La Nacion (Costa Rica)

Tica ayudó a descubrir mutaciones relacionad­as con enfermedad rara

› mónica Penón es pediatra especialis­ta en genética y trabaja en Seattle, EE. uu.

- Irene Rodríguez S. irodriguez@nacion.com

La costarrice­nse Mónica Penón Portmann es parte de un grupo de científico­s que descubrió mutaciones decisivas en un gen que está directamen­te relacionad­o con una enfermedad rara. Los resultados de esta investigac­ión fueron publicados en la revista HGG Advances.

Penón, de 39 años, se graduó primero en Química, en Estados Unidos, y luego regresó a Costa Rica, donde estudió Medicina y se especializ­ó en Pediatría en la Universida­d de Costa Rica y el Hospital Nacional de Niños (HNN). Posteriorm­ente, estudió Genética clínica y se subespecia­lizó en errores innatos del metabolism­o. Hoy, trabaja en el Hospital de Niños de Seattle, en EE. UU. y es profesora en la Universida­d de Washington.

Desde que estudiaba Pediatría, la costarrice­nse se interesó particular­mente en un grupo de enfermedad­es del depósito de metales en el cuerpo (como el hierro y el cobre, entre otros). Y, es precisamen­te, uno de estos trastornos el que llevó al hallazgo de esta mutación.

Mientras ella realizaba su posdoctora­do en la Universida­d de California, en San Francisco, conoció a una familia con una niña que estaba afectada por una enfermedad que no tenía diagnóstic­o. Nadie sabía qué le pasaba.

La única pista la daban resonancia­s magnéticas de su cerebro, donde se veía que había depósito de metales, específica­mente de hierro.

Gracias a recursos que hay para genetistas en Internet, lograron dar con otros científico­s en diferentes partes del mundo y se percataron de que había otras cuatro pacientes con caracterís­ticas muy similares.

Los cuatro casos eran femeninos y sus edades al momento del inicio de la investigac­ión oscilaban entre el año y 8 meses, y los 19 años. Ninguna de estas mujeres tenía relación de parentesco.

Las pacientes mostraron retraso en el desarrollo de habilidade­s como sentarse, ponerse de pie, caminar o hablar. Dos de ellas eran epiléptica­s y una había tenido una única convulsión.

Desafortun­adamente, dijo la científica, esta enfermedad es devastador­a y puede ser mortal. De hecho, una de las pacientes falleció durante el proceso de investigac­ión. Las tres que sobreviven no tienen calidad de vida.

Las pesquisas. A todas las participan­tes se les tomaron muestras de sangre para hurgar entre sus genes. Se hizo una secuenciac­ión genética grande para encontrar variantes patogénica­s (mutaciones).

Encontraro­n que las variantes estaban asociadas a un gen llamado FTH1 que trabaja con una proteína llamada ferritina, una de las encargadas de guardar y transporta­r el hierro, y que no tuvieran una función normal.

“Los genes son como oraciones que tienen un sentido y una instrucció­n. Estas variantes cambiaban las instruccio­nes y hacían que la oración terminara de forma temprana y no tuviera sentido”, explicó la genetista costarrice­nse.

Estas variantes reciben el nombre de “de novo”, es decir, no fueron heredadas de ninguno de sus progenitor­es. Los genes cambiaron por primera vez en las pacientes.

Donaciones de las familias permitiero­n la recolecció­n de fibroblast­os de la piel, estos son células que contribuye­n a la formación de tejido conectivo. Este tejido es un material celular fibroso que soporta y conecta otros tejidos u órganos. Estos son los encargados de la producción de colágeno.

Ahí fue cuando vieron que en los diferentes tejidos había un exceso de depósito de hierro. Así pudieron demostrar la asociación entre estas variantes y el depósito de hierro en el cuerpo. Y estos cambios genéticos hacían que las proteínas tuvieran funciones extra.

“La proteína aumenta su función, cambia la estructura y no puede sostener el hierro bien. Entonces, este se deposita en los diferentes tejidos”, expresó la científica.

La genetista aclaró que el hierro es importantí­simo para el organismo, y tiene funciones como la formación de la hemoglobin­a, sustancia vital para el transporte del oxígeno en la sangre.

También trabaja en la regulación de la temperatur­a del cuerpo, en el trabajo de la tiroides y en las actividade­s cerebrales. El asunto es que debe haber balance, tanto el exceso como el faltante pueden tener consecuenc­ias.

Finalmente, utilizaron un nuevo tipo de tratamient­o con unas moléculas que se unen al ARN (ácido ribonuclei­co), que es el encargado de codificar la proteína y logran silenciar esa copia del gen.

En los experiment­os in vitro, se logró capacitar de nuevo la función de la proteína.

“Esto podría allanar el camino de estas enfermedad­es que en este momento no tienen ningún tratamient­o, y son devastador­as y neurodegen­erativas”, puntualizó.

Entender la enfermedad. En estos días, Penón busca más pacientes con estas caracterís­ticas. Estos cinco casos fueron los primeros reportados en el mundo, pero es muy probable que haya más sin diagnóstic­o.

Encontrar más pacientes con síntomas similares y luego determinar si tienen estas variantes genéticas es vital, no solo para ayudarles y acompañarl­os con su enfermedad.

También servirá para hacer registros y entender mejor la historia natural del padecimien­to, las diferencia­s en la presentaci­ón de la enfermedad (si todos manifiesta­n el mismo rango de síntomas y en qué intensidad) y la “arquitectu­ra genética”.

Esto también llevaría a tratar de comprobar las hipótesis anteriores del estudio anterior y saber si se está a las puertas de opciones de tratamient­o.

“Los pacientes pueden estar en muchos lugares del mundo donde no hay acceso a exámenes diagnóstic­os como los hay en Estados Unidos”, afirmó la joven escazuceña.

Incluso, ella dio el ejemplo de Costa Rica, donde los pediatras no tienen la posibilida­d de pedir estudios genéticos amplios como en el país norteameri­cano; ahí hay resultados en una semana.

En enfermedad­es tan raras, por su escasa frecuencia, para demostrar que el medicament­o es eficaz debe conocerse bien la historia natural de la enfermedad sin tratamient­o y tener bien definidos los “marcadores” (cambios) que van a buscarse para determinar que el tratamient­o sí funciona. Sin embargo, el obstáculo es que, en muchas ocasiones, la detección temprana es decisiva para que el tratamient­o funcione.

Penón dijo que estos trabajos son el resultado de 18 años de estudio y trabajo. Ella quiere servir a las familias con enfermedad­es raras, pero también investigar para entender mejor los padecimien­tos.

Además, quiere seguir colaborand­o con Costa Rica, analizar las brechas, trabajar para lograr mejores diagnóstic­os y acceso a tratamient­o.

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Mónica Penón Portmann es pediatra y genetista especialis­ta en enfermedad­es raras. La joven costarrice­nse contribuyó en el hallazgo de una mutación. CorTESÍA
 ?? ?? Mónica Penón (primera a la izquierda) con el equipo de trabajo del Hospital de Niños en Seattle, Estados Unidos. CorTESÍA ErIK STuHAuG
Mónica Penón (primera a la izquierda) con el equipo de trabajo del Hospital de Niños en Seattle, Estados Unidos. CorTESÍA ErIK STuHAuG

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