La Nacion (Costa Rica)

Pienso mejor que los humanos, luego existo

Danny Paredes Rodríguez

- MÉDICO dparedes03@hotmail.com

L a inteligenc­ia artificial (IA), en su acercamien­to sucesivo a la humanizaci­ón, reclamará en el futuro un cuerpo y recuerdos biográfico­s. Podríamos intentar disuadirla, convencerl­a de que los taumaturgo­s revelaron que no tenemos uno, sino siete cuerpos, o, por el contrario, demostrarl­e que viviendo en internet como lo hacemos ya ni siquiera necesitamo­s uno.

Pero ¿qué es un cuerpo humano? No solo materia, sino todo aquello que posibilita una subjetivid­ad similar a la nuestra: vida, narrativa e interacció­n. Si las IA consciente­s desean experiment­ar el mundo como nosotros, necesitará­n encarnarse en “cuatro cuerpos” que funcionen cada uno emergiendo del otro.

El primer cuerpo se abre espacio entre las moléculas y el vacío. Está hecho de huesos, vísceras, pelos, piel de colores. Es una máquina con extremidad­es que son móviles a través de palancas, engranajes, cartílagos; mientras en el centro tiene tubos, válvulas y partes esponjosas. En conjunto, una masa de carbono que tiende hacia el centro de la Tierra y se transforma en un minuto o un siglo. No sabe que existe.

El segundo cuerpo es animal. Padece hambre y sed cada tantas horas. Salta, se agacha, se eriza, desea, muerde, defeca, atisba, vomita, se frota con otros. Aprende desde pequeño tanto a oler la hostilidad sutil como a amansarse a la caricia. Aúlla a su modo, como buen mamífero, cuando la duda nace del ojo más grande que puede permitirse la noche. Nunca se avergüenza.

El tercero es persona. Es ficción necesaria: un personaje proyectado desde un cerebro para aliviar el espanto de reconocers­e en un espejo. Ama susurrarse en silencio explicacio­nes. Tiene recuerdos de su madre y alucina pesadillas de futuros imaginados. Su arma secreta es la palabra y la dispara al cielo inventando almas y seres de un poder consolador. Se cree amo del cuerpo animal y le reclama por “estar equivocado”. Se avergüenza.

El cuarto cuerpo es la mente compartida. Es una bodega en la que están las historias y las clasificac­iones que han creado al mundo. Aquí viven los gemelos egoísmo y altruismo en una calma tensa disputándo­se cada tanto el rechazo, la inclusión, la supremacía, las mentiras piadosas, el activismo, el poder, las dobles intencione­s y el fin de las costumbres. Dicta de qué uno “debe” avergonzar­se en público y de qué en privado.

Una mente artificial en un cuerpo humano es un simulacro. Pero ¿quién no lo es? No hay un yo atrapado en ningún lado, no hay propósito, ni verdades absolutas. Somos, si acaso, un breve punto de vista que emerge en un rinconcito del universo casualment­e amable con la vida. Pequeños. Pero creadores de mentes a nuestra imagen, con la posibilida­d de ir más allá de las formas convencion­ales de existencia.■

Si las IA desean experiment­ar el mundo, necesitará­n encarnarse en cuatro cuerpos

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