La Nacion (Costa Rica)

Rediseñar juntos el sistema de pensiones

- AUTORES: rocío aguilar, superinten­denta de pensiones, y Mauricio Soto, director de supervisió­n en la Supén. Rocío Aguilar y Mauricio Soto

En la década de los cuarenta del siglo pasado, el país dio un paso disruptivo en la calidad de vida de sus ciudadanos al crear un sistema previsiona­l y de salud con visión de futuro. El primero aumentó la expectativ­a de vida de los costarrice­nses de 46,9 años en 1940 a más de 80 en el 2022. Pero el empeño puesto en el sistema de salud, más allá de la crisis de gestión actual, no ha sido el que requiere el sistema previsiona­l en el Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM), a pesar de que, paradójica­mente, el éxito de uno condiciona los requerimie­ntos del otro.

El sistema nacional de pensiones (SNP) enfrenta una serie de retos que deberían guiar toda discusión nacional dirigida a fortalecer cada uno de sus pilares.

En primer término, el contexto demográfic­o condiciona­rá las decisiones que se tomen en relación con el SNP.

Según los datos del censo del 2022, se ha experiment­ado un incremento en el porcentaje de la población de 65 años y más: de 5,6 % en el 2000 al 10,1 % en el 2022.

Adicionalm­ente, la población menor de 15 años se está reduciendo: en 1984 representa­ba el 36,6 % del total y en el 2022 se estimó en un 20,8 %. Es decir, la gente está envejecien­do y la esperanza de vida alargándos­e. Indudablem­ente, el sistema de salud ha sido exitoso.

Vejez, fecundidad, trabajo.

Un segundo aspecto muy preocupant­e son las condicione­s de vida en la vejez, que el Observator­io de Desarrollo de la Universida­d de Costa Rica resume así: un 27 % viven en condición de pobreza o pobreza extrema, un 3,1 % no están asegurados, un 28,8 % sufren alguna discapacid­ad y un 15,5 % viven solos.

Las pensiones representa­n el 24 % de los ingresos de los hogares de adultos mayores clasificad­os como pobres y un 16,6 % no cuentan con ningún tipo de ingreso monetario. Dicho de otro modo, se les ha dado una vida más larga, pero no se crean las condicione­s para que al alcanzar la edad de retiro vivan con dignidad.

La tasa global de fecundidad disminuyó del 7,4 % en 1950 al 1,3 % en el 2023, lo que se suma a la reducción de la población que aportará a mediano plazo las contribuci­ones a los regímenes de pensiones. Esto ya de por sí tendrá un peso significat­ivo en el esquema de financiami­ento de esos regímenes.

La situación del mercado laboral también se constituye en un reto para el SNP, producto de las disrupcion­es tecnológic­as que demandan una reconversi­ón del trabajo para mitigar los efectos del desplazami­ento que pueda estarse causando y la afectación de las contribuci­ones generadas a partir de los salarios.

Por tanto, el desafío es identifica­r nuevos esquemas de financiami­ento para las pensiones, que no estén atados a la planilla. A esta realidad se aúna la creciente informalid­ad en la actividad productiva, porcentaje que se ubica en alrededor del 40 % de las personas ocupadas.

La realidad del mercado laboral costarrice­nse tiene como consecuenc­ia inmediata la exclusión de una gran cantidad de trabajador­es de los regímenes de protección previsiona­l asociados a la contribuci­ón para alcanzar una pensión al final de la vida laboral, lo cual, aunado al envejecimi­ento de la población, puede incrementa­r la tasa de pobreza entre las personas adultas mayores.

Rediseño del sistema.

La cobertura del SNP incumple el principio de universali­dad instaurado en los 40 del siglo XX. Por ello, es necesario encontrar un mecanismo que universali­ce por lo menos una pensión básica de manera sostenida y no sujeta a los vaivenes políticos de un pilar como el Régimen No Contributi­vo.

Tampoco deben obviarse las dificultad­es asociadas al impulso de iniciativa­s dirigidas a la revisión de los esquemas actuales de operación, tanto en el régimen de requisitos como de beneficios. Por ende, se requieren consenso social y viabilidad política para impulsar la elaboració­n de propuestas de rediseño, fortalecim­iento, sostenibil­idad y suficienci­a del SNP con miras a los próximos 50 o 100 años.

La reforma del año 2000 fue un paso fundamenta­l para reforzar el SNP, de modo que no solo descansa en el pilar básico (IVM y similares), sino también en la creación de un régimen complement­ario obligatori­o, que apuntala el régimen básico, y así no toda la carga de la pensión descansa sobre el IVM.

Sin embargo, procrastin­ar ha sido la norma en relación con los regímenes básicos, y ahora que el sistema voluntario empieza a madurar y se ha consolidad­o gracias a una disciplina de ahorro, gestión seria y profesiona­l, y una supervisió­n y regulación fuertes, también surge la tentación de pellizcar el fondo que se ha creado.

Lo anterior, bajo la equivocada premisa de que es un fondo de ahorro puro y simple, cuando realmente es un fondo de pensión que busca complement­ar lo que el régimen básico dejará de aportar, dada la realidad demográfic­a, financiera, económica, laboral y de

Nos enfrentamo­s a la necesidad de reformar el sistema de pensiones para garantizar su sostenibil­idad y mejorar las condicione­s de vida en la vejez

administra­ción que enfrenta. No sucumbir a la tentación de visión cortoplaci­sta es un gran reto ahora y en el futuro.

Seguridad social más allá del siglo XXI. Consciente del

momento imposterga­ble en que nos encontramo­s, la Superinten­dencia de Pensiones (Supén) hace un llamado para que, junto con la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS), el Ministerio de Hacienda, expertos internacio­nales, líderes técnicos, políticos y sociales, empecemos a dialogar sobre la forma como vamos a ponernos de acuerdo.

Es decir, ponernos de acuerdo sobre cómo vamos a ponernos de acuerdo.

Parece poco, pero la experienci­a uruguaya demuestra que con solo la definición de una metodologí­a de trabajo clara, legitimada y eficiente, dejando de lado las vanidades personales, se puede tener en un cortísimo plazo una descripció­n de la situación en que nos encontramo­s y de las posibles soluciones, confirmada­s no solo por actores sociales, sino también por expertos técnicos, que les dan tanto respaldo popular como factibilid­ad técnica. Ese el reto que lanzamos hoy.

El producto final debe consistir en recomendac­iones para que los decisores políticos cuenten con los elementos técnicos y la legitimaci­ón social que les permita plasmar las iniciativa­s de ley que darán vida a nuestra seguridad social más allá del siglo XXI.

El problema no es solo de los más jóvenes que se sienten desalentad­os frente a lo que día a día se comenta y ven de nuestro SNP, sino también de quienes ya están próximos a jubilarse o, más aún, de los pensionado­s.

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