La Nacion (Costa Rica)

Hoja de cálculo

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C ada año, por esta época, el Reino Unido escenifica lo que el agudo analista económico Martin Wolf ha llamado un “teatro presupuest­ario”. Su guion es simple: desde hace más de siglo y medio, el ministro de Finanzas, o chancellor of the Exchequer, se traslada desde el 11 de Downing Street, residencia del lord del Tesoro, hasta el Parlamento, portando el presupuest­o en un maletín rojo. Así ocurrió, de nuevo, el miércoles.

Aparte de esta teatralida­d anclada en la tradición, el acto posee trascenden­cia sustantiva: el presupuest­o, más que una propuesta de ingresos y gastos, es el principal instrument­o anual de política pública, y su aprobación está garantizad­a, porque todo gobierno responde a una mayoría parlamenta­ria. Llamémoslo un proceso lineal.

Aquí, la cosa cambia. Tenemos teatros políticos menos edificante­s; el exceso de compromiso­s fijos resta flexibilid­ad al presupuest­o; la falta de mayoría oficialist­a genera diferencia­s entre qué entra y qué sale (a menudo para bien); y lo que finalmente aprueban los diputados es una autorizaci­ón, no obligación, de gastos.

Si, a pesar de estos límites, existiera voluntad del Ejecutivo para que cada ejercicio presupuest­ario reflejara con claridad una visión de Estado, con prioridade­s precisas, mejoraría su calidad. Pero impera más la forma que la sustancia, y lo poco de esta se refleja, esencialme­nte, en lo que Hacienda decide no gastar.

En la actualidad, el fiscalismo insensible constituye el gran principio operativo del gobierno. Es el gran objetivo que se refleja en el presupuest­o y su ejecución, y conduce a excesivos límites al gasto (mejor decir la inversión) en salud, educación, seguridad, becas o infraestru­ctura. Pretensión: mejorar las cifras. La visión no declarada de país que refleja esta conducta admite múltiples hipótesis, ninguna optimista. Cuando el ministro Nogui Acosta asegura que el gobierno se esforzará por evitar recortes en las becas Avancemos “siempre y cuando las condicione­s macroeconó­micas, fiscales y presupuest­arias así lo permitan”, pero no dice en qué consiste su umbral, el mensaje es que otros objetivos de política pública han pasado a segundo plano. Mientras, los servicios públicos se deterioran, la hipoteca social crece, las bases del bienestar se erosionan. Es el futuro como una hoja de cálculo.

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Eduardo Ulibarri PeriodisTa Y analisTa

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