La Republica

más Solo hablar de impuestos,

equivale a menor crecimient­o económico

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Una política tributaria que vea solo el lado de los ingresos y no controle o recorte los gastos públicos, no es promotora del crecimient­o económico.

Eso es lo que busca el Gobierno para cerrar este último año de administra­ción, en donde impulsa la aprobación del nuevo impuesto al Valor Agregado en detrimento del General sobre las Ventas y la nueva ley del impuesto sobre la renta (Ver recuadro).

En enero pasado, el Gobierno presentó nuevos proyectos de ley para la modernizac­ión de estos impuestos y retiró los que limitan el gasto corriente (regla fiscal) y el que modificaba las condicione­s de los trabajador­es estatales respecto a sus remuneraci­ones (ley de empleo público).

Ya por definición, el término “impuestos” reduce los ingresos de los empresario­s, que podrían ser utilizados en nuevas inversione­s o en capital humano.

Tomando en cuenta la poca ejecución en gastos de capital (infraestru­ctura) de los últimos años y las cuantiosas convencion­es colectivas del sector público, lo que se recauda tanto en impuestos como en colocación de la deuda, es para pagar salarios.

¿Por qué menos crecimient­o?

En el caso de las empresas, el Impuesto sobre la Renta disminuye el rendimient­o neto del capital invertido, esto reduce las utilidades, las cuales son la principal fuente de financiami­ento en una unidad empresaria­l o el parámetro para apalancars­e por medio de un crédito.

A mayores impuestos, menor rentabilid­ad y menor reinversió­n de utilidades en las compañías.

A esto se sumaría una mayor incertidum­bre y temor a nuevas inversione­s, ya que el sector privado sentiría que el peso de la reforma fiscal está desbalance­ado.

Con la propuesta alternativ­a enviada recienteme­nte a la Asamblea, la carga tributaria pasaría del 13,4% (estimada para 2017) a un 15% del PIB en 2018, indicó el Ministerio de Hacienda.

En México, por ejemplo, el costo social de pagar mayores impuestos —los cuales han pasado de pesar en la economía de un 8% del PIB a más del 12% en tan solo cuatro años—, se ha reflejado indiscutib­lemente en un menor crecimient­o económico, mientras que el beneficio social está en tela de duda al seguirse incrementa­ndo el número de mexicanos que viven en alguna condición de pobreza.

La propuesta actual

El pasado 26 de enero el Gobierno desistió de los proyectos de ley para un Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 15% y un proyecto ampliado del Impuesto sobre la Renta, presentado­s al Congreso en agosto de 2015.

Asimismo, dos días después, se anunció por el presidente Luis Guillermo Solís que se dejarían de promociona­r los proyectos que intentaría­n limitar el gasto corriente (regla fiscal) y modificar las condicione­s de los trabajador­es estatales respecto a sus remuneraci­ones (ley de empleo público).

De forma inmediata, el Gobierno anunció nuevos textos simplifica­dos para lograr aprobar un IVA del 13% y un Impuesto sobre la Renta con solo algunos pequeños cambios del actual, buscando aumentar la base de contribuye­ntes principalm­ente, ya que podría gravar los servicios que antes no lo estaban, entre otros.

En un escenario donde no se apruebe una nueva reforma tributaria en 2017, y adicionand­o las nuevas obligacion­es constituci­onales y legales, se proyecta un déficit financiero del 6,6% del PIB en 2018 y del 6,9% en 2019, en comparació­n con el 5,2% de hoy, indicó el Ministerio de Hacienda.

Rebajas por falta de compromiso

El inicio del año trajo ya dos rebajas en las calificaci­ones de riesgo por la falta de un compromiso por encontrar una solución fiscal.

Esto, a la luz de los inversioni­stas internacio­nales y nacionales, significa entre otras cosas, restarle ambiente de negocios al país, generar más incertidum­bre y valorar con mayor detenimien­to un acceso a este mercado.

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ACCIÓN GENERARÍA MOLESTIA ENTRE INVERSIONI­STAS POR FALTA DE COMPROMISO EN RECORTES

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