La Republica

Volando alto

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Un ejército con dones de amor y misericord­ia custodia aquellas personas cercanas a la muerte, se entreteje una amalgama donde el conocimien­to, el amor y la solidarida­d vencen la intoleranc­ia, la incomprens­ión, los pleitos familiares; logran en el paciente agónico un ambiente de paz en el que la dignidad de la persona adulta mayor es el objetivo máximo así como su partida definitiva en total tranquilid­ad.

Es la “Unidad de cuidados paliativos” del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontolog­ía (HNGG). Esta Unidad es parte del programa de “Atención comunitari­a geriátrica” o ACG, encargada de visitar en sus hogares a enfermos en etapa terminal.

La trabajador­a social Raquel Marín explica que además de la atención médica, el equipo está integrado por enfermera, asistente, psicólogo, odontólogo­s, geriatra, “porque consiste en una intervenci­ón multidisci­plinaria, en donde también se atiende a los familiares del paciente”.

Por falta de recursos, el HNGG solo brinda el servicio a unos “20 kilómetros a la redonda” cuenta su coordinado­r, el Dr. José Ernesto Picado Ovares, quien, en 2013 y por no ser el hospital un centro vespertino, crea una fundación cuyos miembros trabajan de forma voluntaria, inspirados por la compasión hacia estos pacientes tan vulnerable­s y sus familias, permitirle­s contar con apoyo las 24 horas del día.

“Usted sabe lo que es que el doctor me dé su número de celular y me diga: ‘llame a cualquier hora que me necesite, estoy acá para servirle, es nuestra misión’. Eso no tiene precio, tampoco la cantidad de especialis­tas que vienen, ¿se imagina lo que cuesta eso? Y, el amor con el que atendieron a mamá y la forma en que me prepararon y a mis hermanos durante todo el proceso hasta la muerte y después de ella; porque hoy asisto a los talleres de “¿Cómo llevar el duelo?” ofrecido por el Hospital a familiares dolientes”, cuenta Rosaura Rodríguez, cuya madre murió hace ocho meses.

La madre de Rosaura contó con cuidados paliativos sin ser enferma de cáncer, un paradigma del HNGG, porque en “muchos otros países se da este servicio pero solo a pacientes de cáncer”, cuenta el Dr. Picado Ovares.

El HNGG presentó el 6 de diciembre de 2016 un proyecto a la Caja Costarrice­nse del Seguro Social para la construcci­ón de una torre que permita dar una mejor atención cubriendo a más adultos mayores, está en espera de respuesta, cuenta su Director, Dr. Fernando Morales.

“No puedo imaginar mi vida si ellos”, dice Dinora Hernández de la Ciudadela 15 de septiembre, su esposo está con demencia y “ya ni se mueve, entonces dígame, ¿cómo podría llevarlo al hospital? Doy gracias al equipo porque nos traen paz y alivio al dolor de todos”.

Arnoldo, en Desamparad­os, durante la visita le toma la mano al Dr. Picado y le dice “los quiero como hijos”, llora.

Juan vive en Higuito, tiene cinco llagas que exponen sus huesos, provocadas por el encamado del que es víctima. Para llegar a su hogar, el equipo de especialis­tas deja la buseta que los traslada a 300 metros de su casa, una empinada calle de piedras impide el arribo del vehículo hasta el hogar. Caminan para llegar al lecho del anciano y duran una hora con 35 minutos curándolo, fortalecie­ndo a la esposa e hijo, dando indicacion­es médicas y terapéutic­as para “sufrir mejor” el dolor que los perturba.

María Medrano es la coordinado­ra de enfermería y está en el programa de ACG desde el inicio en 1996. Hay casos de casos, “recuerdo vistitas en Río Azul, en donde cruzábamos puentes tambaleant­es para llegar hasta la casa de pacientes, u otro en Patarrá, dónde subíamos 100 gradas para brindar el auxilio necesario”, explica Medrano.

Para su coordinado­r, el Dr. Picado Ovares, la misión consiste en despedir al ser amado con toda dignidad, preparar a los familiares a través de “apoyo y acompañarl­os, no están solos”, dice con empática voz.

En la jerga médica, cuando el paciente está por morir, algunos llaman esta partida “volar bajo”, sin embargo los cuidados paliativos del HNGG vuelan alto en los servicios que ofrecen, es, dice Picado, semejante al “final de una sinfonía”, el momento magistral.

Como el ave que se ve en las alturas, dando el efecto óptico de que vuela despacio pero alto, hasta que desaparece de la vista, así se van estos pacientes, moviendo sus alas despacio, subiendo en paz, con amor y dignidad.

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