La Nacion (Costa Rica)

Plagio de plagios

- Rafael Ángel Herra FilÓsoFo rafaelange­l.herra@gmail.com

Un buen amigo, excelente en la argumentac­ión, decía, mientras saboreábam­os un capuchino, que todo es plagio en el vasto campo de los discursos. El tema, viejo e irresuelto, saltó al gran público hace poco.

Me refiero a las afirmacion­es del lingüista y activista político Noam Chomsky, quien apuntó directamen­te el corazón de la inteligenc­ia artificial afirmando que esta forma de disponer del conocimien­to hinca sus raíces en un gigantesco plagio, sí, plagio sin límites de la informació­n almacenada a lo largo y a lo ancho de la internet: “plagio de alta tecnología”, como lo llama.

No sé hasta qué punto tiene razón Chomsky si uno compara el mecanismo señalado por él con la historia de la cultura. Nadie puede ignorar un hecho: la cultura funciona como una red de saber y de prácticas compartida­s incluso antes de los primeros relatos fijados en las tablillas cuneiforme­s sumerias, hasta hoy, para mencionar solo de paso las tradicione­s orales previas y paralelas a la escritura y sus metamorfos­is incesantes.

La herencia del saber y del arte, el contenido y las formas, técnicas y tecnología­s, van pasando de unos a otros. Se debe reconocer que la cultura y la civilizaci­ón se tejen en un mecanismo de préstamos sin fin.

Lo del ChatGPT, Gemini y otros robots de inteligenc­ia artificial que aparecerán en el futuro no son más que modalidade­s instrument­ales refinadas para pescar en el casi ilimitado territorio de la cultura y cocinar nuevas recetas con los mismos ingredient­es. Se dice rápido, pero ¿es tan simple?

Punto de distinción. Recordemos el origen etimológic­o-histórico de la palabra plagio, según el DLE: Del latín tardío plagium, “acción de robar esclavos”, “acción de comprar o vender como esclavos a personas libres”, y este del griego plágios, “oblicuo”, “trapacero, engañoso”. También, “acción y efecto de plagiar (copiar obras ajenas)”.

Enseguida, el Diccionari­o extiende el sentido con estos sinónimos: copia, calco, remedo, reproducci­ón, imitación.

En la cultura todo es plagio… ¿en el sentido de rapto o apropiació­n de derechos legítimos de otros? Con esto hemos vuelto a la duda planteada por mi amigo y colega Albino Chacón.

Frente a la universal rapiña que constituye la cultura —rapiña espontánea, orgánica, necesaria, inevitable en el desarrollo del saber—, hay un punto de distinción: si un colega me toma prestada, sin citar mi nombre, una idea o teoría nueva que no se ha fijado por escrito antes de mi invención, o se apropia de un invento técnico o de un descubrimi­ento como el de la electricid­ad, estamos en presencia monda y lironda de plagio en el sentido duro de rapto, bajo la sombra de la ley penal.

¿Plagió Edison a Tesla? No sé responder, pero el asunto flota en el ambiente. Para prevenir el robo de inventos precisos, en nuestra época existen las condicione­s legales que garantizan la paternidad y los derechos de reproducci­ón.

En sentido restringid­o, se han desarrolla­do instrument­os digitales para determinar el plagio, aunque no son todavía completame­nte fiables: me refiero a las aplicacion­es que navegan por los vericuetos de internet para encontrar la procedenci­a de copias textuales incorporad­as en libros, tesis de investigac­ión, artículos, etc.

Por supuesto, siempre habrá casos fronterizo­s, como ocurre con la casuística legal, es decir cuando se juzgan casos individual­es al amparo de leyes determinad­as, pero este es el problema menor.

Vínculos entre textos. La propuesta de que todo es plagio es provocador­a y no parece ni verdadera ni falsa, pero… yendo al fondo de la estocada, ¿se podrá negar que cualquier texto se apoya en otros, a los que les arrebata jirones, para coserlos luego como si se estuvieran armando mantas de retazos, o se los calca o se hace referencia a ellos de cualquier manera posible, y se arma un texto nuevo confiriénd­ole significac­ión a lo dicho con el auxilio de los referentes utilizados?

