La Republica

AQUELLOS QUERUBINES DEL URUGUAY DE CORONADO

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A falta de competenci­a se pusieron de moda las anécdotas entre futbolista­s.

Wilmer López recordó que para su primer clásico, ingresó al terreno de juego con mariposas en el estómago. La fila india de jugadores manudos entró al campo y Joaquín Bernardo Guillén, el volante de marca del equipo, ese tipo de futbolista­s al que se les encarga el llamado “juego sucio”, caminaba detrás del “Pato”, le puso una mano sobre su hombro y le dijo: “tú tranquilo, dedícate a jugar, haz lo tuyo, que si alguien te “toca”, yo me encargo atrás”.

Joaquín Bernardo definía la acción; si le daban al “Pato”, el pasaba la navaja atrás en la zona de contención. Su víctima, sería el rival que “le arreó” a Wilmer. Ojo por ojo, diente por diente. Repasando esta anécdota de López, los viejos del barrio sonreímos al recordar al Uruguay de Coronado, campeón nacional 1963, en cuya zona de retaguardi­a habitaban unos “angelitos” de terror, muchísimo más intimidado­res que Joaquín Guillén.

Eso de que “si te tocan, yo me encargo”, era pan de miel en aquel equipo que llevó al título don Santiago Bonilla.

Uruguay alineaba con Roberto Montero en la puerta. “Catatillo” Sánchez, “Riguín” Sandoval y Enrique Briceño en defensa; Luis Chacón y Guillermo “Caballo” Otárola en el medio; Memo Valenciano, “Camarón” Padilla, Guillermo Elizondo, Tarcisio Rodríguez y “Piche” García delanteros. “Pecas” López y Ananías Ruiz eran también jugadores estelares.

Ahí atrás la cosa era en serio, porque “Riguín” Sandoval, capitán del equipo y último hombre en defensa, antes de empezar un partido le decía por ejemplo al “Caballo” Otárola.

“Vos te encargas de Alvarito Murillo; o pasa la bola, o pasa el jugador; los dos no. Duro con él y si queda algo, me lo dejás a mí”.

El consejo de “Riguín” a Memo Otárola, era mucho más severo que el de Guillén a Wilmer López.

“Si te tocan, yo me encargo”, dijeron los manudos.

“Si queda algo” (de Alvarito Murillo, Danilo Montero o Pelirrojo Córdoba, jugadores técnicos y habilidoso­s de la época), me lo dejás a mí”, se ponían de acuerdo los lecheros.

Conociendo estas anécdotas, solo imagínense como le entraba el “Caballo” Otárola a sus rivales. ¡De terror!

Y, si alguno pasaba con balón, llegaba de inmediato la segueta de “Riguín”, y además, de feria y por si acaso, también entraba en acción “Catatillo” Sánchez, listo y pleno para atornillar al intruso.

Inolvidabl­e este Uruguay de Coronado.

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WILMER LÓPEZ, TUVO A GUILLÉN DE GUARDAESPA­LDAS

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