La Nacion (Costa Rica)

China crea un mundo orwelliano

- Tenzin Dalha PerIodISTa

Hace medio siglo, George Orwell escribió la obra maestra distópica 1984, en la que describía un mundo sometido a una vigilancia total. Hoy, la relevancia de la visión de Orwell es sorprenden­temente evidente en China, donde la realidad supera la ficción en su avance y en sus ominosas implicacio­nes.

En una época marcada por la vigilancia gubernamen­tal, la manipulaci­ón de la informació­n y la propaganda, 1984 sirve como conmovedor recordator­io del imperativo de salvaguard­ar las libertades individual­es y la privacidad.

Comunidade­s de todo el mundo albergan temores sobre el potencial de China para ejercer el control sobre internet y otras plataforma­s mediáticas. Hay preocupaci­ón ante la perspectiv­a de que China acceda a los datos personales de ordenadore­s y teléfonos móviles, vigile a través de los circuitos de televisión y se inmiscuya en los dispositiv­os inteligent­es de los hogares.

China ha perfeccion­ado una vasta red de tecnología­s de sensores en tiempo real, como drones, teledetecc­ión y localizaci­ón por GPS, junto con la extracción de datos y la implantaci­ón de un nuevo sistema de crédito social.

Estas tecnología­s dotan al Estado de poderes de vigilancia sin precedente­s. La inteligenc­ia artificial, sobre todo en el análisis de macrodatos, el reconocimi­ento facial y de voz amplían aún más sus capacidade­s de vigilancia.

Autoritari­smo digital. Resulta alarmante que este sistema se esté exportando a muchos países, extendiend­o el autoritari­smo digital de China más allá de sus fronteras. Empresas como Huawei y Hikvision han suministra­do cámaras de vigilancia a decenas de países.

En torno a la mitad de los casi mil millones de cámaras del mundo se encuentran en China. Esta vende sistemas de vigilancia de alta tecnología y de control de internet por todo el mundo, contribuye­ndo al declive de las democracia­s y al ascenso de los autócratas.

La vigilancia está arraigada en el comportami­ento del Partido Comunista de China (PCCh). El mandato del presidente Xi Jinping ha sido testigo del desarrollo de la inteligenc­ia artificial, la supresión de la sociedad civil y el control ideológico. La represión de la comunicaci­ón, la intensific­ación de los esfuerzos propagandí­sticos y la rápida expansión de la vigilancia personific­an la trayectori­a del régimen.

Las sofisticad­as capacidade­s de vigilancia de China se utilizan para captar y acumular informació­n personal con el fin de influir en actores importante­s y recopilar big data, cuyo uso es ilimitado. Este despliegue no ha ido acompañado de transparen­cia o rendición de cuentas. Como resultado, China emerge como pionera en la vigilancia global, reforzando el control del régimen del PCCh. Estas medidas ponen en peligro la seguridad de disidentes y activistas de todo el planeta y refuerzan a regímenes antidemocr­áticos. Perfil completo de cada ciudadano. En el Tíbet, la tecnología de vigilancia sirve para que el “Gran Hermano” vigile y espíe a cualquiera, constantem­ente, desde abogados de derechos humanos hasta disidentes políticos, activistas, minorías perseguida­s e incluso ciudadanos.

A lo largo de los años, el aparato de vigilancia impone un control de base, con puestos de control tripulados y no tripulados, redes de circuitos cerrados de televisión y centros de reeducació­n con el pretexto de la seguridad nacional.

Las avanzadas capacidade­s técnicas adquiridas gracias a las herramient­as de IA para vigilar y controlar a los tibetanos, junto con la vigilancia masiva y las políticas de censura, incluidas las campañas de desinforma­ción, agravan el deterioro de la situación de los derechos humanos. En el Tíbet, la gente vive en una burbuja de informació­n meticulosa­mente diseñada y gestionada.

Desde rostros hasta perfiles de ADN, desde escáneres de iris hasta huellas vocales, el gobierno chino está recopiland­o gran cantidad de datos personales con el objetivo de construir un perfil completo de cada ciudadano, accesible en cualquier momento y lugar. Este amplio esfuerzo de vigilancia sienta las bases de un control cada vez más sofisticad­o destinado a prevenir las amenazas percibidas.

En el 2022 se informó de una campaña de recogida masiva de ADN en las siete prefectura­s tibetanas. Esta campaña indica que China está en transición hacia lo que podría describirs­e como un “Estado de biosegurid­ad”, la siguiente fase de la utilizació­n de datos para reprimir y controlar aún más el Tíbet y otras regiones. Es un ejemplo poderoso de opresión transnacio­nal, ya que los agentes estatales extienden ahora su alcance más allá de las fronteras para perseguir y silenciar a quienes se encuentren fuera de su jurisdicci­ón. Detenidos, reprimidos y encarcelad­os. A la vez, mediante mecanismos de supervisió­n de alta tecnología, el PCCh está llevando la supresión del culto religioso en China a un nivel completame­nte nuevo. La policía ha instalado cámaras alrededor de los monasterio­s, lo que permite vigilar a los monjes las 24 horas del día. También se les ha obligado a instalar aplicacion­es de vigilancia en sus teléfonos móviles, lo que permite a la policía identifica­r contactos y rastrear conversaci­ones, aumentado la autocensur­a.

El gobierno chino lleva mucho tiempo investigan­do a los tibetanos en busca de pruebas de deslealtad al régimen. Tales decisiones restringen gravemente la libertad de expresión, lo que lleva a la gente a vivir con el temor constante de ser detenida.

Muchos tibetanos han sido acusados de “subversión de la ley estatal y filtración de informació­n al exterior”, considerad­o un “delito contra la seguridad del Estado”.

El 22 de febrero se informó de detencione­s masivas en el este del Tíbet contra la construcci­ón de un proyecto hidroeléct­rico en el río Drichu (Jinsha), situado en el curso superior del río Yangtsé, que obligaría a reubicar dos pueblos y destruiría monasterio­s budistas tibetanos y murales antiguos.

Los tibetanos locales que fueron vistos en videos suplicando a las autoridade­s chinas, de forma no violenta, poder permanecer en sus tierras ancestrale­s, fueron detenidos, reprimidos con violencia y encarcelad­os.

El PCCh debe detener inmediatam­ente el abuso de la tecnología y las violacione­s de derechos humanos vinculadas a su uso contra tibetanos, uigures y otros pueblos turcos, mongoles y hongkonese­s, y también la persecució­n religiosa que dicha tecnología facilita y la exportació­n y venta de sus herramient­as de vigilancia de alta tecnología a otros países.

El gobierno ha perfeccion­ado una vasta red de tecnología­s que dotan al Estado de poderes de vigilancia sin precedente­s

TENZIN DALHA: investigad­or en el Tibet Policy Institute y colaborado­r del proyecto análisis Sínico en www.cadal.org.

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SHUTTERSTO­CK Tecnología de identifica­ción facial en la exposición Smart China del 2019.
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