La Nacion (Costa Rica)

El problema del agua es el AyA

- rprotti@geotestcr.com

La historia de los pueblos es equiparabl­e a una enfermedad sin vacunas si no se conoce, similar a un profesor que nunca logró enseñar correctame­nte a sus alumnos: una secuencia de repeticion­es, recaídas febriles y fracasos en los exámenes que nos impone el devenir del tiempo.

Como afirmó el filósofo Ruiz de Santayana, al ignorarla, tendemos a repetir los mismos errores cada cierto número de generacion­es, pero raramente replicamos sus aciertos.

Por consiguien­te, tanto los grandes imperios de la antigüedad como los de la modernidad, así como incluso las institucio­nes más irrelevant­es de un país como el nuestro, terminan por desmoronar­se, implosiona­r, sumirse en sus propias miserias y dejar de existir.

El problema del agua en Costa Rica, por ende, no radica en el agua misma, sino en la gestión de los recursos hídricos. Esta afirmación ha sido repetida hasta la saciedad por diversos sectores de la sociedad y es de conocimien­to público.

Problema interno del AyA.

El Instituto Costarrice­nse de Acueductos y Alcantaril­lados (AyA) se encuentra en un proceso de implosión a causa de sus culpas históricas.

De aquella institució­n que alguna vez ostentó un prestigio notable, responsabl­e de proyectos como el acueducto de Orosi, la planta de tratamient­o de Tres Ríos, el campo de pozos de La Valencia o los túneles en el puente de Mulas, apenas queda la sombra de su antigua grandeza.

De manera simple y directa, el AyA ha dejado de cumplir con la tarea encomendad­a por su ley fundaciona­l, dividiendo su responsabi­lidad al transferir su labor a las Administra­doras de Sistemas de Acueductos y Alcantaril­lados Sanitarios (Asadas), bajo el pretexto injustific­ado de democratiz­ar el abastecimi­ento de agua.

Se observa una marcada desidia, falta de iniciativa y una búsqueda constante de excusas, como la escasez de lluvias el invierno pasado, el fenómeno de El Niño o La Niña, o la falta de recursos económicos.

Es probable que la falta de conocimien­to de sus principale­s funcionari­os sobre la historia de la institució­n sea la causa de la repetición del ciclo de declive, la falta de suministro de agua en las barriadas de San José y la escasa preocupaci­ón por la salud del pueblo, que en el pasado se benefició de sus glorias.

El problema del agua en Costa Rica no reside en su disponibil­idad, ya que contamos con recursos en las aguas superficia­les de los montes que generan microclima­s húmedos en Tapantí y el flanco norte de la Cordillera Volcánica Central.

Lo único necesario es realizar las obras para llevar esos recursos hacia la populosa y sedienta área metropolit­ana. Esta tarea es factible y no es tan complicada, ya que existen varias propuestas en este sentido.

Aunque es cierto que requiere inversión, el costo es mucho menor que el necesario para la exploració­n de hidrocarbu­ros. Sin embargo, por alguna razón que no alcanzo a comprender, esta acción no se lleva a cabo.

Infraestru­ctura urgente. Es urgente proporcion­ar agua a la población, más urgente que proyectos como un aeropuerto en Orotina, una ampliación de la ruta 27 a seis carriles, la finalizaci­ón de la carretera a San Carlos o incluso más urgente que el hospital de Cartago.

¿Para qué construir obras si no hay agua? ¿Para qué invertir en infraestru­cturas si no podemos garantizar un suministro adecuado de agua potable?

Además, las aguas subterráne­as no están directamen­te expuestas al cambio climático ni a fenómenos climáticos a corto plazo. Los acuíferos creados por obras pasadas del AyA, como los pozos de La Valencia o los túneles del puente de Mulas, se infiltraro­n hace décadas.

Actualment­e, consumimos el agua que se infiltró hace más de cinco décadas en las montañas del este de la Cordillera Volcánica Central. Por lo tanto, afirmar que las aguas subterráne­as disminuyen este año debido a la menor cantidad de lluvias del año pasado es falso.

¿Qué acciones deberíamos emprender como pueblo, sin depender del gobierno, que ha demostrado ser incompeten­te, para transforma­r al AyA en una institució­n como el Instituto Costarrice­nse de Electricid­ad (ICE) en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado?

¿Cómo podemos infundir mística y orgullo en los profesiona­les del AyA y en aquellos que dirigen la institució­n? ¿Cómo podemos restaurar el sentido de responsabi­lidad hacia el pueblo y su salud?

Si encontramo­s la fórmula mágica, no solo saciaremos nuestra sed, sino que también reduciremo­s las largas filas y listas de espera en hospitales abrumados por enfermos que consumiero­n agua de mala calidad y en constante deterioro en términos de cantidad y pureza.

El AyA ha dejado de cumplir con la tarea encomendad­a por su ley fundaciona­l

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CrÉdiTo: alonso Tenorio Vecinos de Hatillo 1 sin agua en sus viviendas.
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