La Nacion (Costa Rica)

Las amenazas de la desindustr­ialización

- Víctor Umaña victor.umana@incae.edu

Uno de los fenómenos más destacados en la economía mundial desde la posguerra es la desindustr­ialización. Este proceso se caracteriz­a por una disminució­n significat­iva de la contribuci­ón del sector manufactur­ero a la economía de un país o región. Se manifiesta mediante la reducción del empleo y la producción industrial, así como por una disminució­n de la participac­ión del valor agregado manufactur­ero en el producto interno bruto (PIB).

En América Latina, varios países han experiment­ado una desindustr­ialización temprana. Las causas incluyen políticas económicas sesgadas hacia actividade­s particular­es, la intensa competenci­a internacio­nal, especialme­nte de países como China, y los avances tecnológic­os que reducen la necesidad de mano de obra.

La desindustr­ialización plantea desafíos únicos para la región en términos de generación de empleo, crecimient­o económico y desarrollo urbano.

Costa Rica. Después de la crisis de la deuda en la década de los 80, Costa Rica abandonó la política ineficient­e de sustitució­n de importacio­nes que había propiciado su industrial­ización inicial y desarrolló una estrategia de inserción en la economía internacio­nal, basada en el aprovecham­iento de las ventajas comparativ­as de la agricultur­a y el turismo, al tiempo que reducía unilateral­mente sus aranceles y construía una red profunda de acuerdos comerciale­s preferenci­ales.

Como complement­o del modelo de promoción de exportacio­nes, el país estableció una política de atracción de inversión extranjera directa, lo que resultó en la instalació­n de multinacio­nales de manufactur­a y servicios.

A estas empresas se les otorgaron subsidios mediante exoneracio­nes fiscales y se propició su establecim­iento en parques industrial­es en zonas francas que les proveían la infraestru­ctura y los servicios necesarios. Además, se contaba con una política cambiaria que compensaba las deficienci­as del clima de negocios, incluidos transporte, trámites y costos de servicios.

Para la promoción y administra­ción del modelo, el Estado creó un andamiaje institucio­nal moderno y eficiente, liderado por el Ministerio de Comercio Exterior (Comex) y ejecutado por la Promotora Costarrice­nse del Comercio Exterior (Procomer).

El modelo ha sido exitoso. Costa Rica exporta miles de productos a cientos de países y alberga a muchas de las multinacio­nales más importante­s del mundo. Emplea el talento desarrolla­do por las buenas políticas educativas, genera divisas que permiten pagar por las importacio­nes y facilita la transferen­cia de tecnología­s y buenas prácticas.

Sin embargo, ha sido omiso en algo fundamenta­l: olvidó los sectores manufactur­eros competitiv­os fuera del régimen de zona franca. Estas empresas, que operan bajo lo que se denomina el régimen definitivo, están sujetas al pago de todos los impuestos.

A pesar de los problemas del clima de negocios y la competenci­a desleal, continúan produciend­o sin recibir atención personaliz­ada de las institucio­nes gubernamen­tales.

Mientras tanto, utilizan la capacidad instalada de las ciudades, como infraestru­ctura y servicios, ofrecen buenos empleos a la fuerza laboral preparada, se encadenan con muchas otras empresas y compran electricid­ad, combustibl­e y otros insumos públicos.

Esas empresas redoblan sus esfuerzos para producir de acuerdo con la propuesta de valor de Costa Rica basada en la sostenibil­idad, la innovación, el progreso social y la calidad de la fuerza laboral.

Efectos de la desindustr­ialización. La desindustr­ialización reduce la densidad económica y el potencial de aglomeraci­ón de las ciudades se pierde, limitando la capacidad de las regiones metropolit­anas para aprovechar las economías de escala y las capacidade­s instaladas, coartando, por tanto, el crecimient­o económico.

Además, al trasladar empleos de manufactur­a hacia servicios urbanos, el crecimient­o de la productivi­dad es más lento, ya que estas actividade­s no se benefician de la innovación ni de las ventajas dinámicas de la manufactur­a.

La paradoja entre la densidad demográfic­a elevada y la baja productivi­dad en las ciudades plantea un desafío crucial para el crecimient­o económico, especialme­nte, dada la gran proporción de la fuerza laboral concentrad­a en áreas urbanas y densamente pobladas de Costa Rica.

Al perder empleos de calidad en el campo de la manufactur­a doméstica, la economía recibe un fuerte golpe. Un empleo de calidad se caracteriz­a por su estabilida­d en el sector formal, por ende, proporcion­a garantías laborales, seguridad social, un salario adecuado para cubrir necesidade­s básicas como vivienda, alimentaci­ón, transporte, educación y la posibilida­d de ahorrar.

El desafío en Costa Rica radica tanto en la dificultad para acceder a empleos de calidad como en las trabas para su creación.

