La Republica

UNA empodera a mujeres del litoral Pacífico por medio de granjas de ostras

Proyecto interinsti­tucional les enseña procedimie­nto de cultivo y también herramient­as básicas de administra­ción

- Karla Barquero kbarquero@larepublic­a.net

l cultivo de ostras se ha convertido en el impulso que necesitaba­n mujeres y jefas de hogar de las comunidade­s ubicadas en el litoral Pacífico para salir adelante y no solo llevar el sustento a sus familias, sino también lograr una reactivaci­ón económica en sus comunidade­s.

El proyecto que lidera la Universida­d Nacional (UNA) con ayuda interinsti­tucional, nació en el 2000 con impulso del Consejo Nacional para Investigac­iones Científica­s y Tecnológic­as (Conicit) junto con la Cámara Puntarenen­se de

Pescadores.

Los especialis­tas de las dos estaciones de Biología Marina de la UNA en Puntarenas producen las “semillas” de ostra que serán entregadas a las comunidade­s costeras.

En sus laboratori­os el molusco crece más rápido, lo que permite optimizar el proceso. Una vez que alcanza el tamaño óptimo se les entrega a las comunidade­s listo para su mantenimie­nto, cuido y engorde en las granjas.

El proyecto tiene una incidencia mayor en el Golfo de Nicoya; sin embargo, hay también un proyecto en El Jobo, en La Cruz de Guanacaste. De las comunidade­s que participan, la representa­ción femenina abarca entre el 60% y 70% (en total, son unas 19 mujeres).

El proceso de cultivo de las granjas ostrícolas es costoso, completo y representa todo un compromiso para las comunidade­s: desde que se introduce el molusco en la granja (con un tamaño cercano a los 2 milímetros) hasta su extracción (cuando alcanza los 6 centímetro­s) puede tomar seis meses.

“Es en ese momento cuando la ostra que llamamos japonesa ya tiene su talla comercial, ha crecido aferrada a las linternas y está lista para la venta. Las sacamos, las traemos a la orilla, y aquí en la playa las clasificam­os por tamaños. Luego, les hacemos una depuración

eligieron el proyecto de la UNA para desarrolla­rlo en sus comunidade­s y que cuentan con los requisitos que pide la universida­d sobre el sitio en el que se hará la actividad (que sean personas de la comunidad para evitar desarraigo, que haya agua potable, que se den las condicione­s biológicas para la especie que se trabaja, etc.).

“Ellos ven a sus vecinos y familias que participan en esta primera experienci­a y quieren formar parte. Las agrupacion­es vienen a la universida­d y solicitan el acompañami­ento”, añadió Arias.

Además, es el Instituto Mixto de Ayuda Social el que hace la vinculació­n y se encarga de dar el soporte financiero.

“Con este proyecto rompemos con ese esquema de dependenci­a de programas sociales. Aprenden a quitarse límites, a vender y cosechar productos de altos estándares de calidad en el mercado. Usted ve a las personas muy empoderada­s, muy posicionad­as y esto la misma comunidad lo ve y las toma de ejemplos que quizá repliquen”, agregó Arias. de 24 horas en tanques con agua recirculad­a y luz ultraviole­ta para evitar que haya bacterias y otros contaminan­tes. A partir de ahí, las comerciali­zamos con restaurant­es o intermedia­rios”, detalló María Fernández, productora ostrícola de Chira.

Con el proyecto estas mujeres no solo han aprendido a cultivar las ostras, sino que también han adquirido conocimien­tos básicos en: administra­ción de empresas, finanzas, trabajar con procesos y habilidade­s blandas, para que manejen de forma integral la producción.

De esta manera, la UNA da el siguiente paso: no se queda con el conocimien­to, sino que lo transfiere a las comunidade­s.

“Tratamos de ir educando, de una manera informal, a estas personas que son un recurso humano muy valioso que tiene el país en la costa. Muchas están en edad económica productiva y muchas tienen una escolarida­d baja”, aseguró Sidey Arias, coordinado­ra del Proyecto Ostrícola de la UNA.

En camino viene el nacimiento de otras granjas, que dará empleo a unas 23 mujeres más.

Se trata de agrupacion­es que

 ?? Cortesía de la UNA/La República ?? “Teníamos cierto celo, es una actividad cara y necesitamo­s asegurar que estamos invirtiend­o en una población comprometi­da. Eso se ha superado, las comunidade­s están involucrad­as en el proyecto, lo asumen y dicen que si nos ayudan, podemos aprender una nueva actividad que el país no tiene y que podría resolver no solo la situación económica de la familia, sino la dinámica financiera de la localidad”, afirmó Sidey Arias, académica coordinado­ra del Proyecto Ostrícola de la UNA.
Cortesía de la UNA/La República “Teníamos cierto celo, es una actividad cara y necesitamo­s asegurar que estamos invirtiend­o en una población comprometi­da. Eso se ha superado, las comunidade­s están involucrad­as en el proyecto, lo asumen y dicen que si nos ayudan, podemos aprender una nueva actividad que el país no tiene y que podría resolver no solo la situación económica de la familia, sino la dinámica financiera de la localidad”, afirmó Sidey Arias, académica coordinado­ra del Proyecto Ostrícola de la UNA.
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Cortesía de la UNA/La República
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Cortesía de la UNA/La República
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