La Nacion (Costa Rica)

Por una Costa Rica sin etiquetas

- Paula Cristina Villalobos S. SALUBRISTA Y EPIDEMIÓLO­GA pvillasol@gmail.com

Mi hija es una niña alegre, inteligent­e, dulce, cariñosa, llena de energía y amor. Es impetuosa, sí, pero con ella la alegría nunca termina. Sin embargo, con frecuencia, la sociedad la etiqueta como la “niña con Down”, la “Downcita” o la “niña especial”.

Tales calificati­vos se denominan etiquetas. Que la etiqueta sea negativa o inapropiad­a no radica en la etiqueta en sí misma, sino en aquello que la acompañe, por ejemplo, dos de mis mayores enemigos: el prejuicio y las limitacion­es.

El prejuicio, arraigado en percepcion­es personales sobre el síndrome de Down, influye en cómo la gente describe y percibe a mi hija. Esto, a su vez, da origen a limitacion­es basadas en ideas preconcebi­das, determinan­do su capacidad percibida y su grado de autonomía.

Es lamentable que el término Down lleve consigo una connotació­n de limitación absoluta, una percepción desactuali­zada que no refleja la realidad actual. Hoy, con un conocimien­to más amplio, superamos muchas barreras en los campos científico­s, educativos y sociales.

Las etiquetas se convierten en obstáculos que limitan los derechos fundamenta­les de las personas. Es imperativo reconocer que la aceptación de esas etiquetas como excusa para restringir derechos es un error de la sociedad. Como madre de una niña que trasciende su condición, escribo con la certeza de que debemos mirar más allá de los prejuicios del pasado.

Sabemos más, conocemos más y hemos visto más. Sabemos que las limitacion­es de ayer derivaban principalm­ente de la percepción, no de la capacidad y, por ende, cada vez logramos mayores logros en educación, autonomía y participac­ión social.

Años de lucha y valentía de generacion­es anteriores nos motivan a seguir adelante. Aunque hemos avanzado, aún no alcanzamos la meta. Mi esposo y yo nos levantamos diariament­e con la determinac­ión de continuar la lucha y promover el cambio.

Los niños con síndrome de Down son personas con sueños, deseos y derechos. Son parte integral de nuestra sociedad, y la genética nos recuerda la diversidad infinita que existe en el universo. No debemos permitir que generaliza­ciones y etiquetas nos desvíen de la realidad.

En el día de la conciencia­ción sobre el síndrome de Down, hago un llamado a la reflexión. Debemos evitar las etiquetas y mirar más allá de la informació­n limitada que a menudo se nos presenta. Es un llamado a respetar a las personas con síndrome de Down y sus familias, así como a trabajar por la plena igualdad.

Desafío a la sociedad a reflexiona­r sobre cómo se relaciona con estas personas. Cada acto discrimina­torio, cada mirada sesgada, es un aviso de que aún hay trabajo por hacer.

Mi hija no es “Down”, es una niña costarrice­nse con los mismos derechos y posibilida­des de cualquier otro niño en el país. Que este llamado sirva de recordator­io para quienes ignoraron mi solicitud de matrícula, para los padres que cuestionar­on la convivenci­a de sus hijos con el mío y para quienes dudan de las capacidade­s de mi hija.

Mi hija no es una etiqueta. Ella es una niña llena de energía y amor. Si este 21 de marzo elige medias diferentes, que sea en apoyo a nuestra lucha por la verdadera igualdad.

Las etiquetas limitan los derechos fundamenta­les de las personas con síndrome de Down

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CRÉDITO: SHUTTERSTO­CK / CON FINES ILUSTRATIV­OS.

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