Las dobles caras del gobierno
Las incoherencias saltan a la vista cuando se analiza caso por caso hasta el despido, recientemente, del ministro Luis Amador
No son dioses mitológicos hindúes de varias cabezas y tampoco utilizan los fasces como símbolo de su partido político (porque, aparentemente, todavía no existe), pero bien lo quisieran.
En la antigua república romana, los fasces consistían en treinta varas de madera atadas y un hacha, que ilustraban el poder absoluto, desde el castigo de la flagelación hasta la muerte, aunque solo el dictador podía ejecutarla en la ciudad.
Este símbolo fue retomado por Benito Mussolini en la década de los treinta, de allí que su régimen fuera caracterizado como fascista. Pero ubiquémonos y no caigamos en la dramaturgia de un filme como Roma, de Fellini, pues el poder al que aspiran los modernos fascistas latinoamericanos apenas produce humildes apoteosis tercermundistas.
Desear el poder absoluto en este lado del Atlántico no depende de cortar cabezas de un modo literal, sino “traducido”. En el pasado europeo, el emperador bajaba el dedo y el gladiador era ejecutado.
En su programa televisivo, Donald Trump tronaba su “You are fired!” (“Estás despedido”), pero, como en el sector público hay debidos procesos, ahora Trump solo dice que “le gustaría ser un dictador por un día” para construir su muro antimigrantes en la frontera sur y seguir perforando en busca de petróleo y gas.
Aquí, las cosas se hacen más solapadas y la aspiración fascista se manifiesta, hasta ahora, solo como “facismo”, palabra que invento en este instante con un toque de humor para referirme a los gobiernos que tienen varias caras, según las circunstancias.
Tipo de cambio. Tomemos como primer ejemplo la caída en picada del dólar. En una entrevista que le hice al presidente Chaves en el 2020, cuando era ministro de Hacienda y yo periodista en el Semanario Universidad, él se refirió al manejo del tipo de cambio y a la no interferencia en la política monetaria del BCCR con el respeto de un desactivador de bombas.
“El gobierno está en una posición de liquidez mucho mejor, y en ese sentido yo sugeriría que no vayamos a abusar de la posición de liquidez por tratar de bajar las tasas o de crear mucha volatilidad y de bajar las tasas de manera abrupta. En ese sentido, vamos a comunicar nuestra estrategia de manera más clara. Estamos utilizando la liquidez que tenemos de una manera que no vaya a dañar ni el tipo de cambio ni el mercado primario de la deuda”, dijo.
Agregó que “efectivamente, el Banco Central es una institución independiente y esa independencia se la ha dado la ley por buenas razones, para asegurarse, entre otras cosas, de que no va a ‘licuar’ la deuda del gobierno, es decir, que no va a emitir (dinero) inorgánicamente para financiar los gastos”.
Esta es una cara. Pero en la que muestra actualmente justifica el daño al tipo de cambio con el argumento de que es un síntoma del “éxito económico de su gobierno”, y si el precio de esta moneda permanece bajo, augura que el país “ganará”. Además, repite que es “respetuoso” de la independencia del Central, pero como ministro de Hacienda convocó a un grupo de economistas y les dijo que, para atender el déficit fiscal, solo tenía dos caminos: uno, que no le gustaba, era acudir al FMI; el otro, para horror de los presentes, que el BCCR realizara emisiones de dinero sin respaldo (inorgánicas) para cubrir el faltante. Esto fue dado a conocer por uno de los asistentes a la reunión, posteriormente, en un webinar organizado por la Asociación Bancaria Costarricense (ABC) el 24 de febrero del 2022.
Si una faz consideró la posibilidad de crear dinero sin respaldo para cubrir el déficit, no es nada loco pensar que otra cara no tenga escrúpulos en usar su influencia para demorar a propósito la baja de la tasa de política monetaria y apreciar el colón, aunque deje al dólar en estado crítico.