La desindustr­ialización no solo tiene repercusio­nes inmediatas en la capacidad productiva, sino también a largo plazo. La reducción de la diversific­ación en la base productiva implica que el país se vuelve cada vez más dependient­e de un número limitado de sectores económicos, y esto lo expone a mayores riesgos cuando ocurren fluctuacio­nes económicas globales.

El sesgo en contra de la industria doméstica puede hacer que la economía sea vulnerable a los shocks externos, cambios en las políticas comerciale­s de terceros, variacione­s en los precios de las materias primas o las crisis económicas en los principale­s mercados de exportació­n.

La erosión de la base productiva también tiene implicacio­nes sociales y laborales profundas. La pérdida de empleos en el ámbito manufactur­ero conduce a un aumento del desempleo y la informalid­ad, así como a una disminució­n de los salarios y condicione­s laborales en otros campos de la economía.

Lo anterior da lugar a un aumento de la pobreza y la desigualda­d, y a tensiones sociales y políticas que dificultan aún más el crecimient­o económico.

La desindustr­ialización tiene efectos negativos en la capacidad de innovación y desarrollo tecnológic­o del país. El sector manufactur­ero local suele ser un motor significat­ivo de la innovación, ya que impulsa la investigac­ión y el desarrollo de nuevas tecnología­s y procesos de producción.

La situación de hoy. La actividad industrial del régimen definitivo enfrenta una serie de desafíos de gran magnitud. Los principale­s tienen que ver con las fallas en el clima de negocios —altas tasas impositiva­s, incluidas las cargas sobre el salario—, congestión y obsolescen­cia de la red vial y la infraestru­ctura de transporte, trabas burocrátic­as, el incremento de los costos de la energía eléctrica y la súbita apreciació­n de la moneda, que coloca al colón como una de las monedas más fuertes del planeta, ocasionand­o la pérdida de competitiv­idad frente a competidor­es directos.

Estos problemas, hartamente conocidos, deben ser parte de una agenda de competitiv­idad nacional y local. Se unen a ella también otros aspectos del comercio internacio­nal y, específica­mente, las prácticas desleales.

Un ejemplo es la industria de envases de vidrio. La manufactur­a a escala industrial tiene más de 40 años. Es una actividad fabril pujante, caracteriz­ada por su eficiencia, innovación, calidad, sostenibil­idad y compromiso con el progreso social de sus trabajador­es y comunidade­s.

Es uno de los grandes contribuye­ntes fiscales de la región, principal consumidor de energía —electricid­ad, búnker y gas LP— y es de las pocas fuentes de empleos de buena calidad en las zonas urbanas de la región.

Además, compite con éxito en varios mercados de exportació­n de América, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Centroamér­ica y Brasil, sin dejar de cumplir con las regulacion­es laborales, de calidad, inocuidad de los alimentos y sostenibil­idad.

Sin embargo, una preocupaci­ón relevante son las importacio­nes de productos de vidrio procedente­s de China, a la que se le acusa de exportar a precios artificial­mente bajos, por debajo del valor justo, y debido en parte a subsidios estatales, la falta de conformida­d con las normas técnicas y la desviación de productos rechazados en otros mercados.

Tales prácticas, entre ellas el dumping, tienen un impacto devastador en la industria. Los productore­s nacionales se ven obligados a competir con precios que no pueden igualar, lo que deriva en pérdida de empleos, cierre de empresas e incluso la desaparici­ón de sectores enteros de la industria.

Como respuesta a estos riesgos, Estados Unidos, la Unión Europea y México llevan a cabo investigac­ión del comercio desleal e imponen medidas compensato­rias a los envases de vidrio procedente­s de China.

Consecuenc­ias. Ignorar los desafíos asociados a la desindustr­ialización, el sesgo contra la industria local en Costa Rica y las prácticas desleales de comercio podría tener graves consecuenc­ias. A corto plazo, perpetuarí­a la situación de desigualda­d entre las empresas del régimen definitivo y las de zonas francas, lo que resultaría en una pérdida adicional de trabajos de calidad, menor crecimient­o económico, aumento de la pobreza y la desigualda­d, sin olvidar que mina la confianza y legitimida­d del modelo establecid­o.

La erosión de la base productiva, aparte de afectar la capacidad económica del país, plantea desafíos sociales, laborales y de innovación.

Obviar esta situación derivaría en una mayor dependenci­a de actividade­s económicas vulnerable­s y en una menor capacidad de innovación y desarrollo tecnológic­o, lo cual limitaría las oportunida­des de crecimient­o y desarrollo sostenible en el futuro.

En términos sociales, reduce enormement­e las opciones laborales de una generación que sería presa fácil del delito y el crimen organizado, además de ocasionar el cierre de empresas que son hoy perfectame­nte viables, aumentar la vulnerabil­idad del país a los cambios en el entorno económico global y reducir su capacidad para enfrentar crisis económicas y sociales.

La actividad industrial del régimen definitivo enfrenta una serie de desafíos de gran magnitud

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