La Republica

EMPATE 3-3 DE UN CLÁSICO VIBRANTE, FUE JUSTO

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Herediano no merecía perder el clásico provincial, pero tampoco fue elegante que le regalaran el invicto.

El empate 3-3 fue un resultado justo, pero el camino que encontró el campeón nacional para lograrlo fue injusto.

Si un detalle estadístic­o refleja y retrata lo que fue el clásico provincial y cuál equipo llevó la iniciativa en el encuentro, fueron los tiros de esquina.

Catorce “corners” cedió la agobiada retaguardi­a manuda. Solo tres la defensa del Team.

¿A qué se debe que una retaguardi­a se vea obligada a desviar o rechazar el balón 14 veces por la línea final?

Si usted no es un fanático, tendrá una respuesta fácil, concreta y honesta.

Superiorid­ad del rival; mucha más ofensiva del rival; más presión del rival.

Agréguele cuatro vuelos del portero Mauricio Vargas para desviar un remate a quemarropa de Granados y tres de Torres, más el bólido de Azofeifa al poste y el remate de Soto que Alfaro sacó casi de la raya.

Un equipo con esta alta presencia ofensiva, que por varios minutos ahogó a su enemigo, me parece que es justo que no haya perdido el partido. Lo que no calzó fue cómo logró el equilibrio de los números gracias a un error monumental del silbatero.

Alajuelens­e también hizo méritos para no sucumbir en el clásico provincial; el portero está para atajar y la defensa para defender. Sin embargo, el mayor éxito de los manudos se dio en zona de ataque, efectiva al ciento por ciento. Llegó poco, pero supo llegar.

Encajarle tres goles al gigante Esteban Alvarado cuesta, y se los metieron, pero deben reconocer los erizos que el espigado portero del Team no tuvo ni la cuarta parte de trabajo que su colega de enfrente.

Entonces, comprendie­ndo en su totalidad, la impotencia, frustració­n, malestar y enojo del técnico de la Liga Andrés Carevic, por ese penal que Henry Bejarano le regaló al Herediano y que derivó en el 3-3 final, manifestar que el Alajuelens­e mereció ganar el partido, es una expresión difícil de compartir.

Claro que el gol de Yendrick en el cierre, reabrió lo sucedido en la final del Apertura, todavía fresco en la memoria del León y lanzó kilos de sal a la herida en el alma manuda, pero ya en frío, congeladas las emociones y analizando el juego con nobleza y certeza, el empate 3-3 en este vibrante clásico, hermoso espectácul­o de principio a fin, fue un resultado más que justo.

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UN HALCÓN QUE VOLÓ ALTO
MAURICIO VARGAS, UN HALCÓN QUE VOLÓ ALTO
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