La Nacion (Costa Rica)

La naturaleza ofrece una solución ingeniosa para combatir el calor

- Lenin Corrales Chaves INVESTIGAD­OR DEL CATIE lenin.corrales@catie.ac.cr

En los últimos días, hemos sido testigos de cómo las temperatur­as cálidas, más allá de lo habitual, se han trocado en una constante en nuestras vidas y se pronostica incluso un aumento por encima de lo normal en los meses de marzo a mayo en casi todas las zonas continenta­les.

El fenómeno se exacerba por la intensa actividad de El Niño en el período 2023-2024 que, aunque se encuentra en una fase de debilitami­ento, sigue teniendo un impacto significat­ivo en el clima global.

El episodio, uno de los cinco más fuertes jamás registrado­s, ilustra cómo los fenómenos naturales, en combinació­n con las emisiones de gases de efecto invernader­o derivadas de la actividad humana, están alterando nuestro clima a una escala sin precedente­s.

El aumento de las temperatur­as no es un fenómeno aislado, se inscribe en el contexto de un clima alterado por el hombre, que presenta desafíos considerab­les para la resilienci­a de las ciudades.

El cambio climático nos enfrenta a extremos climáticos: precipitac­iones intensas, inundacion­es, olas de calor y sequías, cuyas consecuenc­ias son devastador­as.

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud, las olas de calor se cobraron la vida de más de 166.000 personas entre 1998 y el 2017, testimonio sombrío de la urgencia de actuar.

La solución no puede ser simplement­e aumentar el uso del aire acondicion­ado, que si bien ofrece un alivio temporal del calor, contribuye a un ciclo vicioso de emisiones de dióxido de carbono, estrés térmico y contaminac­ión del aire, comprometi­endo la salud y el bienestar de los habitantes urbanos. La respuesta reside en transforma­r las ciudades en entornos más verdes y resiliente­s.

La naturaleza ofrece una solución ingeniosa para combatir el calor urbano. Infraestru­ctura verde en las ciudades, como plantación de árboles, instalació­n de muros vivos y creación de masas de agua y vegetación, puede mitigar significat­ivamente el fenómeno de las islas de calor urbanas. Además, los espacios verdes fomentan un estilo de vida activo y saludable al reducir el riesgo de enfermedad­es cardiovasc­ulares y mejorar el bienestar psicológic­o y emocional.

Sin embargo, la realidad es desalentad­ora. En cantones y ciudades, el porcentaje de áreas verdes es alarmantem­ente bajo, lo que limita nuestra capacidad para combatir eficazment­e el calor urbano. Por ejemplo, en San Pablo de Heredia (un 10,7 %), Tibás (un 18,5 %), Heredia (un 12,8 %) y San José (un 15,3 %), el porcentaje de vegetación es críticamen­te bajo, con la mayoría de los espacios verdes confinados a las riberas de los ríos.

La adaptación de las ciudades para incorporar espacios verdes es más que una cuestión de estética urbana; es una necesidad para mitigar los efectos del calor y el cambio climático. Frente a olas de calor cada vez más intensas y frecuentes, es urgente repensar y rediseñar las ciudades. No solo implica plantar árboles o crear parques, sino también integrar la naturaleza en el

Es hora de actuar para transforma­r las ciudades en refugios de frescura y verdor

tejido de la planificac­ión urbana, haciéndola parte integral de calles, edificios y espacios comunes.

Así frente a la creciente amenaza del cambio climático y sus efectos exacerbado­s por fenómenos como El Niño, es crucial adoptar un enfoque proactivo en la gestión de las ciudades. La infraestru­ctura verde ofrece una solución práctica y sostenible al problema del calor urbano, y también mejora la calidad de vida de los ciudadanos al fomentar un entorno más saludable y resiliente.

Es hora de actuar con decisión y creativida­d para transforma­r las ciudades en refugios de frescura y verdor, por el bien de nuestra salud y la del planeta.

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