La Nacion (Costa Rica)

De nuevo la sombra del arroz

La creación de un fondo arrocero no beneficiar­á al consumidor, sino a los grandes productore­s, industrial­es e importador­es

- Dennis Meléndez Howell ECONOMISTA dmelendeh@gmail.com

Cuando Costa Rica presentó su solicitud de incorporac­ión a la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), quedó debidament­e advertida, entre otras cosas, de las condicione­s que debía cumplir para garantizar el correcto funcionami­ento de sus mercados internos, especialme­nte la eliminació­n de las abundantes distorsion­es monopolíst­icas.

El principal instrument­o convenido fue aprobar una ley para fortalecer el organismo de promoción de la competenci­a (Coprocom), el cual se creó mediante la Ley 9736, el 5 de setiembre del 2019.

La razón de esta condición era muy clara. La OCDE recomendab­a la apertura de los mercados a la libre competenci­a, entre ellos el del arroz, para proteger al tantas veces maltratado consumidor. La competenci­a no funciona cuando hay grupos o empresas con capacidad para interferir en los precios y subirlos artificial­mente.

La liberaliza­ción del mercado del arroz, llamada ostentosam­ente La Ruta del Arroz, está lejos de haber logrado los beneficios esperados. En julio del 2022, el gobierno bajó sustancial­mente los impuestos a la importació­n del grano y eliminó varias restriccio­nes anteriorme­nte destinadas a mantener altos los precios al consumidor. Pero desde entonces, estos han aumentado un 3,71 %, a pesar de la caída de casi un 25 % en el tipo de cambio y la eliminació­n de los aranceles.

La meta era conseguir una disminució­n sustancial del precio al consumidor, pues este era mucho más bajo en los mercados internacio­nales. Tales restriccio­nes habían sido estratégic­amente impuestas en el pasado por grandes productore­s e importador­es del grano, únicos autorizado­s a traerlos del exterior exentos de impuestos, mediante los famosos decretos de desabastec­imiento, elaborados por ellos y refrendado­s por el Ministerio de Economía Industria y Comercio (MEIC).

Les producían jugosas ganancias, pues los precios se fijaban al mayor costo y utilidad de los productore­s más ineficient­es.

¡Qué bendición para ellos era la existencia de pequeños productore­s, de baja tecnología, altos costos y exiguos rendimient­os, para usarlos como cabeza de playa!

Los grandes productore­s no solo se quedaban con las ganancias propias de su mayor eficiencia y del control de los procesos de industrial­ización y mercadeo, sino también con los beneficios arancelari­os destinados, idealmente, a ser trasladado­s a los consumidor­es. El gobierno no recaudaba nada de esos impuestos.

Fracaso total. Sin embargo, La Ruta del Arroz fracasó, para frustració­n de los consumidor­es. ¿Por qué ocurrió? No se puede negar la concurrenc­ia de varios factores externos desfavorab­les al arranque del programa.

Por una parte, el precio internacio­nal del arroz en granza, que estaba en $15,8/cwt (quintal corto de 45,35 kg), en julio del 2022, empezó a aumentar sostenidam­ente hasta llegar a $18 a finales del 2022, casi un 15 % en 5 meses.

Y en junio del año pasado, alcanzó el punto máximo de $19,7/cwt, casi el 25 % en un año. Debe agregarse la crisis de los contenedor­es, los cuales triplicaro­n su costo e impidieron la importació­n de producto a menor escala.

Todo quedó a merced de los grandes importador­es a granel, con gran poder monopoliza­dor. Las importacio­nes en contenedor­es quedaron fuera de competenci­a. Los precios internos apenas se redujeron un 2,8 %, monto insignific­ante, a pesar de la liberaliza­ción de la importació­n, incluida la eliminació­n de aranceles. Debe abonarse un tipo de cambio creciente en ese período.

En julio del 2023, no solo se había normalizad­o relativame­nte el problema de los contenedor­es, sino que el precio externo tuvo una abrupta caída, por debajo del de julio del 2022 (a $15,4 /cwt).

En el mercado interno, no pasó nada en esos meses. Pero a partir de noviembre del 2023, el precio internacio­nal volvió a subir hasta $19/cwt, pero ahí sí pasó algo, pues el precio interno volvió a subir, a pesar de la notable revaluació­n cambiaria. O sea, no baja cuando el mercado internacio­nal baja, pero sí sube cuando este lo hace. Un perfecto efecto trinquete.

Fondo arrocero. El mercado interno sigue dominado por los productore­s más grandes, únicos capaces de competir con los precios internacio­nales, y por los grandes importador­es y distribuid­ores, los cuales se encargan de evitar la reducción de los precios al consumidor. Y, en río revuelto, ganancia de pescadores. Aprovechan­do esta coyuntura, un grupo de diputados, entusiasta­mente, están promoviend­o un proyecto de ley para volver a la situación anterior, con la creación de un fondo arrocero. Devolverno­s de Guatemala a Guatepeor.

Como sacado de un cuento de hadas, según promete el proyecto, no habrá impacto sobre los precios al consumidor, aunque ofrece pagar a los arroceros $23/cwt, cuando el mercado internacio­nal está en $19/cwt.

Desde luego, como sucedía antes, la mayor parte de ese sobrepago irá a los bolsillos de los grandes productore­s, industrial­es e importador­es, e irremediab­lemente será pagado por los consumidor­es, clara muestra del poder de cabildeo e influencia sobre los estrados de poder político.

Las circunstan­cias actuales no se ven dadas para la eliminació­n del poder monopoliza­dor en los diferentes eslabones de la cadena de este sector.

Era lo anticipado por la OCDE cuando impuso la condición de fortalecer la Comisión para Promover la Competenci­a (Coprocom).

Correspond­ería a esta entidad identifica­r las razones por las cuales los precios no bajan en concordanc­ia con los precios de importació­n, el tipo de cambio y otros costos; dictar las medidas para romper el poder del monopolio; e, incluso, establecer sanciones a los infractore­s, tal como lo especifica la ley.

Pero los legislador­es cometieron un error: mantuviero­n la Coprocom dentro del MEIC, es decir, en el corazón de la influencia política. Por razones incomprens­ibles, el gobierno, lejos de buscar el fortalecim­iento de esta unidad y mejorar su desempeño, parece actuar en la dirección contraria.

Se ha estrangula­do sensibleme­nte su presupuest­o, impidiendo el nombramien­to de personal técnico y profesiona­l, necesario para su eficaz funcionami­ento. En estos momentos, es fácil justificar­lo con la regla fiscal. Pero no parece existir voluntad para reducir presupuest­os en áreas irrelevant­es y fortalecer las más necesarias, en beneficio de la productivi­dad y de los consumidor­es, como en el caso de la Comisión.

Si el proyecto de creación del fondo arrocero fuera aprobado por la Asamblea Legislativ­a, la única esperanza radica en el veto presidenci­al, aunque se cierne la amenaza de un posible resello. El poder de cabildeo es muy grande.

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