La Nacion (Costa Rica)

Para ser relevante, la OEA necesita una actualizac­ión

Cuba, Venezuela y Nicaragua son una amenaza desestabil­izadora para las democracia­s latinoamer­icanas, y como tal deben ser tratadas

- Eduardo Enríquez Editor Jefe De LA PRENSA de Nicaragua

La resolución aprobada el miércoles 3 de abril por el Consejo Permanente de la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA) solo viene a confirmar que el organismo regional se ha quedado sin capacidad para enfrentar las amenazas que las dictaduras castrista, chavista y orteguista representa­n para la región.

Para que el organismo pueda enfrentar las dictaduras, será necesaria una actualizac­ión, como se dice ahora de las aplicacion­es que andamos en nuestros celulares cuando se han vuelto obsoletas.

La más reciente resolución sobre Nicaragua plantea con claridad cómo los regímenes autoritari­os, en este caso la dictadura orteguista, se hacen con el poder: un desmantela­miento de las estructura­s cívicas, un grave deterioro de las institucio­nes y poderes esenciales de un Estado de derecho y la violación sistemátic­a y persistent­e de los derechos humanos.

Lo que no ofrece el Consejo Permanente es una solución. Solo hace un “llamamient­o a los Estados miembros para que hagan todo lo posible por alentar a las autoridade­s de Nicaragua a emprender un diálogo al más alto nivel”. No es solución cuando el problema lleva ya “seis años consecutiv­os”.

Por la inmediata respuesta de la “copresiden­ta” y vocera del régimen, Rosario Murillo, que llamó a la organizaci­ón “estercoler­o de la historia”, no solo no hay solución, sino tampoco preocupaci­ón de parte de la dictadura.

Atada de manos. La OEA se fundó en 1948 a la sombra de un Estados Unidos que salía victorioso de la Segunda Guerra Mundial; como el poder hegemónico en el mundo unipolar que surgió cuando se despejó el humo de aquella gran conflagrac­ión, empezó a poner orden según sus intereses.

La Guerra Fría asomaba ya su no tan gélido rostro, y Estados Unidos quería asegurarse de que el hemisferio siguiera siendo su “espacio vital”. La Guerra Fría terminó en 1989, y esta vez no resultó un mundo unipolar, sino uno multipolar, con muchos poderes, pero en el mismo bando.

Las democracia­s liberales capitalist­as habían triunfado sobre las autocracia­s comunistas. En ese nuevo teatro, la OEA tuvo una primera actualizac­ión, una versión 2.0, para seguir con la analogía. En setiembre del 2001 aprobó la Carta Democrátic­a Interameri­cana.

Si la democracia había triunfado, había que cuidarla en el hemisferio. Para ello, la Carta habla de gobernabil­idad democrátic­a, orden constituci­onal, elecciones libres, pluralismo, derechos humanos, desarrollo, transparen­cia, solidarida­d y cooperació­n. Sin embargo, esa actualizac­ión nació con un error, un bug le llaman los desarrolla­dores de aplicacion­es.

Ese bug es el dañino principio de “no intervenci­ón” para respetar “la autodeterm­inación de los pueblos”. Ese bug ata las manos del organismo, hace todos los otros puntos anteriores imposibles de aplicar. Y, para colmo, la Carta tampoco dio al organismo ninguna herramient­a coercitiva.

En un mundo multipolar, donde las democracia­s liberales capitalist­as tenían el control, era concebible imaginar que un gobierno que intentara salirse se alineara rápidament­e con diálogo, presión diplomátic­a y sanciones económicas. Si se resistía, se aislaba al régimen díscolo y este, más temprano que tarde, volvía al redil.

Situación real y caótica.

Pero todo cambia. Ese mundo multipolar empezó a evoluciona­r, o involucion­ar, casi desde el primer día, y sin darnos cuenta, hoy el mundo se divide en dos polos.

Uso “sin darnos cuenta” no solo como un recurso retórico, la verdad es que las democracia­s liberales capitalist­as parecen no darse cuenta de la situación actual.

El poderoso eje autocrátic­o lo conforman Pekín, Moscú y Teherán, con Corea del Norte, Bielorrusi­a, Cuba, Venezuela y Nicaragua entre sus principale­s adláteres. En el teatro de la guerra en Ucrania, podemos ver en directo cómo este eje funciona casi a la perfección, pero no solo allí, en Oriente Próximo también y quizás, pronto, en el Estrecho de Taiwán.

Como parte de un polo que ya está en pie de guerra, a Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega no les intimidan “enérgicos” comunicado­s ni llamados al diálogo.

Si el organismo desea ser relevante, debe tener una actualizac­ión 3.0 acorde con la nueva realidad y deshacerse del bug. El eje autocrátic­o y sus adláteres en la región son una amenaza desestabil­izadora para todos. Colombia, Costa Rica, Panamá e incluso Chile están sufriendo las consecuenc­ias del éxodo masivo de ciudadanos que provocan esas dictaduras.

Ortega ha ido más allá. No solo desestabil­iza mediante la expulsión de sus propios ciudadanos, sino también ha convertido al país en un trampolín para el paso de migración ilegal hacia Estados Unidos.

Cientos de miles de personas de África, la India y países de Asia central (de la antigua Unión Soviética) han pasado libremente por Nicaragua rumbo hacia el norte. Ortega ya está en guerra y ha estado golpeando fuerte a Estados Unidos, exacerband­o una crisis de alta sensibilid­ad para los norteameri­canos.

Una nueva OEA. Por eso, la mampara de la no intervenci­ón por la autodeterm­inación de los pueblos no puede ser usada impunement­e para proteger al autoritari­smo, al narcotráfi­co, el terrorismo, el tráfico de personas y la influencia cada vez más grande en la región de China, Rusia e Irán.

La OEA debe desatarse las manos y afilarse los colmillos, desechar el obsoleto principio de no intervenci­ón; de todas maneras, los pueblos que están bajo el yugo de esas dictaduras no gozan de ninguna autodeterm­inación.

El principio guía de una nueva OEA debe ser el de celebrar elecciones libres, justas, observadas y transparen­tes. Ese principio será primus inter pares, de ahí derivarán el resto de los principios que enumera la Carta Democrátic­a del 2001. Quien se aparte de ello debe ser tratado como la amenaza desestabil­izadora que es.

Es eso o hundirse en la irrelevanc­ia, limitándos­e a tener reuniones cada cierto tiempo donde lo más fuerte que vamos a escuchar es lo que dijo a Ortega el embajador de Uruguay: “Lo vamos a observar, mirar, escrutar”. Y nada más.

 ?? AFP ?? El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, visitó a Daniel Ortega en Managua, el 13 de junio del 2023.
AFP El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, visitó a Daniel Ortega en Managua, el 13 de junio del 2023.

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