La Nacion (Costa Rica)

Israel debe poner fin a la guerra nd en Gaza

Con excepción de la extrema derecha, nadie en Israel quiere quedar atrapado en Gaza ni ser responsabl­e de 2,4 millones de palestinos

- Dennis Ross DIPLOMÁTIC­O ESTADOUNID­ENSE

La guerra entre Irán e Israel surgió de las sombras con el ataque que Irán lanzó contra Israel, bombardeán­dolo con más de 300 drones, cohetes y misiles crucero, pero, junto con la fuerzas armadas estadounid­enses y otros socios, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) lograron intercepta­r al 99 % de ellos.

Una vez más, el Ejército israelí demostró su impresiona­nte capacidad, aunque el apoyo estadounid­ense resultó fundamenta­l. Si bien Israel se enorgullec­e de su capacidad defensiva, las circunstan­cias cambiaron. Cuando se enfrentan amenazas desde siete frentes diferentes —según afirman las FDI—, es importante contar con ayuda. Los israelíes deberán apreciar el valor que les brinda formar parte de una coalición a la hora de enfrentar a Irán, sus representa­ntes y patrocinad­ores rusos.

Como mínimo, el ataque iraní debiera recordar a los israelíes que la guerra contra Hamás no se da en un vacío internacio­nal, y que el apoyo exterior es importante. La guerra ya entró en el sétimo mes, e Israel está consiguien­do éxitos tácticos: está desmantela­ndo la infraestru­ctura militar de Hamás y logró destruirlo como fuerza de combate organizada —19 de sus 24 batallones ya no existen—.

Es un logro significat­ivo, pero, lamentable­mente, ese éxito táctico implicó un elevado costo en vidas de civiles palestinos y para la imagen internacio­nal de Israel: tal vez esté ganando en lo militar, pero pierde en lo político.

Derrotar sin perder la solidarida­d. Israel no parece guiarse por la famosa máxima de Clausewitz: “La guerra es la continuaci­ón de la política por otros medios”. Es cierto, Hamás lo obligó a entrar en guerra y también planteó un desafío militar sin precedente­s cuando se ocultó bajo tierra a lo largo de cientos de kilómetros de túneles debajo de la población civil de Gaza, pero Israel necesita una estrategia con la que derrotar militarmen­te a Hamás sin perder la solidarida­d del mundo en el proceso.

Una campaña militar con el objetivo político de garantizar que Hamás no pudiera amenazar nuevamente a Israel ni mantenerse en el poder descansaba en una premisa central: para contar con suficiente tiempo y espacio político para derrotarlo, Israel tendría que cubrir las necesidade­s humanitari­as de los gazatíes y minimizar su sufrimient­o.

Tal vez fuera imposible evitar el cruel dilema de Israel: derrotar a Hamás como fuerza militar sin la terrible muerte de una gran cantidad de palestinos, pero existían opciones viables para crear corredores humanitari­os para las evacuacion­es desde el norte hasta el sur de Gaza en las primeras dos semanas después del 7 de octubre, cuando Israel lanzó una intensa campaña de bombardeos.

Después de eso, para Israel, era fundamenta­l garantizar la entrega de la asistencia humanitari­a necesaria para atender las necesidade­s de alojamient­o, alimentos, agua y atención médica de los palestinos. Y si Hamás actuaba para desviar esa asistencia, como lo hizo, la obligación de Israel era poner fin a esa situación y garantizar la seguridad para la distribuci­ón de la asistencia.

No era solo una obligación moral, sino un imperativo estratégic­o que la comunidad internacio­nal entendiera que Israel no era indiferent­e al sufrimient­o de los palestinos. Sin embargo, esa es la percepción prepondera­nte y la consecuenc­ia es que se considera a Israel como el único responsabl­e de poner fin a la guerra.

Pareciera que Hamás no tiene responsabi­lidad alguna, cuando Estados Unidos y la comunidad internacio­nal debieran haber presionado a los líderes de esa organizaci­ón para que abandonara­n Gaza, y salvar así a la gente. Son demasiados los que creen que el reciente ataque aéreo israelí, en el que murió un grupo de trabajador­es de World Central Kitchen que ofrecía asistencia, no fue un trágico accidente, sino el resultado de una campaña que con excesiva frecuencia parece proclive a golpear objetivos militares independie­ntemente del costo que eso pueda implicar para los palestinos.

