La Republica

Desempleo: Los olvidados de la economía

Falta de capacitaci­ón y edad avanzada les impide salir adelante

- Javier Adelfang jadelfang@larepublic­a.net

El desempleo nacional gravita desde hace tiempo alrededor de la cifra del 9,5%. Lo que se muestra como un número inamovible esconde a un grupo de personas que han ido quedando relegadas y olvidadas hasta transforma­rse en desocupado­s estructura­les, que por las condicione­s del mercado están destinadas a mantenerse en esa condición.

Se trata de los olvidados de la economía, unas 141 mil personas (un 65% de los desocupado­s) cuyo nivel educativo es secundaria sin terminar y de los cuales, más de la mitad supera 25 años.

Para ellos la inserción en el mercado es cada vez más difícil.

En los últimos años el país ha crecido casi al 4% en promedio, una cifra nada despreciab­le teniendo en cuenta el contexto mundial.

Sin embargo, la economía no genera empleo para estas personas, con el agravante de que los avances tecnológic­os van eliminando poco a poco los puestos más elementale­s.

Son parte de un problema que se fue gestando en las últimas décadas al calor del cambio en el modelo de desarrollo nacional, con empresas que requieren cada vez más mano de obra calificada.

“Muchas de las actividade­s productiva­s más importante­s del país no son intensivas en mano de obra, y las actividade­s que contratan trabajador­es no calificado­s, como la agricultur­a y los operarios industrial­es entre otras, han perdido el dinamismo y generan pocos nuevos puestos de empleo”, dijo Natalia Morales, investigad­ora del Estado de la Nación.

El problema reside en un desequilib­rio entre la oferta y la demanda, en el que el mercado requiere trabajador­es calificado­s, mientras que el grueso de los que buscan trabajo y no encuentran se concentra en persona de escasa educación.

Un dato que confirma esto es el desempleo por nivel educativo donde las personas que no terminaron la secundaria tienen una tasa del 12,8%, mientras que entre los universita­rios con título es del 5,4%. Estos datos no son menores.

Para encontrar soluciones a un problema de larga data es preciso indagar en el perfil de estas 141 mil personas que no terminaron la secundaria. Entre ellos se pueden vislumbrar dos grupos de acuerdo con la edad, por un lado los jóvenes entre 15 y 24 años y los mayores de 25.

En el primero se aglutinan 57 mil jóvenes, de los cuales 52 mil no terminaron la secundaria y 5 mil ni siquiera la primaria (hay que aclarar que entre estos datos se incluyen personas en edad de finalizar sus estudios).

Es esencial lograr que este grupo finalice sus estudios y que se capacite, ya que todavía está en edad de insertarse en el mercado laboral.

El segundo grupo está conformado por 84 mil adultos de más 25 años de los cuales 53 mil tienen más de 35 años, una edad que dificulta la posibilida­d de encontrar un empleo.

Este último conjunto es el más afectado, ya que la capacitaci­ón lleva un tiempo del que muchas veces los adultos carecen, y es donde las oportunida­des presentan mayor escasez.

De no mediar un cambio, están condenadas a mantener su estatus de sin-trabajo, con el agravante de que los que no terminen sus estudios tienen altas posibilida­des de sumarse a las filas de este grupo.

A pesar de esto, la educación se asoma como la única solución al problema. La economía costarrice­nse ha ido mutando en las últimas tres décadas desde la agricultur­a y la industria hacia un perfil de servicios, donde la instrucció­n es esencial.

El Estado lleva adelante políticas de capacitaci­ón y de fomento para que las personas, sobre todo las más jóvenes, puedan capacitars­e y finalizar sus estudios.

“En la presente administra­ción se han fortalecid­o programas como ‘Empleate’ que pretende mejorar la empleabili­dad de las personas jóvenes entre los 17 y los 24 años de edad, incorporan­do también a personas con discapacid­ad hasta los 35 años”, afirmó Alfredo Hasbum, ministro de Trabajo.

Sin embargo, superado el rango de edad considerad­o joven (15 a 24 años) las posibilida­des laborales parecieran estar en el límite, relegando a buena parte de los desocupado­s al ostracismo en el mercado laboral.

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