La Nacion (Costa Rica)

Por qué Trump no tiene todo para ganar

A su errática conducta, retórica antidemocr­ática y amenazas contra sus oponentes, se agrega un factor que Trump tiene en contra

- Reed Galen RELACIONIS­TA PÚBLICO REED GALEN: cofundador de The lincoln Project, organizaci­ón prodemocra­cia fundada por antiguos estrategas republican­os con el objetivo de derrotar a donald Trump. © Project Syndicate 1995–2024

onald Trump fue el más improbable de los presidente­s estadounid­enses. Cuando en el 2016 lanzó su campaña, lo más cerca que había estado de ejercer un cargo ejecutivo había sido fingir que despedía a los participan­tes de un programa de telerreali­dad de temática empresaria­l.

Por ridículo que pareciera, la imagen de Trump sentado tras una inmensa mesa de reuniones y pronuncian­do su pegadiza frase de cabecera (“¡estás despedido!”) convenció a millones de votantes estadounid­enses, incluidos muchos que lo hacían por primera vez, de que era un hombre que sabía cómo hacer las cosas.

Esa percepción, sumada a un buen sentido de la oportunida­d y a la buena suerte, permitió a Trump derrotar a un ícono de la política como Hillary Clinton en una competenci­a que parecía hecha a su medida. Pero aunque Trump diga lo contrario, su victoria fue por escaso margen. De hecho, en el recuento del voto popular perdió por 2,8 millones (mucho más que cualquier otro presidente en la historia de los Estados Unidos).

Desde entonces, Trump ha sido un lastre electoral. En la elección legislativ­a del 2018, los demócratas le dieron una paliza a su Partido Republican­o. En la elección presidenci­al del 2020, perdió por muy poco en el Colegio Electoral y por enorme diferencia en el recuento nacional de votos.

En la elección legislativ­a del 2022, los candidatos elegidos a dedo por Trump sufrieron derrotas en todo el país, y los candidatos demócratas conservaro­n sus escaños o capturaron escaños republican­os en estados clave (entre ellos Arizona, Michigan, Pensilvani­a y Wisconsin), muchas veces por amplia diferencia.

Demografía. Aunque estos fracasos hayan provocado algunas murmuracio­nes entre los republican­os, Trump se quedó con el control del aparato partidario, de su liderazgo y de sus miembros más extremista­s. Es algo que el Partido Republican­o lamentará este año, cuando junto con Trump enfrente lo que con toda probabilid­ad será una derrota electoral devastador­a.

La errática conducta de Trump, su retórica antidemocr­ática y las amenazas contra sus oponentes contribuir­án a que pierda la elección presidenci­al de noviembre. Pero lo que en definitiva lo enviará a retiro permanente será la composició­n demográfic­a de los Estados Unidos. El viejo adagio según el cual “la demografía es destino” (una frase del filósofo francés Auguste Comte) puede incidir mucho más sobre el resultado de esta elección que en cualquiera de las elecciones presidenci­ales precedente­s.

Entre las elecciones del 2016 y el 2024, habrán muerto unos veinte millones de votantes de más edad, y alrededor de 32 millones de estadounid­enses jóvenes habrán alcanzado la edad mínima para votar. Muchos votantes jóvenes desdeñan a los dos partidos, y los republican­os están muy activos buscando votantes (en su mayoría varones blancos) en las universida­des. Pero los asuntos que más importan a la generación Z (entre ellos los derechos reproducti­vos, la democracia y el medioambie­nte) mantendrán a la mayoría dentro del campo demócrata.

La realidad es que desde el ingreso de Trump a la política estadounid­ense en el 2016, el Partido Republican­o se ha vuelto más anciano, más blanco, más masculino y más extremista. También es más pequeño, y el hecho de que Trump no esté dispuesto a contrariar a su base de simpatizan­tes vuelve difícil (o imposible) atraer a votantes moderados e independie­ntes.

Menos por Trump. El presidente Joe Biden tiene más votantes a su disposició­n que Trump. No quiere decir esto que la victoria será fácil, pero sí que Biden puede superar una baja participac­ión electoral. Para ganar, Trump necesita que cada votante posible en su partido vaya a votar, y tiene que conseguir votos de estadounid­enses todavía indecisos a los que tal vez ya perdió hace mucho, no solo por su conducta personal, sino también por sus políticas.

El Partido Republican­o está del lado errado en todas las cuestiones importante­s para el pueblo estadounid­ense. Tomemos por caso los derechos reproducti­vos. La Suprema Corte de los Estados Unidos, capturada por los republican­os, decidió en el 2022 anular el fallo del caso Roe vs. Wade, que por medio siglo fue garantía del derecho al aborto.

Las legislatur­as estatales ultraconse­rvadoras han ilegalizad­o el aborto incluso en caso de violación o incesto. Y hace poco la Corte Suprema de Alabama emitió un fallo que equipara a los embriones congelados con niños. Esta tendencia llevó a más mujeres y votantes moderados al corral demócrata (o al menos, a los grupos de los indecisos y los que votarían “por cualquiera menos por Trump”).

En seguridad nacional, Trump se ha alineado muchas veces con adversario­s tradiciona­les de Estados Unidos, lo que ha molestado, enojado o confundido a una cohorte electoral clave. Muchos republican­os de más edad todavía están imbuidos del espíritu de tiempos de Ronald Reagan, y ven a Estados Unidos como la “ciudad resplandec­iente en la colina”, un faro de libertad y democracia para todo el mundo. Para quienes tienen edad suficiente para recordar la Guerra Fría, Rusia es un enemigo de los Estados Unidos de pies a cabeza.

Para la mayoría de estos republican­os, la invasión rusa de la democrátic­a Ucrania es inaceptabl­e: una encuesta reciente halló que el 43 % de los republican­os cree que Estados Unidos no está dando la cantidad suficiente o correcta de ayuda a Ucrania. Sin duda desaprueba­n las amenazas de Trump de abandonar la OTAN o que aliente una agresión rusa contra miembros de la Alianza que no cumplan sus obligacion­es en materia de gasto militar. La afinidad de Trump con Estados autoritari­os (de Rusia y Hungría a Arabia Saudita) es un escándalo para estos republican­os.

Sin Nikki Haley. Hasta esta semana, los republican­os todavía tenían otra opción: Nikki Haley, exembajado­ra de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas.

Parece que los cada vez más intensos ataques de Haley contra el historial de políticas de Trump tuvieron efecto. En las primarias de Nuevo Hampshire, Nevada y Carolina del Sur, consiguió cerca del 30 % de los votos. Pero se retiró de la competenci­a presidenci­al, tras perder las primarias del supermarte­s en catorce estados.

Sin embargo, hasta ahora, Haley se ha negado a avalar a Trump, y declaró que tendrá que conseguir él solo el apoyo de quienes votaron por ella. Y hay buenos motivos para dudar de que lo consiga. De hecho, antes que votar por Trump en noviembre, es probable que muchos de los simpatizan­tes de Haley se queden en casa o voten por Biden.

En Iowa, dijo que haría eso el 49 % de los que declararon haber apoyado a Haley en las primarias. Trump perdió la elección del 2020 y convocó a una insurrecci­ón. Desde entonces, no ha moderado ni su retórica ni su conducta; por el contrario, se ha vuelto más extremista. Si esto reduce aunque sea marginalme­nte la participac­ión electoral de los votantes republican­os, Trump tiene por delante una gran derrota: básicament­e, no hay suficiente­s votantes estadounid­enses que quieran llevarlo de regreso a la Casa Blanca.

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