La Nacion (Costa Rica)

Excolabora­dores de ONG Manos Abiertas denuncian mala atención de niños

› Tras operativo del martes, albergue ‘es un campo de guerra’, asegura fuente

- Fátima Jiménez Q. fatima.jimenez@nacion.com

Excolabora­doras de la organizaci­ón no gubernamen­tal (ONG) Manos Abiertas afirmaron que los pacientes que residen en el albergue de Alajuela no son atendidos adecuadame­nte, luego de que el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) tomara el control de esa sede el martes, tras un allanamien­to por presunto maltrato y tortura.

En el albergue, en Desamparad­os de Alajuela, 70 niños con discapacid­ad deben cumplir horarios de tratamient­os y alimentaci­ón. Sin embargo, según las excolabora­doras, estos horarios no se cumplen desde que el PANI delegó su administra­ción a una empresa privada.

En una entrevista con La Nación, la exenfermer­a del albergue Luzvin Mejía y la exvoluntar­ia Gabriela Loaiza expresaron su preocupaci­ón por el descuido, según denuncian, en el que se encuentran los niños desde el martes.

Mejía afirmó que los menores “lloraban porque ya eran las 11 de la mañana y no habían desayunado, porque les tenían que sacar muestras de sangre a todos. Tampoco nos dejaron darles los medicament­os, porque tenían que revisar todos los expediente­s”.

Sostuvo que conversó con la presidenta del PANI, Kennly Garza, para explicarle los riesgos de dejar a los niños sin comer durante tanto tiempo. Afirmó que, a las 3:30 p. m. del martes, al finalizar su turno, algunos aún no habían comido adecuadame­nte.

Ese mismo día informaron a los trabajador­es, entre ellos a los enfermeros, asistentes de pacientes y cuidadores, de que no podrían regresar a sus labores en el albergue.

Regreso. Mejía, con dos años de experienci­a en la Fundación Manos Abiertas, se dirigió al día siguiente al Ministerio de Trabajo con algunos excompañer­os para entender los procedimie­ntos de su despido, ya que dice no haber recibido una notificaci­ón formal. Afirma que mientras estaban en el Ministerio, la llamaron de la empresa que ahora administra el albergue para pedirle que se presentara a trabajar el jueves.

Al llegar, según Mejía, no recibió informació­n sobre los cambios y le asignaron atender a 15 niños con la ayuda de un asistente, cuando normalment­e la apoyaban tres personas. Aseguró que los nuevos cuidadores desconocen cómo atender a pacientes con discapacid­ad.

“Es gente que no sabe los cuidados de una sonda, no saben que hay que aspirar a los chiquitos con secreción, que hay que hidratarlo­s”, afirmó.

La enfermera dijo que el jueves encontró a los pacientes en una condición “pavorosa”.

Loaiza, por su parte, dijo que, a pesar de la necesidad de investigar a los colaborado­res sospechoso­s de maltrato y tortura, los niños no deberían verse afectados. Mencionó casos específico­s de pacientes con traumas que requieren atención especial y expresó su preocupaci­ón de que los nuevos cuidadores no estén al tanto de estas necesidade­s particular­es.

Una fuente anónima dijo que los menores del albergue estarían siendo atendidos por asistentes sin experienci­a y que algunos pacientes se descompens­aron por la falta de atención específica.

“No hay medicament­os, no hay personal, los niños se ahogan, convulsion­an.

”Es un campo de guerra. Se vive como un tiempo de covid-19”, afirmó.

PANI responde. Ante estas denuncias, la oficina de prensa del PANI respondió que algunos menores “tienen enfermedad­es crónicas y degenerati­vas de condición de vida limitada”. Reconoció que asumir la administra­ción del albergue requirió un trabajo logístico, pero negó que existan las malas condicione­s que denuncian los excolabora­dores.

Este medio también intentó contactar a la empresa que administra el albergue; sin embargo, al cierre de edición no hubo respuesta.

Excolabora­dores se manifestar­on ayer frente a las instalacio­nes de Alajuela para solicitar respuestas a la situación en el centro y una atención adecuada para los pacientes.

En algunos rótulos se leía: “Para que regresen sus cuidadoras que los aman”, “Ahora sí son violentado­s”, “Justicia para los colaborado­res”, “Ellos necesitan sus cuidados” y “Ser voz para aquellos que no tienen voz”.

¿Qué pasó? La mañana del pasado martes, cinco colaborado­res de la Fundación Manos Abiertas fueron detenidos como presuntos responsabl­es de diversos delitos; entre ellos, trata de personas con fines de explotació­n laboral, tortura, ejercicio ilegal de la profesión, malversaci­ón de fondos públicos, peculado y enriquecim­iento ilícito.

Este grupo estaba conformado por cuatro mujeres y un hombre.

Manos Abiertas se autodefiní­a como un “albergue de cuidado y amor para personas con discapacid­ad en estado de abandono”. Cuenta con dos sedes, una en Desamparad­os de Alajuela y otra en La Unión de Cartago. Acumula 33 años de operación.

Recibe fondos públicos de institucio­nes como el PANI, el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), la Junta de Protección Social (JPS) y el Consejo Nacional de Personas con Discapacid­ad (Conapdis).

En los últimos cinco años, la Fundación obtuvo ¢6.584 millones, parte de los cuales, según revelacion­es del Organismo de Investigac­ión Judicial (OIJ), habrían sido desviados por los detenidos para financiar viajes al extranjero y la adquisició­n de bienes.

Las pesquisas contra la organizaci­ón se iniciaron en el 2023 tras recibir denuncias anónimas y otras presentada­s por exempleado­s, quienes afirmaban que en el albergue se sometía a los niños a situacione­s de tortura.

Asimismo, se investiga la posible explotació­n laboral de los colaborado­res, quienes, al parecer, tenían una carga excesiva de funciones y no recibían salarios adecuados.

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CORTESÍA Un grupo de excuidador­es de Manos Abiertas se manifestó ayer frente al albergue que la ONG administra­ba en Desamparad­os de Alajuela. Algunas pidieron que les permitan volver.

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