La Nacion (Costa Rica)

¿Qué le pasó a Boeing?

- gmora@nacion.com Ashley Fulmer y Michele Gelfand

La acumulació­n de crisis de Boeing está empezando a parecerse a una película de suspenso elaborada en Hollywood. Además de una pieza de fuselaje que se cayó en el aire durante un vuelo comercial de pasajeros reciente, también se produjo el descubrimi­ento angustioso de agujeros mal perforados en aviones no entregados y se hizo público que un inspector había encontrado una “cantidad excesiva de defectos” en las operacione­s de un proveedor. Como si esos problemas no fueran lo suficiente­mente malos, a finales de febrero la Administra­ción Federal de Aviación reveló una dura revisión de la cultura corporativ­a de Boeing e instó a la empresa a ejecutar más de 50 cambios relacionad­os con la seguridad. A Boeing le dieron 90 días para diseñar un plan destinado a superar sus problemas de control de calidad profundame­nte arraigados.

Boeing ha admitido su responsabi­lidad, se ha comprometi­do a desacelera­r su ritmo vertiginos­o de fabricació­n y ha prometido hacer mejor las cosas. Su CEO, Dave Calhoun, se ha reunido con senadores estadounid­enses; las fábricas de Boeing han llevado a cabo eventos de “retiro” para frenar la producción y centrarse en el control de calidad, y el último informe de utilidades de la empresa no hablaba más que de seguridad, calidad y confianza. Pero para lidiar con todos sus problemas, Boeing necesita cambiar su cultura organizaci­onal.

Más específica­mente, necesita ajustar una cultura que se ha vuelto demasiado laxa. Como demuestra nuestra investigac­ión, cada organizaci­ón, o las unidades que la conforman, se pueden clasificar como rigurosas o laxas.

En organizaci­ones caracteriz­adas por culturas rigurosas, la gente, las prácticas y la gerencia normalment­e siguen un patrón que crea orden a través de la coordinaci­ón, la eficiencia y la autodiscip­lina. Las prácticas son estandariz­adas y formales, y se las transmite cuidadosam­ente, mientras que los empleados, por su parte, se dedican a cumplir las reglas y evitar errores.

Este tipo de organizaci­ones suelen exhibir una conformaci­ón jerárquica y piramidal, en la que la toma de decisiones es centraliza­da de manera que la máxima dirección ejerza el mando y el control. Esto crea un entorno sumamente regulado donde la excelencia organizaci­onal se alcanza a través de una acción disciplina­da.

Las culturas laxas, por el contrario, ponen énfasis en la apertura, abrazando la libertad, dando señales de tolerancia y fomentando la creativida­d. Las prácticas en estos entornos tienden a ser menos estandariz­adas, lo que permite mayor flexibilid­ad, informalid­ad y experiment­ación. Se alienta a los empleados a asumir riesgos y pensar más allá de lo convencion­al. Las organizaci­ones con culturas laxas suelen tener estructura­s más planas y descentral­izadas, con líderes que adoptan una estrategia colaborati­va y desafían el statu quo.

Estos códigos culturales no son aleatorios. Evoluciona­n para satisfacer las demandas de sus ecosistema­s. Las industrias con un alto grado de responsabi­lidad pública o donde los errores y los fracasos son potencialm­ente catastrófi­cos tienden a volverse más restrictiv­as. Las reglas y la responsabi­lidad estrictas en todo el sistema ayudan a que la gente se coordine frente a las amenazas. Las industrias donde hay menos amenazas, y donde estas son menos severas, pueden permitirse ser más laxas.

Por lo general, las organizaci­ones, naturalmen­te, se alinean cada vez más con los niveles requeridos de rigidez o apertura exigidos por sus entornos. Pero, en algunos casos, pueden desalinear­se, lo que resulta en lo que llamamos un desequilib­rio cultural.

Podrían volverse excesivame­nte estrictas, reprimiend­o así la innovación —como sucedió hace unos años en United Airlines—. O pueden volverse demasiado laxas, lo que deriva en ineficienc­ias o en riesgos no mitigados, como ocurrió en Tesla.

