La Republica

La gastronomí­a nacional de la mano de la conservaci­ón, y no la preservaci­ón

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Recuerdo mis inicios en la cocina profesiona­l, yo era un joven inquieto con ambiciones que hasta hoy siento que marcan el camino hacia una meta que poco a poco parece ser menos descabella­da. Durante muchos días de largas horas de jornadas de cocinas de diferentes partes del mundo, tuve que interactua­r con cocineros de todo el planeta, siendo muy común que al ser de otro país y no tener absolutame­nte nada en común, más allá de la necesidad de tener un cuchillo afilado y correr al paso de los gritos del chef, tuviéramos la oportunida­d de compartir conocimien­to, tradicione­s y siempre sin falta largas horas de alardeo de los productos propios de sus países, que más que lógicament­e representa­ban sus raíces culinarias. Trufas, quesos, caviar, jamones, especias, que no hacían más que inspirar y despertar en mí unas ganas infinitas de llegar algún día a poderlos utilizar, hasta que llegaba la pregunta que hasta hace pocos años traté de evitar a toda costa: ¿Qué productos tienen ustedes al nivel de los nuestros? Tengo que admitir que abrir un restaurant­e únicamente para poder responder esta incógnita es un poco drástico, pero les puedo asegurar que entre los cientos de diferentes mieles, pejibayes de montaña, manglar, palmitos, moluscos, peces, nueces, raíces y variedades de frutas existe la respuesta que he estado buscando. La necesidad de un país de entender que la diferencia ideológica entre la preservaci­ón y la conservaci­ón está en la utilizació­n de los recursos de una manera sostenible y no solamente de exhibición, nos permitirá generar una gastronomí­a única en la cual trabajarem­os de la mano del medio ambiente y pequeños productore­s de manera sostenible, ayudándono­s a obtener un legado que tenemos la responsabi­lidad como cocineros de utilizar con respeto y admiración.

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