15 residentes del Hogar Carlos María Ulloa aprenderán a leer y escribir
Nora Patricia Hernández es una de las residentes del Hogar Carlos María Ulloa que este 5 de marzo comenzó a vivir un sueño pospuesto durante muchos años: aprender a leer y escribir.
Ayer, en la inauguración oficial del curso lectivo en esta nueva escuela de la institución, doña Nora estaba en primera fila con su silla de ruedas, radiante y feliz.
La verdad es que ella no recuerda cuántos años tiene, pero no olvida que cuando estaba pequeña no pudo ir a la escuela porque le tocó cuidar a su abuelita.
Martes y jueves, de 1:30 p. m. a 4:30 p. m., esta hermosa señora se integrará al grupo de 15 adultos mayores en un aula que el Hogar Carlos María Ulloa, en Goicoechea, apartó para que el grupo comenzara sus lecciones junto a la maestra que el Ministerio de Educación Pública (MEP) designó para esta tarea, la niña Sonia Durán.
La docente de preescolar nunca ha trabajado con adultos mayores, pero cuando recibió la llamada para comunicarle su participación en este proyecto, que es único en los hogares de larga estancia de Costa Rica, sintió latir aceleradamente su corazón por la alegría, según dijo.
Durán sabe que enseñarles a leer y a escribir es un reto. Le tocará alfabetizarlos, pues ni siquiera tienen la primaria completa y casi todos, como doña Nora, no saben ni leer ni escribir.
“Vamos a aprender juntos”, aseguró este martes durante el acto oficial de inauguración.
Todos listos. Sus estudiantes llegaron uniformados, pues les regalaron camisetas para ir a la escuela y también útiles escolares, como cuadernos, lápices de color y una cartuchera llena con borradores, tajadores, reglas...
Lisbeth Quesada, vicepresidenta del Hogar Casa de Misericordia Carlos María Ulloa, comentó que esta escuelita es parte de varios cambios iniciados hace tiempo, los cuales buscan mejorar la calidad de vida de los adultos mayores.
Según dijo, conversaron con el Ministerio de Educación Pública, que les proporcionó una maestra para esos 15 adultos mayores.
La algarabía en esa aula se respiraba en el ambiente del vetusto edificio de 145 años. Nunca habían tenido una escuelita ahí, y este martes, felices, los 15 estudiantes transitaron el pasillo que los lleva hasta el salón donde recibirán las lecciones. No se cambiaban por nadie.