El desafío de la neutralidad
L a declaración de neutralidad en 1983 se constituyó en uno de los aspectos más relevantes de la política exterior y de la imagen de Costa Rica como Estado pacifista, democrático y enfocado en el respeto del derecho internacional.
Durante la administración de Luis Alberto Monge, el principio de la neutralidad “perpetua, activa y desarmada” se convirtió en uno de los pilares de la nación.
Una convulsa Centroamérica, en la que asomaba la amenaza de la extensión de los conflictos, motivó la estrategia de poner distancia mediante esa declaración. Pero antes, la abolición del ejército fue fundamental, porque dio coherencia al proyecto de permanecer neutrales durante los conflictos y sobresalir como caso excepcional, diferente de otros Estados neutrales, pero con ejército.
Hoy, conflictos como el de Rusia contra Ucrania ejercen presión sobre las decisiones de los Estados que tradicionalmente se habían mantenido neutrales.
La reciente adhesión de Suecia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es solo una muestra de los nuevos retos que enfrentan las naciones en un ambiente de cambios geopolíticos que amenazan la supervivencia global y colocan en una encrucijada el principio de neutralidad.
El desafío para Costa Rica es la construcción de alianzas sólidas regionales, principalmente,
Conflictos como el de Rusia contra Ucrania ejercen presión sobre los Estados neutrales
que ayuden a robustecer las instancias dedicadas a la resolución pacífica de los conflictos.
Costa Rica, más que un actor pasivo, tiene el deber de liderar iniciativas que promuevan el respeto al derecho internacional y la búsqueda de soluciones que propicien la paz y el bienestar de los pueblos. De esa forma, hablamos de una neutralidad no indiferente, sino activa, amparada por la credibilidad y coherencia de nuestra tradición en política exterior.
La profesionalización del cuerpo diplomático es uno de los recursos para la construcción y el fortalecimiento de alianzas. Con las ideas del constructivismo, los intereses de la nación van a estar enmarcados dentro de la identidad nacional.
Para enfrentar los desafíos, también es necesario volver nuestra mirada a la esencia y los valores que definen nuestra identidad como promotores del respeto en el ámbito internacional.
Una ciudadanía orgullosa, identificada con estos principios, servirá para perpetuar nuestras profundas convicciones de neutralidad, de tradición democrática y de mantenimiento de la paz.■