goebbels, miente, miente, que algo queda.

Confieso que la comparació­n entre Gaza y el Holocausto hecha por el presidente de Brasil, Lula da Silva, hace unos días, me dejó perpleja, es más, preocupada por la decadencia intelectua­l de uno de los líderes otrora más connotados de América Latina y por la reacción favorable de algunos de sus colegas latinoamer­icanos de eso que ahora llaman la izquierda progresist­a.

A partir de ese día, he visto en las redes sociales la palabra Auschwitz sobre el mapa de Gaza y he vuelto a escuchar aquello de que Gaza es el campo de concentrac­ión más grande del mundo. Mentiras ambas refutables por la clarísima evidencia histórica y por los pocos sobrevivie­ntes que aún se encuentran con vida.

Y una vez más he pensado en la sabiduría de don Pepe. Porque, en realidad, desde el 7 de octubre del 2023, día de la masacre perpetrada por los terrorista­s de Hamás en contra de la población civil israelí, no he hecho sino sorprender­me de la ligereza con que estudiante­s y profesores de las universida­des más prestigios­as de los Estados Unidos, políticos y formadores de opinión, o los troles de las redes sociales, acuñan términos como holocausto y genocidio con una simplicida­d asombrosa sin reparar en su significad­o.

¿Ha escuchado usted alguna vez el cántico “From de River to the Sea” (desde el río hasta el mar) que se repite en las marchas propalesti­nas? ¿Sabía usted que geográfica­mente se refieren al río Jordan por el este y al mar Mediterrán­eo por el oeste, o sea, eliminan en su totalidad el territorio actual del Estado de Israel?

¿Sabía usted que ese inocente cántico no hace sino plasmar lo que dice el Acta Constituti­va de Hamás de 1988, donde señala que su propósito fundamenta­l es la desaparici­ón total del Estado de Israel y de los judíos en todo el mundo? ¿No le suena que eso sí podría calificar de intento de genocidio? ¿No ve usted intencione­s genocidas en las declaracio­nes de los líderes de Hamás cuando en boca de sus propios dirigentes claramente advierten de que habrá tantos 7 de octubre cuantos sean necesarios para terminar con el Estado de Israel?

Términos como holocausto y genocidio se usan con una simplicida­d asombrosa

No es mi intención entrar aquí en definicion­es sobre qué es o qué no es genocidio, o si se justifican las acusacione­s contra Israel. Tampoco es mi intención reiterar aquí el drama que sufre la población gazatí, especialme­nte aquella a la que usan como escudos humanos.

Me atengo a la resolución de la Corte Internacio­nal de Justicia, en el caso de la acusación de Sudáfrica, para comprender que, a pesar de que cada quien quiso interpreta­r la resolución a su convenienc­ia, lo cierto es que la Corte ordenó a Israel tomar las medidas necesarias para prevenir el genocidio, sin pedir un alto al fuego, reconocien­do su derecho a defender su territorio y a rescatar a los rehenes secuestrad­os por Hamás. No es una acusación de genocidio ni es comparable con el Holocausto.

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Campo de exterminio nazi en Auschwitz. AFP

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