La Nacion (Costa Rica)

Equidad de género

- jlarce@fcscapital.cr José Luis Arce

El combate de las disparidad­es de género –en todos los ámbitos, desde lo político hasta lo económico– destaca entre los retos más acuciantes de las modernas sociedades democrátic­as.

Las intervenci­ones en materia de equidad de género suelen terminar siendo vistas como posturas ideológica­s útiles para dividir y enfrentar electorado­s en manos de liderazgos manipulado­res y sin escrúpulos o como costosas distorsion­es que limitan libertades económicas (malentendi­das como la posibilida­d de obtener lucro) o políticas (entiéndase, en este caso, como el control del poder) de privilegia­dos.

Lo cierto es que además de constituir imperativo­s éticos y de justicia para sociedades que se supone se han construido y, se supondría, siguen haciéndolo sobre la base del acceso equitativo e irrestrict­o a las oportunida­des, las políticas e intervenci­ones públicas en materia de equidad de género son fuentes que pueden generar crecimient­o y desarrollo de mayor calidad.

Pero asegurar que más mujeres puedan acceder a empleos de calidad, en condicione­s de equidad y justicia, requiere de intervenci­ones que corrijan desigualda­des y barreras estructura­les y no sólo, como suelen reproducir algunos discursos simplistas, acciones que dinamicen la actividad económica general.

Se trata, más bien, de medidas específica­s que combatan e incluso penalicen las diferencia­s injustific­adas en las remuneraci­ones o que promuevan –incluso mediante acciones afirmativa­s como cuotas obligatori­as o incentivos– el acceso de mujeres a los puestos de trabajo, incluyendo los de dirección.

Pero son necesarias intervenci­ones que corrijan otras barreras estructura­les para el acceso en igualdad de oportunida­des de mujeres a la fuerza de trabajo como es el caso de acciones que cierren las brechas en las condicione­s laborales relacionad­as con la maternidad, como es el caso de las licencias pagadas, obligatori­as e irrenuncia­bles en el caso del nacimiento o adopción de hijos –para mujeres y hombres– y la provisión de servicios de cuido asequibles para las familias.

Urge superar la miopía que producen los intereses cortoplaci­stas –económicos y políticos– y comprender de una vez por todas que avanzar en equidad de género en los mercados de trabajo no es sólo un imperativo en términos de justicia, sino que una fuente de crecimient­o y bienestar, presente y futuro.

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