Boeing necesita un pivote cultural. Si bien su entorno operativo comparte muchas similitude­s con otras industrias de alto riesgo, se ha desviado de su programaci­ón cultural y se ha vuelto demasiado laxa. Una razón es su creciente priorizaci­ón de las ganancias por sobre la ingeniería.

En una maniobra estratégic­a destinada a garantizar créditos fiscales, Boeing trasladó su casa matriz de Seattle a Chicago, creando una brecha geográfica de más de 3.200 kilómetros entre el área gerencial y los numerosos ingenieros y empleados.

Luego, en el 2022, anunció otra mudanza, a Arlington, Virginia. Esta separación física afecta la comunicaci­ón y limita la capacidad de controlar y hacer cumplir las reglas, haciendo que resulte más difícil alcanzar una alineación cohesiva en toda la compañía.

La falta de responsabi­lidad también se ha trasladado a los proveedore­s. Para impulsar la rentabilid­ad, Boeing tercerizó gran parte de su producción entre un amplio rango de subcontrat­istas. Nuevamente, este cambio hacia una red más expansiva y descentral­izada promueve la relajación de las normas y hace que controlar y hacer cumplir las reglas resulte más difícil.

La turbulenci­a en Boeing también ha contribuid­o a su distensión cultural. Sus cambios frecuentes de conducción —ha habido cinco CEO en los últimos veinte años— han obstaculiz­ado la posibilida­d de mantener un control estricto. El constante recambio de liderazgo hace que gran parte de la atención de la máxima conducción se centre en cambios rápidos y a corto plazo, y no en objetivos estratégic­os de más lago plazo, como se ha visto en el caso de una actualizac­ión de software después del accidente de Lion Air en el 2018.

De la misma manera, se ha deteriorad­o la socializac­ión robusta que normalment­e caracteriz­a a las organizaci­ones rigurosas. El informe de la AFA determina que los procedimie­ntos y la capacitaci­ón “son complejos y están en un constante estado de cambio, creando confusión entre los trabajador­es, especialme­nte entre los diferentes sitios de trabajo y los grupos de empleados”. Mantener una rigurosida­d cultural y adherirse a valores medulares tal vez no produzca ganancias de manera inmediata o directa, pero es algo necesario y no negociable si se pretende tener operacione­s sólidas.

La buena noticia es que las organizaci­ones pueden articular y recalibrar su cultura cuando se han desalinead­o. Nuestro consejo para Boeing es que introduzca más responsabi­lidad en su cultura excesivame­nte laxa adoptando nuestro modelo Secure. El acrónimo se refiere a fijar expectativ­as claras, establecer una estructura, centraliza­r la toma de decisiones, garantizar la supervisió­n mediante un mayor monitoreo y asegurar que se cumplan las reglas.

Boeing debe trabajar para propagar el valor central de la seguridad no solo en toda la compañía, sino también en todos los socios externos. Una cultura rigurosa se debe mantener alineando estrechame­nte a todos, desde la máxima conducción hasta el taller.

La compañía también debería dejar en claro que los trabajador­es que planteen su preocupaci­ón por la violación de las normas de seguridad serán recompensa­dos. Una de las partes más preocupant­es del informe de la AFA fue su descubrimi­ento de que los empleados que plantean inquietude­s sobre la seguridad enfrentan represalia­s. Este tipo de sanciones habla de la distensión de la cultura de seguridad de la empresa, que cada vez más valora el silencio y la producción acelerada por sobre la seguridad.

En tanto Boeing enfrenta estos desafíos, debe recalibrar su brújula cultural. La responsabi­lidad, la estabilida­d y el compromiso con la seguridad como un valor esencial para restablece­r la confianza, mejorar las medidas de seguridad y preservar la excelencia dentro de la industria de la aviación. El curso actual de Boeing inevitable­mente derivará en una decadencia organizaci­onal y competitiv­a.

ASHLEY FULMER: titular de una beca Fulbright de estados Unidos, es profesora adjunta de Management en la escuela de Negocios robinson en la Universida­d estatal de Georgia.

MICHELE GELFAND: es profesora de Management Multicultu­ral y Psicología en la escuela superior de Negocios de stanford. © Project syndicate 1995–2024

Dos expertas analizan los problemas, entre estos, una cultura de represalia­s contra empleados cuando plantean inquietude­s sobre la seguridad

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FOTO AFP

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