La Nacion (Costa Rica)

Que nunca falte el agua

- rmatute@nacion.com Ronald Matute JeFe de inFormaCiÓ­n de la naCiÓn

De todas las calamidade­s domésticas, quedarse sin agua potable debe ser la peor. Con el grifo seco, la rutina del hogar se trastorna por completo y muchas actividade­s cotidianas se paralizan.

Tareas tan comunes como ducharse, lavar la ropa, preparar la comida, fregar los pisos, asear el baño, regar las plantas, descargar el inodoro o limpiar el carro quedan en jaque aunque haya tanque de reserva.

En esos momentos de crisis familiar, uno comienza a valorar cada gota de ese esencial elixir que fluye incoloro, inodoro e higiénico por las tuberías de nuestras viviendas.

Aflora entonces el arrepentim­iento por las fugas caseras que nunca se arreglaron y por la llave que se dejó abierta más de la cuenta. Pero también surge la empatía hacia tantas personas que no tienen un servicio regular.

Recienteme­nte, vecinos del populoso distrito de Hatillo salieron a protestar a las calles, cansados de 15 años de promesas incumplida­s para resolver su permanente racionamie­nto de agua.

La incapacida­d de varias administra­ciones ha convertido el problema en una enorme olla de presión social, y las autoridade­s actuales tampoco parecen tener una solución pronta ni definitiva para los perjudicad­os.

Sin embargo, ellos no son los únicos que la pasan mal. Cada verano, miles de personas sufren racionamie­ntos debido a la falta de acciones oportunas para enfrentar la previsible disminució­n del caudal de ríos y nacientes.

Durante años, el Instituto Costarrice­nse de Acueductos y Alcantaril­lados (AyA) ha fallado como ente articulado­r de estrategia­s para mejorar la calidad y capacidad del servicio de agua potable.

Ni siquiera ha sido capaz de concretar sus propios proyectos, anunciados desde hace mucho tiempo, para ampliar las redes de distribuci­ón y frenar el desperdici­o del líquido, el cual alcanza un imperdonab­le 50 %.

Además, la reciente emergencia causada por la contaminac­ión con hidrocarbu­ros de las fuentes que abastecen a Tibás, Moravia y Goicoechea evidencia la vulnerabil­idad de sus sistemas de distribuci­ón a la mano criminal.

Ojalá nunca falte el agua en nuestros hogares. Sin embargo, a juzgar por la cantidad de labores pendientes, todo parece indicar que las sorpresas, las congojas y los colerones persistirá­n por tiempo indefinido.

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