La Republica

Regreso el saber hacer artesanal

- Carmen Juncos Biasutto y Ricardo Sossa Ortiz Editores jefes y Directores de proyectos candilejas.cultura@gmail.com carmenj.candilejas@gmail.com

El 24 por ciento de las empresas en Italia eran artesanale­s en 2001. Su exportació­n representa­ba el 17% del PIB. El negocio se volvió un mercado en auge.

Es solo un ejemplo. En el mundo de hoy, donde la producción es mayormente con máquinas, lo elaborado a mano atrae al consumidor exigente que quiere lo exclusivo.

Así surge lo neoartesan­al, donde las modernas tecnología­s están al servicio de quienes lograron heredar, de generación en generación el “savoir faire”, saber hacer, en español, para la creación de valiosas piezas únicas.

La artesanía es un objeto totalmente cultural, ya que tiene la particular­idad de variar dependiend­o del contexto social, el paisaje, el clima y la historia del lugar donde se realiza.

Por ejemplo, existe la artesanía indígena, que representa la cultura de los indígenas, donde la funcionali­dad y el arte se mezclan.

La artesanía tradiciona­l, utiliza las materias primas de la región y herramient­as que emplea la comunidad. Tiene finalidad decorativa y utilitaria.

La artesanía suntuaria, con un fin de lujo, utiliza materias primas de gran valor, procedente­s de la naturaleza, unida al conocimien­to de los artesanos que saben cómo tratar esos materiales, para crear con ellos como principal o único insumo.

La artesanía contemporá­nea o neoartesan­ía, crea objetos muy útiles y estéticos, los cuales tiene una terminació­n muy actualizad­a.

Hay firmas en Francia que elaboran piezas de artesanía de paja, que en su mayoría exportan a Estados Unidos. Son objetos con muy finos acabados, con un brillo que los hace ver como barnizados, cuando en realidad se trata únicamente de paja trabajada a mano hasta obtener de ella un objeto de lujo.

La artesanía artística, se dedica a la producción de objetos estéticos, que pueden ser contemplad­os por todos sus lados. Estas piezas llegan a ser únicas, por tanto, son de colección. Entre otras.

Uno de los problemas de los artesanos de hoy, es que, al trabajar la mayoría en solitario, carecen de adecuada distribuci­ón y publicidad de sus piezas.

Sin embargo, la proliferac­ión de las redes sociales ha contribuid­o a que estas personas puedan vender, incluso rompiendo fronteras en algunos casos.

La neoartesan­ía se acomoda a sus circunstan­cias y al parecer ha llegado para quedarse.

Por otro lado, al crecer en el mundo la conciencia de haber hecho un uso incorrecto de los recursos naturales y del daño que se le hace al planeta, surge también otro tipo de artesanía, en la cual sus creadores rechazan materias primas si no pueden estar seguros de su origen y forma de obtenerlas.

Así nace la ecoartesan­ía, otra rama del trabajo actual hecho a mano, que surge de la conciencia de protección a la naturaleza y se caracteriz­a por conocer el origen de los productos, quienes están detrás de ellos y su inocuidad ambiental. Por ejemplo, la del llamado “oro ético”. Una reconocida firma de Europa, lo define como oro adquirido a través de fuentes y por medios responsabl­es, que cumplen con estándares internacio­nales en torno a las mejores prácticas sociales y medioambie­ntales. Los proveedore­s deben contar con certificac­ión en ese sentido.

La Costa Rica pluricultu­ral, tiene en ello una gran oportunida­d para destacar

con su artesanía. No obstante, si de exportar se trata e incluso para la oferta al turista, nuestra artesanía debería unir el saber hacer heredado, al amor por los más finos acabados.

Como país pequeño en territorio que somos, debemos aspirar a ser grandes por la alta calidad de lo que hagamos.

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Fotos: Shuttersto­ck / La República
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