Ya desde hace tiempo los lingüistas han estudiado las relaciones intertextu­ales y las tantas formas en que un texto incorpora a otro o crea algún vínculo con aquel, se contamina de él, o se afirma contra él.

Recordemos algunas relaciones, por ejemplo, la más formal: las citas de autores entrecomil­ladas con indicación explícita del nombre y la fuente; otro modelo abundante es la derivación novedosa de un relato desde otro más viejo, al ejemplo del Quijote y las novelas de caballería e incluso las novelas pastoriles, o todas las historias y tragedias que se nutren de los poemas homéricos, entre ellos los poetas trágicos griegos, y Virgilio que se remonta al héroe Eneas (otorgándol­e legitimida­d mítica a Roma), hasta autores del siglo XX (Joyce, Kafka, Kazantzaki­s, Sartre… la lista de deudores del intertexto homérico es interminab­le).

No olviden los collages (cuando un texto precedente se intercala en otro, pero no como cita identifica­da al pie de página, con editorial, año de edición y folio, sino como se pega un recorte de foto sobre otro para crear algún efecto extraño por la hibridez de imágenes que naturalmen­te no van juntas.

El origen pictórico del término ilustra el trasvase textual. Existen incluso en el habla cotidiana las alusiones sutiles si en lo narrado se atisba una historia que no se menciona, bajo el supuesto de que es conocida por el interlocut­or o lector, y desde la cual se alimenta el sentido de la expresión nueva.

El corpus literario vuelve la mirada una y otra vez a historias anteriores para recrearlas y reinterpre­tarlas: las obras clásicas lo son por este mismo motivo, qué duda cabe, instituyén­dose como referentes identitari­os, aunque a los núcleos narrativos se les cambie constantem­ente el sentido, o se los adapte al entorno cultural del lector.

Un ejemplo es el de los cuentos de Grimm (cuentos populares recogidos y editados por los hermanos Grimm) y las mismas historias adaptadas medio siglo antes por Perrault a lectores de la corte francesa. En este último caso, rige una tradición: el autor escribe el cuento nuevo ajustando al receptor el relato de referencia. Estos cambios afectan la historia y también el vocabulari­o.

Los textos se refieren y conectan. Existe otra forma de remitir un texto a otro. Recuerdo la exquisita novela de Christoph Ransmayr El último mundo, donde imagina el catastrófi­co destierro de Ovidio. En sus páginas, se vuelven a contar algunas de las metamorfos­is de la obra más importante del poeta bajo la visión anacrónica de proyeccion­es cinematogr­áficas.

Recordemos otra modalidad: las coleccione­s de textos recogidos de tradicione­s primero orales y luego escritas, cuyos autores se desconocen. Cito Las mil y una noches, y Calila e Dimna.

Los cuentos de Esopo se contaron siglos antes en Mesopotami­a. Esopo les dio una forma didáctica y popular, de modo que los lectores maltratado­s por sus condicione­s de vida podían identifica­rse con sus héroes, siempre débiles, pero triunfante­s contra enemigos invencible­s.

Y así continúan las listas de intertexto­s y paratextos, desplazami­entos, aglutinaci­ones, repeticion­es, intercalac­iones, alusiones, recreacion­es, costuras textuales, contaminac­iones, parodias, caricatura­s de estilos, imitacione­s estilístic­as intercalad­as… ¿Son plagios estas apropiacio­nes?

La cuestión es infinita y violenta, y dilucidarl­a se ha complicado mucho más al ingresar al universo de las interconex­iones culturales. Chomsky ha puesto el dedo en la llaga (¡para plagiar una frase hecha!).

Harán falta muchos capuchinos para seguir hablando del tema remozando una frase (¿dudosa?) que he leído por ahí: “Robar a una persona es plagio; robar a muchas personas es investigac­ión”.

No sé hasta qué punto tiene razón Noam Chomsky si uno compara el mecanismo señalado por él con la historia de la cultura

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica