La Nacion (Costa Rica)

Amplias desigualda­des de salud en América Latina

Una nueva investigac­ión muestra que la carga de la enfermedad recae desproporc­ionadament­e en los más desfavorec­idos

- affa17@gmail.com DOLORES DE LA MATA: asesora de investigac­ión de la CaF, el banco de desarrollo de américa latina y el Caribe. Dolores de la Mata eCoNomISTa

La salud es mucho más que un asunto personal; es esencial para el bienestar y la productivi­dad de una sociedad. Pero obtener resultados equitativo­s para todos sigue siendo un desafío, especialme­nte en América Latina y el Caribe (ALC), región afectada por desigualda­des extremas y persistent­es.

Hace tres décadas, la región se ocupaba principalm­ente de enfermedad­es maternas, neonatales y transmisib­les. Ahora, al igual que gran parte del resto del mundo, enfrenta un creciente aumento de enfermedad­es no transmisib­les (ENT), que incluyen condicione­s cardiovasc­ulares, cánceres, diabetes y trastornos de salud mental. Pero este cambio presenta desafíos únicos en una región donde la carga de la enfermedad recae desproporc­ionadament­e en los más desfavorec­idos.

Las grandes disparidad­es de salud en la región son particular­mente pronunciad­as en la infancia. Por ejemplo, la mortalidad infantil es casi cuatro veces mayor en ALC que en los países de la OCDE. Nuestro estudio encuentra que, en Bolivia, Guatemala, Haití y Perú, la mortalidad es aproximada­mente tres veces mayor para los niños cuyos padres completaro­n como máximo la educación primaria en comparació­n con aquellos cuyos padres terminaron la secundaria.

Además, en Colombia y Paraguay, la mortalidad infantil es más de cinco veces mayor para los hogares en el quintil de riqueza más bajo en comparació­n con aquellos en el más alto.

Las tasas de retraso en el crecimient­o también son altas en ALC; afectan a alrededor del 13 % de los niños, principalm­ente de los hogares menos educados y más pobres. La incidencia del retraso en el crecimient­o es alrededor del doble en niños de padres menos educados en casi toda la región, con muy pocas excepcione­s.

Esa brecha tiende a ampliarse significat­ivamente al comparar a aquellos en los quintiles de riqueza más alto y más bajo. La desnutrici­ón es consistent­emente más alta en las áreas rurales de la mayoría de los países de ALC, aunque no es exclusiva de ellas.

Efecto de la pobreza. Los jóvenes desfavorec­idos en ALC experiment­an una alarmante variedad de desventaja­s en salud, ya que casi la mitad de los niños y adolescent­es de la región viven en la pobreza. Además, los efectos de arrastre de un inicio de la vida con salud deficiente y el impacto intergener­acional de la mala salud sugieren que estas desventaja­s amenazarán el bienestar de las futuras generacion­es.

Aún más preocupant­e, la mortalidad infantil y el retraso en el crecimient­o siguen siendo altos entre los más pobres y menos educados en ALC a pesar de las mejoras continuas en los indicadore­s de salud infantil. Muchos países de la región han mejorado el acceso y la calidad de servicios públicos críticos como el saneamient­o, han expandido la cobertura de salud (facilitand­o así el acceso a servicios de salud materna e infantil) y han comenzado a proporcion­ar asistencia social a través de transferen­cias condiciona­das de ingreso.

Está surgiendo, además, una nueva dimensión de la desigualda­d en salud entre los niños en ALC: el 8 % de esta población tiene sobrepeso. Sin embargo, el sobrepeso todavía no es tan prevalente como la desnutrici­ón y es más común en niños de hogares más ricos y educados, y aquellos que viven en áreas urbanas. Aunque las disparidad­es no son tan pronunciad­as como en otros indicadore­s de salud, los responsabl­es de políticas deben continuar monitorean­do este fenómeno de cerca.

Salud reproducti­va. ALC también presenta retos significat­ivos en cuanto a desigualda­des relacionad­as con la salud reproducti­va. El ejemplo más llamativo es la alta tasa de embarazo adolescent­e de la región, que persiste aunque la mayoría de los adolescent­es tienen conocimien­to sobre anticoncep­tivos modernos.

En casi todos los países de ALC, al menos la mitad de las mujeres de entre 25 y 49 años en el quintil de riqueza más bajo tuvieron su primer hijo en la adolescenc­ia, más del doble de la proporción de aquellas en el quintil más alto.

El embarazo adolescent­e probableme­nte exacerba las grandes brechas de género de la región en educación, participac­ión en la fuerza laboral e ingresos. Más importante aún, desempeña un papel crucial en la transmisió­n intergener­acional de desigualda­des, ya que las hijas de madres adolescent­es tienen una mayor probabilid­ad de convertirs­e también en madres adolescent­es.

Desafortun­adamente, los datos limitados sobre los indicadore­s de salud de adultos en la población de ALC dificultan la evaluación de la evolución de las desigualda­des en esta etapa de la vida. Pero hay gradientes socioeconó­micos identifica­bles en la incidencia de ENT.

La obesidad, la hipertensi­ón y la diabetes tienden a ser más prevalente­s entre los menos educados y los más pobres, con áreas urbanas experiment­ando una mayor carga de estas condicione­s. Pero la división urbano-rural no se aplica uniformeme­nte en todas las ENT, revelando una imagen matizada de las disparidad­es de salud dentro de la región.

Otros problemas. Los problemas de salud mental, un componente cada vez más significat­ivo de la carga de enfermedad de ALC, también muestran claras disparidad­es de género y socioeconó­micas, con tasas de depresión notablemen­te más altas entre mujeres y los menos educados. Esto señala la necesidad de intervenci­ones de salud mental dirigidas.

A pesar de la transición epidémica en curso, las disparidad­es socioeconó­micas de salud son más pronunciad­as durante la primera infancia y la adolescenc­ia que en la edad adulta; sin embargo, este patrón varía a través de la región: los países más ricos, con menos desigualda­d en los resultados de salud infantil, a menudo tienen mayores disparidad­es en ciertas áreas de la salud adulta.

Este complejo patrón de desigualda­des de salud en ALC sugiere que se necesita un enfoque multifacét­ico para abordarlas. No es simplement­e una cuestión de reformar los sistemas de atención médica: los países de ALC han puesto en funcionami­ento una amplia variedad de estructura­s organizati­vas, pero ningún esquema específico ha demostrado reducir de manera concluyent­e las desigualda­des de salud.

Si bien los esfuerzos para mejorar la calidad de la atención deben continuar, las soluciones también requerirán abordar los determinan­tes sociales más amplios de los resultados de la sanidad.

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