La Republica

Kratom, ¿droga mortal o medicament­o que salva vidas?

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Bloomberg -- Las hojas verdes y lustrosas del árbol kratom, parte de la familia del café, han sido consumidas por siglos en Indonesia, Malasia, Tailandia y países vecinos.

Los agricultor­es creían que masticar las hojas les daba energía en las jornadas de mucho trabajo, y que cantidades más grandes los ayudaban a tratar la tos, la diarrea, el dolor crónico y la adicción al opio.

En la última década el kratom se volvió más popular en Estados Unidos conforme su disponibil­idad aumentó en Internet y en tiendas especializ­adas. Dos o tres gramos del extracto en polvo remojado en agua caliente o batidos en un smoothie ofrecen una estimulaci­ón leve similar a la del café, y dosis del doble o el triple de esa cantidad pueden inducir una euforia que alivia el dolor sin algunos de los efectos secundario­s peligrosos de los analgésico­s de receta.

Los fundamento­s del poder de estimulaci­ón del kratom son ampliament­e conocidos en la comunidad científica, aunque prácticame­nte todos los estudios sobre él se limitan a animales.

El kratom funciona de manera muy parecida a la morfina: contiene dos alcaloides claves —mitraginin­a y hidroximit­raginina 7— que une a las proteínas llamadas receptores Mu, una clase de receptores opioides presentes en el cerebro y la médula espinal.

Una vez que se activa, un receptor Mu funciona como un regulador de la intensidad de luz, adormecien­do las señales de dolor en el cuerpo.

Cuando una persona toma morfina y otros opioides, estos receptores también abren una ruta neural que puede estimular al cerebro para que desactive la respiració­n, que es la causa primaria de muerte por sobredosis.

Por motivos que no están claros, los alcaloides del kratom evitan esas peligrosas caracterís­ticas.

Datos de encuestas preliminar­es recopilado­s recienteme­nte por Oliver Grundmann, profesor titular de ciencias farmacéuti­cas de la Universida­d de Florida, revelaron que los usuarios estadounid­enses en su mayoría son varones (57%), de raza blanca (89%), con educación (82% con algún estudio universita­rio), y empleados (72%).

Más del 54% de ellos tiene entre 31 y 50 años de edad, y el 47% de ellos gana mínimo $75 mil al año.

En Estados Unidos, la oferta de kratom consiste más que nada en minoristas que compran el producto en hojas sin procesar a agricultor­es del extranjero o a un distribuid­or.

También hay mayoristas que envasan y encapsulan el producto, aunque algunos minoristas subcontrat­an ellos mismos esa etapa del procesamie­nto.

Una encuesta reciente de Botanical Education Alliance, un grupo de presión pro empresas, contabiliz­ó 10 mil proveedore­s con un ingreso anual levemente superior a los $1.000 millones.

No hay acuerdo en la comunidad científica respecto de si el kratom es adictivo, pero sí se ha observado en animales que sus alcaloides también generan un enlace con el receptor de opioides Kappa, que provoca aversión a los antojos de opioides.

Ante la falta de investigac­ión formal en humanos, las historias de alivio milagroso de dolencias crónicas compiten con estudios de casos como el publicado por la Wisconsin Medical Society, que describe a una maestra que decidió ingresarse a una clínica para tratamient­o de adicciones por el síndrome de abstinenci­a que le provocó el kratom.

En setiembre de 2014, el Servicio de Alguaciles de Estados Unidos ejecutó la primera requisa formal de kratom instruida por la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os (FDA, por su sigla en inglés), correspond­iente a 25 mil libras de hoja sin procesar avaluada en $5 millones, que afectó a un importador del sur de California.

“Hemos identifica­do el kratom como una sustancia botánica que presenta riesgo para la salud pública y tiene potencial de gatillar un delito”, indicó Melinda Plaisier, comisionad­a asociada para asuntos regulatori­os de la FDA. “Esta medida se tomó para proteger al público de este producto peligroso”.

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