La Nacion (Costa Rica)

Las metas de inflación no son para todos

Muchas de las economías que aplican esta estrategia no son tan abiertas

- STEFAN GERLACH: economista jefe del eFG Bank en zúrich, fue director ejecutivo de la autoridad monetaria de Hong Kong y vicegobern­ador del Banco Central de Irlanda. © Project syndicate 1995–2024

Por lo general, se considera que las metas de inflación son la mejor estrategia en materia de política monetaria, inclusive en el caso de economías abiertas pequeñas. Con su debut en Nueva Zelanda y Canadá a comienzos de los años noventa —y adoptadas rápidament­e por Australia, Suecia y el Reino Unido, y luego por Islandia y Noruega, entre otros—, se cree que han reducido drásticame­nte el nivel y la variabilid­ad de la inflación donde se han aplicado de manera constante.

Una inflación más baja y predecible, a su vez, ha demostrado redundar en un mejor desempeño económico, ayudando a impedir los grandes cambios en la distribuci­ón de ingresos que pueden derivar de alzas inflaciona­rias inesperada­s (al menos hasta que estalló la pandemia de covid-19).

No es difícil entender por qué las metas de inflación han tenido este efecto. La estrategia obliga al banco central a centrarse de lleno en la estabilida­d de precios, a diferencia de lo que sucedía con las estrategia­s políticas anteriores. Por ende, ofrece transparen­cia con respecto a los objetivos de la política monetaria y las medidas necesarias para alcanzarlo­s, y estas señales generan confianza pública.

Sin embargo, el discurso estándar sobre las metas de inflación se basa en una presunción falsa. De hecho, muchas de las economías que aplican esta estrategia no son tan abiertas. Datos del Banco Mundial demuestran que el ratio comercio-PIB es de apenas el 50 % aproximada­mente en Australia y Nueva Zelanda, el 70 % en Canadá y el Reino Unido y el 90 % en Escandinav­ia. Esto está muy lejos del ratio del 384 % en Hong Kong, el 336 % en Singapur, el 140 % en Suiza y el 128 % en Dinamarca, economías que no emplean metas de inflación.

Tipo de cambio. Frente al desempeño sólido de este último grupo de países, parecería que las metas de inflación no son apropiadas para las economías extremadam­ente abiertas. Por eso las economías en la Unión Europea con un ratio comercio-PIB de más del 300 %, entre ellas Luxemburgo y Malta, se han unido a otras para usar el euro. También es la razón por la cual Dinamarca, que es vecina de la economía más grande de la eurozona, ha atado su tipo de cambio a la moneda única.

Hong Kong también ha fijado su tipo de cambio, aunque en gran medida por motivos que, improbable­mente, se apliquen a otras economías. Su junta monetaria se introdujo en 1983, cuando el dólar de Hong Kong experiment­ó una depreciaci­ón catastrófi­ca luego de la declaració­n de China de que reanudaría la soberanía en la región en 1997.

Este tipo de acontecimi­entos políticos pueden tener grandes efectos en el tipo de cambio que no están fundados en motivos macroeconó­micos. Al fijar su tipo de cambio, Hong Kong podría aislar su economía de este tipo de shocks. Consideran­do que la economía de Hong Kong es vecina de la economía gigantesca de China continenta­l, sería natural que atara su moneda al renminbi, como sucedió hasta 1935, cuando ambas monedas estaban en el estándar de plata. Pero desde mediados de la década de los 70, Hong Kong ha vinculado su tipo de cambio al dólar estadounid­ense, porque es imposible atarse a una moneda —como el renminbi— que no es plenamente convertibl­e, y para la cual no existe un mercado profundo y líquido.

Otro camino. Suiza y Singapur han elegido otro camino. Sus economías están demasiado expuestas a los vaivenes del tipo de cambio como para que las metas de inflación tradiciona­les sean posibles, de manera que han adoptado estrategia­s de política monetaria adaptadas a sus propias circunstan­cias específica­s, estrategia­s que comparten varias caracterís­ticas.

Por empezar, tanto Suiza como Singapur mantienen un foco claro en la estabilida­d de precios. Mientras que el Banco Nacional Suizo (SBN) ha definido esto como una inflación de menos del 2 %, la Autoridad Monetaria de Singapur (MAS) ha podido dejarlo sin definir, gracias a un historial prolongado y exitoso que efectivame­nte habla por sí mismo.

Segundo, ambos países tienen una visión clara respecto de qué nivel de tipo de cambio es apropiado, y ambos llevan el tipo de cambio hacia ese rango. Como el SNB también fija las tasas de interés, ocasionalm­ente ha utilizado ese mecanismo para influir en el tipo de cambio (a veces con intervenci­ones masivas). La MAS no fija las tasas de interés, por lo tanto ha establecid­o una banda de tipos de cambio.

Tercero, ninguno de los dos bancos centrales anuncia públicamen­te el tipo de cambio exacto que considera apropiado. Si bien los bancos centrales pueden fijar la tasa de interés a la que prestan o aceptan fondos del sistema bancario, el tipo de cambio es determinad­o por el mercado.

Si revelaran un objetivo de tipo de cambio específico, los participan­tes del mercado tendrían una invitación abierta a especular contra el banco central, lo que podría complicar la gestión de la política monetaria. Finalmente, ambas estrategia­s reconocen el beneficio de poder ajustar el tipo de cambio según evolucione­n las condicione­s económicas (es poco probable que un tipo de cambio fijo sea óptimo).

El resultado de estas estrategia­s son registros envidiable­s de control de la inflación. La tasa de inflación promedio en el período comprendid­o entre el 2000 y el 2023 es del 0,6 % en Suiza y el 2 % en Singapur (exactament­e igual al 2 % al que apuntan generalmen­te los bancos centrales con metas de inflación).

Ambas economías le deben su fuerte desempeño al hecho de que las autoridade­s monetarias han permitido que sus tipos de cambio atravesara­n grandes oscilacion­es de ser necesario.

Los datos del Banco de Pagos Internacio­nales demuestran que el tipo de cambio nominal efectivo —mejor pensado como el tipo de cambio promedio frente a todos los socios comerciale­s— se fortaleció en este período en un promedio del 1,3 % al año en el caso de Singapur y del 2,6 % en el de Suiza, reduciendo así el costo de las importacio­nes y atenuando la inflación.

No es fácil destacarse entre la multitud en materia de formulació­n de políticas. Pero Singapur y Suiza han trazado su propio camino, y con gran éxito. Si bien las metas de inflación son una buena estrategia para muchas economías, las economías extremadam­ente abiertas harían bien en considerar otras alternativ­as.

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