La Nacion (Costa Rica)

¿Será EE. UU. el motor de la economía global este año?

Hay tres grandes preguntas de las que dependerá que la economía estadounid­ense pueda impulsar el crecimient­o mundial en el 2024

- Mohamed A. El-Erian ECONOMISTA MOHAMED EL-ERIAN: rector del Queens’ College en la universida­d de Cambridge, es profesor en la escuela Wharton de la universida­d de Pensilvani­a. © Project syndicate 1995–2024

Lo que sucede en Estados Unidos no se queda en Estados Unidos. La economía global depende de este país como principal motor de crecimient­o; y los mercados financiero­s internacio­nales dependen del desmesurad­o apetito de riesgo de los inversioni­stas estadounid­enses.

Fue muy evidente en el 2023, cuando grandes economías como Japón y el Reino Unido entraron en recesión, Alemania evitó una por muy poco y China tuvo que lidiar con obstáculos contra el crecimient­o y sectores con un alto grado de endeudamie­nto. Pero hay tres grandes preguntas de las que dependerá que la economía estadounid­ense pueda impulsar el crecimient­o mundial en el 2024.

En primer lugar, ¿podrá mantener el ritmo de crecimient­o actual y lograr un aterrizaje extrasuave? En segundo lugar, ¿conservará la resilienci­a en un contexto de división política interna e incertidum­bre geopolític­a en todo el mundo? Por último, ¿conseguirá­n los inversioni­stas liquidez suficiente para refinancia­r las deudas que acumularon durante la era de tipos de interés artificial­mente bajos e inyeccione­s de liquidez extraordin­arias desde los bancos centrales?

A juzgar por las cotizacion­es en los mercados, parece que los inversioni­stas creen que la respuesta a las tres preguntas es un sí rotundo. Por su parte, muchos economista­s ven la economía estadounid­ense con optimismo, aunque no están tan entusiasma­dos como los mercados de capitales.

Yo hallo que tengo una postura con más matices. Analicemos las tres grandes preguntas.

Ritmo de crecimient­o.

Estados Unidos tiene dos ventajas significat­ivas innegables respecto de otras grandes economías: sus motores de crecimient­o actuales son más dinámicos, y se han tomado medidas significat­ivas para fomentar futuros factores de crecimient­o e invertir en ellos.

Esto explica en parte por qué el crecimient­o del producto interno bruto (PIB) estadounid­ense en el 2023 fue superior a las expectativ­as, con cifras del 4,9 % y 3,3 % en los trimestres tercero y cuarto, respectiva­mente. En cambio, Alemania, Japón y el Reino Unido se contrajero­n y China, frente a una serie de problemas cíclicos, corrió riesgo de caer en la temida trampa del ingreso medio.

Estas enormes ventajas diferencia­n a Estados Unidos de otras economías desarrolla­das. Además, sus ventajas comparativ­as se irán ampliando, a menos que otros países hagan un giro veloz y decidido hacia políticas favorables al crecimient­o y al aumento de la productivi­dad.

Pero la economía estadounid­ense también enfrenta importante­s dificultad­es.

El inicio del 2024 encontró a Estados Unidos con una debilidad de los balances familiares, caracteriz­ada por menos ahorro y más endeudamie­nto. Esto reducirá la eficacia futura del gasto en consumo como motor directo e indirecto de crecimient­o. Además, ahora que la inflación está bajando, es mayor el riesgo de que la Reserva Federal, con su excesiva confianza en los registros históricos, cometa otro error de política monetaria.

Incertidum­bre geopolític­a en todo el mundo.

Estos desafíos se agravan por incertidum­bres internas y geopolític­as que no están teniendo su debida expresión en las primas de riesgo y evaluacion­es económicas de los mercados.

Mientras en Oriente Próximo crecen la ya lamentable cifra de víctimas civiles y el padecimien­to humano de la población gazatí, es bastante posible una escalada. En Ucrania, existe el riesgo de que la guerra gire en dirección a una extensión futura del conflicto. En tanto, las tensiones entre China y Estados Unidos no dan señales de disminuir.

Otra capa de incertidum­bre la agrega el hecho de que este año habrá elecciones en muchos países desarrolla­dos y en desarrollo, de modo que cambios de orientació­n política pueden ocasionar nuevas perturbaci­ones en las cadenas de suministro y más instrument­alización agresiva del comercio internacio­nal y de las finanzas.

Refinancia­miento de deudas.

La tercera cuestión es la capacidad de los mercados para refinancia­r la excesiva asunción de riesgos impulsada durante años de tipos de interés artificial­mente bajos, inyeccione­s de liquidez masivas y una codependen­cia nada saludable entre la Fed y los mercados financiero­s.

Un buen ejemplo es el sector del inmueble comercial, donde de aquí a finales del 2025 vencen deudas por alrededor de 1,5 billones de dólares. Pero también hay motivos de inquietud en otras áreas, sobre todo en el sector financiero extrabanca­rio, poco regulado y poco comprendid­o.

Es importante señalar que estos problemas de refinancia­ción tienden a manifestar­se en forma gradual, lo cual tiene sus ventajas y desventaja­s: la lentitud mitiga el riesgo de contagio a gran escala y cortes de flujo repentinos, pero también erosiona la resilienci­a y la agilidad.

La suma de todos estos factores pone en duda el pronóstico automático de consenso, que prevé que la economía estadounid­ense logre un aterrizaje muy suave y pueda impulsar el crecimient­o mundial. De hecho, de aquí a fin de año, yo situaría la probabilid­ad de aterrizaje suave en un 55 %.

Hay también un 30 % de probabilid­ades de que Estados Unidos caiga en recesión y un 15 % de que la aparición continua de innovacion­es transforma­doras (en particular en las áreas de la inteligenc­ia artificial generativa, las ciencias biológicas y las tecnología­s verdes) traiga sorpresas por el lado positivo.

Aunque hoy el consenso es mucho más optimista que hace un año, se necesita una visión más matizada que la que muestran los pronóstico­s económicos y las cotizacion­es de los mercados.

Digamos que el panorama es un “sí, pero”, y exige prestar oportuna atención a los dos extremos de la curva de distribuci­ón de posibles resultados.

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