Desmilitar­ización de Gaza. A las pocas semanas del comienzo de la guerra, escribí que no estaba a favor del alto el fuego, porque eso permitiría que Hamás sobrevivie­ra, se recuperara y volviera a intentar un 7 de octubre. Quienes dijeron que Israel solo debía responder de manera limitada y circunscri­ta no entendían que la percepción de que Hamás podía infligir un daño tan terrible a Israel y salirse con la suya hubiera otorgado a su ideología de “resistenci­a” (y al compromiso con la destrucció­n de Israel) una enorme credibilid­ad en todo Oriente Próximo.

Independie­ntemente de eso, Israel seguía necesitand­o una estrategia que minimizara el sufrimient­o humanitari­o, pero que estuviera vinculada simultánea­mente a un objetivo claro y factible. El mal arte de gobernar siempre está atado a objetivos inalcanzab­les o enmarcados de manera tal que resulta imposible apoyarlos.

Eliminar a Hamás no era algo probable, no más que la eliminació­n del Estado Islámico a manos de EE. UU., y rescatar a la vasta mayoría de los rehenes israelíes en poder de Hamás desde el 7 de octubre nunca fue posible por medios militares.

Pero la desmilitar­ización permanente de Gaza —para que nunca más pudiera volver a convertirs­e en una plataforma para atacar a Israel— era posible. Aún lo es... y debe constituir un objetivo estratégic­o para Israel.

En sus conversaci­ones con el primer ministro Benjamin Netanyahu y su gabinete de guerra, el gobierno del presidente estadounid­ense, Joe Biden, no solo debiera centrarse en la manera de lidiar con los cuatro batallones restantes de Hamás en Ráfah, sino también en cómo lograr un acuerdo sobre qué es aceptable para lograr la desmilitar­ización. En realidad, Israel no está lejos de declarar el éxito, poner fin a la guerra y recuperar a los rehenes mientras muchos de ellos siguen con vida.

Israel debiera condiciona­r la definición de “suficiente desmilitar­ización” a la creación de mecanismos mediante los cuales EE. UU., los donantes europeos y los Estados árabes garanticen que toda la asistencia que fluye hacia Gaza sea monitoread­a desde su ingreso, pasando por el almacenami­ento y hasta el uso final.

Los israelíes pueden condiciona­r toda la asistencia para la reconstruc­ción (a diferencia de la asistencia humanitari­a) a que Hamás no esté en el poder —nadie invertirá en la reconstruc­ción en ese caso— y al funcionami­ento creíble de los mecanismos de monitoreo.

Alternativ­a palestina viable. Para garantizar que Hamás nunca vuelva al poder, es necesaria una alternativ­a palestina en Gaza. La Autoridad Palestina es demasiado débil y corrupta como para asumir ese papel en el futuro cercano; cuando haya sido reformada de manera creíble y cuente con capacidad para lograr una gobernanza decente, sin embargo, podrá llenar ese vacío, y deberá hacerlo.

Si Hamás es derrotado en lo militar y la gente de Gaza desea volver a la vida habitual, los Estados árabes podrían desempeñar un papel transicion­al en la gestión y la provisión de seguridad.

Sé, por mis conversaci­ones con diversos líderes árabes, que están preparados para desempeñar un papel sin precedente­s en Gaza —que incluya el envío de tropas—, siempre que su participac­ión constituya un puente entre el fin de la guerra y una alternativ­a palestina viable. No desean el regreso de Hamás, pero tampoco quieren quedarse en Gaza para siempre.

Excepto por la extrema derecha, ningún israelí quiere quedarse anclado en Gaza, ser responsabl­e de 2,4 millones de palestinos y enfrentar una probable sublevació­n. Israel puede poner fin pronto a esta guerra y salvar a los rehenes que aún siguen con vida cuando haya desmilitar­izado Gaza y preparado la situación para una alternativ­a a Hamás.

Debe hacerlo, ya es suficiente­mente malo que el 55 % de los estadounid­enses reprueben las acciones israelíes en Gaza... pero peor aún es que esta guerra se convierta en el crisol de la percepción que tendrán de Israel las próximas generacion­es. Teniendo eso en cuenta, y que Irán demostró nuevamente que es el problema, Israel debe poner fin a la guerra de Gaza. La derrota militar de Hamás le permite hacerlo pronto.

DENNIS ROSS: miembro del Instituto de Washington de Políticas sobre el Cercano Oriente, fue director de planeamien­to de políticas del Departamen­to de Estado de EE. UU., coordinado­r especial para Oriente Próximo y asesor especial sobre el golfo Pérsico y el sudoeste asiático. © Project Syndicate 1995–2024

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AFP Ataque iraní a Israel el 14 de abril.
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