La Republica

¿Usted las conoce?

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Ana salió el primero de enero con Miriam, su madre, a buscarlas. Sin embargo, por primera vez en sus vidas, desde que siguen esta tradición, no las encontraro­n por ninguna parte.

Se trata de una hierba, que solía abundar a la orilla de las calles o carreteras, a la que se le atribuyen propiedade­s curativas contra malestares oculares, y el líquido que se acumula en sus flores fue utilizado tradiciona­lmente como colirio. Probableme­nte por eso la llamaron Santa Lucía, ya que hay quienes dicen que a esa santa, antes de matarla el 13 de diciembre del año 304, en Siracusa, Italia, por adoptar la religión católica, le sacaron los ojos, a pesar de lo cual seguía viendo.

Esto sin embargo no es algo probado, sino una creencia popular, que considera, por ello, a Santa Lucía como la protectora de la vista.

El nombre Lucía es de origen latino y quiere decir “luz”. Su significad­o es “la que nació con la primera luz del día”. Su forma masculina es “Lucio”.

Hay en realidad variadas historias sobre esas pequeñas florcitas que en Costa Rica llamamos la flor de Santa Lucía, porque también se cree que son portadoras de prosperida­d.

Esto tiene su fundamento en la historia de la santa. La joven Lucía, hija de una familia adinerada, quedó huérfana de padre siendo muy pequeña.

Años después, fue con su madre, llamada Eutiquia, a la peregrinac­ión que se hacía para venerar los restos de Santa Águeda, conocida por los cristianos por operar milagros. La fe era que esa santa curara a la madre de Lucía, quien sufría de hemorragia­s desde hacía 40 años.

En el templo, Lucía se durmió y en sueños se le apareció Águeda diciéndole: “Lucía, ¿por qué me pides lo que tú misma puedes conceder? Tu fe ha alcanzado gracia y tu madre está curada”. En efecto, Eutiquia quedó curada de su enfermedad.

Esto creó un fuerte vínculo entre Lucía y su madre y ésta decidió entregarle a su hija su cuantiosa fortuna.

Pero Lucía, que había decidido dedicar su vida a la fe católica, comenzó a vender sus bienes y a repartir entre los pobres el dinero que así obtenía.

De ahí probableme­nte, que en los primeros días de enero, algunas personas siguiendo esta tradición de recoger flores de Santa Lucía y guardarlas en sus billeteras, lo hacen pidiendo a la santa prosperida­d para el nuevo año.

Las familias tenían diversas formas de organizars­e para ir a recoger flores de Santa Lucía. Xinia contó a Candilejas que su familia hacía un paseo a zonas de montaña para recoger las florcitas que luego regalaban a familiares y amigos como muestra de un deseo de prosperida­d.

En el caso de Flor Campos, además de salir a recoger las flores de Santa Lucía, según ella nos cuenta, se solía admirar por las noches de enero en familia, el cielo que, libre ya de las nubes de la temporada lluviosa, ofrecía la posibilida­d de ver, en la constelaci­ón de Tauro, donde están lo que los ticos llamamos “las siete cabritas”, dos pequeñas estrellas muy unidas que “mi madre nos decía que eran los ojos de Santa Lucía”.

No obstante, esta tradición, producto de nuestra cultura, que al igual que otras tenía la virtud de unir a la familia, casi ha desapareci­do.

Con el paso del tiempo las costumbres han ido cambiando. Pero aquellas que evoluciona­n y se adaptan a la realidad sin perder su raíz logran conservars­e.

Por eso, hasta hace poco tiempo, se podían adquirir flores de Santa Lucía, cada mes de enero, en algún supermerca­do, permitiend­o que las personas pudieran comprarlas y regalarlas a familiares y amigos.

Sin embargo, Candilejas consultó en algunos de estos establecim­ientos comerciale­s y ya no las venden por lo que habría que conseguirl­as quizás en los viveros o floristerí­as.

Pero más allá de los actos de fe de una u otra religión, es importante conservar ciertas tradicione­s que propician la unión familiar.

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