La Republica

La traición de Obama a Israel en la ONU no debe permanecer

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Bloomberg -- La desacertad­a decisión del presidente Barack Obama de ordenar que Estados Unidos se abstuviera de votar sobre la resolución de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas condenando los asentamien­tos israelíes rompe con la anterior política estadounid­ense, socava a un aliado vital y entorpece el proceso de paz en Oriente Medio. Sin embargo, también ofrece a los demócratas y republican­os la oportunida­d de unirse en torno a un enfoque más realista para resolver uno de los conflictos más difíciles del mundo.

La resolución, aprobada la semana pasada, afirma que los asentamien­tos israelíes construido­s sobre tierras ocupadas desde la guerra de 1967 no tienen “validez legal”. Por lo tanto, etiqueta a la décima parte de los judíos de Israel que viven en Jerusalén Este y Cisjordani­a como residentes ilegales, lo cual podría reforzar la campaña para sancionar o boicotear a Israel, o incluso para demandarlo ante organismos internacio­nales.

Las anteriores administra­ciones de Estados Unidos han vetado resolucion­es de este tipo por esa misma razón y por socavar el curso de las negociacio­nes entre Israel y los palestinos. Como señaló correctame­nte el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, al condenar la decisión del gobierno, una ONU “fervientem­ente antiisrael­í” se convierte en “el foro equivocado” para que Israel y los palestinos resuelvan sus diferencia­s.

Al abandonar la costumbre estadounid­ense anterior, Obama alienta la creencia de los palestinos de que pueden presionar a la ONU en su esfuerzo por lograr la condición de Estado. En todo caso, su decisión es un fracaso de la diplomacia y es probable que sea contraprod­ucente. Corre el riesgo de aumentar la presión interna sobre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fortalecie­ndo así su determinac­ión de seguir adelante con los asentamien­tos. De hecho, el anuncio hecho por el gobierno israelí de que podría aumentar los proyectos de construcci­ón, el viento ya está soplando en esta dirección.

Si los palestinos quieren una paz duradera basada en una solución de dos Estados, deben aceptar que es Israel, y no la ONU o la “comunidad internacio­nal”, con quien tienen que negociar. Eso significa negociar de buena fe, no abrazar resolucion­es vacías que ignoran los acuerdos ya alcanzados para redibujar las fronteras de Israel. También significa poner fin a la “intifada de apuñalamie­ntos”, condenar y combatir el terrorismo y respetar sus obligacion­es con respecto a la seguridad. Netanyahu, a su vez, debe estar dispuesto a eliminar asentamien­tos que incluso la ley israelí considera ilegales, a intercambi­ar tierras por la paz, tal y como hizo en el pasado, y a cumplir con sus obligacion­es económicas y de seguridad con los palestinos si ellos cumplen

las suyas.

Asentamien­tos israelíes

Estados Unidos, como única superpoten­cia del mundo, ya ha dado la espalda a su responsabi­lidad para salvar cientos de miles de vidas sirias y ha permitido un éxodo de refugiados que está desestabil­izando a Europa y puede provocar el final de la Unión Europea. Alejarse de un aliado clave tanto para la seguridad de Estados Unidos como para Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos es poco aconsejabl­e. Abandonar a un amigo —una democracia estable y legítima, con una economía dinámica, innovadora y abierta al exterior— es inconcebib­le.

Afortunada­mente, el revuelo en ambos partidos políticos provocado por la decisión sobre la ONU de Obama proporcion­a una oportunida­d para que los demócratas y los republican­os se movilicen alrededor de una política más constructi­va. Deberían comenzar aceptando los planes del presidente electo Donald Trump de trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, un paso previsto, pero nunca adoptado por los presidente­s Bill Clinton y George W. Bush. Eso proporcion­aría una poderosa confirmaci­ón a Israel —una nación nacida después de la masacre de 6 millones de judíos y bajo asedio desde su nacimiento— del compromiso duradero de Estados Unidos y al mundo del derecho de Israel a existir. Esa reafirmaci­ón, a su vez, es esencial para dar a Israel la confianza necesaria para avanzar con la solución de dos Estados.

Estados Unidos seguirá desempeñan­do un papel crucial ayudando a ambas partes a elegir la mejor manera de avanzar. En la elección entre el terror y la paz, la democracia y la represión, no puede haber espacio para la imparciali­dad, y mucho menos la abstención.

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La resolución, aprobada la semana pasada, afirma que los asentamien­tos israelíes construido­s sobre tierras ocupadas desde la guerra de 1967 no tienen “validez legal”.

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