Después de todo, forzar que baje la relación de la deuda con respecto al PIB para que así el gobierno pueda soltar el gasto más cerca de las elecciones del 2026 solo demostraría que el fin justifica la faz. Y, en este caso, el fin sería revivir el ciclo político.
Pero las dobles faces pueden cumplir su papel solo en la medida en que los hechos no las hagan perder credibilidad. Es lo que parece estar ocurriendo ahora.
Compañías despiden personal que no pueden mantener con el tipo de cambio vigente, prácticamente no hay cámara empresarial que no haya confirmado el impacto negativo de la insólita caída del dólar, y el índice mensual de la actividad económica recientemente publicado por el BCCR indica que el conjunto de la economía se está ralentizando.
Además, hay menos personas ocupadas y baja el desempleo, pero solo porque más pierden el ánimo de salir a buscar trabajo cuando leen el cartel colgado en el mercado: “Abandonad toda esperanza, vosotros los que entráis”.
Abundancia de faces. En el mundo del “facismo”, toda realidad es posible y nada se sabe con certeza, ni siquiera cuántas faces puede tener el Ejecutivo.
Bajo el gran título de “Freno a la corrupción”, el plan del hoy gobierno decía cosas como “sanciones más duras para los corruptos: para el que paga y para el que recibe. Castigos fuertes e inmediatos”, “nada de renegociar licitaciones ya adjudicadas”, “todas las compras serán electrónicas por el Sicop. Nada de adjudicaciones directas o amañadas”.
Esta semana, sin embargo, a raíz de que el emperador “bajó el dedo” al ministro Luis Amador, el diputado Daniel Vargas hizo un recuento en el plenario de los múltiples casos en que una cara dice una cosa y otra, todo lo contrario.
En la licitación para reparar la pista del aeropuerto de Liberia, los jerarcas del MOPT y el Conavi supuestamente hicieron un “traje a la medida” para la empresa ganadora, pero Vargas recordó que, en el caso de la licitación del Sinart, no solo el traje fue diseñado a la medida, sino que lo llevaba puesto el diseñador, por iniciativa de la Casa Presidencial.
En el debate público con la contralora, Marta Acosta, el presidente trató inútilmente de justificar, entre otras cosas, que el proyecto de la Ciudad Gobierno se efectuara usando una vía corta, más a la medida de su voluntad.
Y la designación de Dekra, más directa no pudo ser, con un aumento de precio a última hora incluido, y sin despido ni castigo para alguien.
Las incoherencias no parecen terminar, pero, mientras tanto, las caras del gobierno nos tienen como mirando un partido de tenis, moviendo la cabeza para acá y para allá, atentamente escuchando lo que dicen unos en contra de otros y al país fabricando memes y especulando sobre quién será el villano o si se tratará de un pleito entre un tentáculo del mal contra otro, porque es preferible reír que llorar.
Es inevitable comparar “esto” con el proceder de la expresidenta Laura Chinchilla en el caso de la trocha fronteriza. No solo lo denunció públicamente y ante la Fiscalía ella misma, sino que no le dio la oportunidad al ministro respectivo de eludir su responsabilidad política y lo separó cuando el funcionario se encontraba en el país, es decir, al alcance de la justicia.
Chaves, por el contrario, solo dijo haber enviado “una relación de hechos” al Ministerio Público cuando Amador se encontraba en Canadá, país que no tiene extradición con Costa Rica, sin haber puesto en alerta formal a la Fiscalía.
¿Lo hizo para propiciar que se quedara allá y quemarlo electoralmente? ¿No imaginó que el exfuncionario volvería para recoger no sabemos qué y prometer, como Terminator, “I’ll be back”? ¿O lo que realmente dijo el exministro fue “hasta la vista, baby”?
Tampoco lo sabemos, porque en la realidad paralela del “facismo” criollo nada es verdad ni es mentira, y ni siquiera depende del cristal con que se mire, sino de a quién “agarre”, finalmente, la Fiscalía, si fuera el caso.