La Republica

Una piedra encantada

- Carmen Juncos Biasutto y Ricardo Sossa Ortiz Editores jefes y Directores de proyectos candilejas.cultura@gmail.com carmenj.candilejas@gmail.com

El tesoro oculto de un general hondureño y un príncipe indígena con la mujer más bella nunca vista; entrelazan una historia en el mágico de Tiquicia.

Se trata de “la piedra del encanto” en el centro del cerro de la Carpintera, donde en 1842, el General Francisco Morazán, caudillo de la “Unión Centroamer­icana”, huyó desde San José para esconderse de los rebeldes contra él.

“La misión militar” contó con el beneplácit­o de Anacleta Arnesto, primera Tica quien participó en política. Ella ocultó a Morazán, aunque éste fue encontrado por sus enemigos y finalmente fusilado a su regreso a San José.

Cuenta la leyenda que el General llevaba consigo un dinero para invertir en la Unión por la que luchaba en nuestras tierras, la cual, ante su arresto, dejó en custodia con la señora Arnesto. Ella lo envió a esconder en una gran piedra en el centro de la Carpintera y desde entonces, la curiosidad y la codicia se apoderaron de quienes llegaron a buscar el oculto tesoro.

Pobladores de antaño dicen que la piedra se abre el 25 de diciembre, y en ella se ven bolas de fuego, en conmemorac­ión de aquel evento.

A ello se une una leyenda romática que envuelve el encanto de la piedra: se dice que Tres Ríos fue tierra de indios. Allí se asentó el español Pánfilo Aguilar, en las cercanías del Tiribí, con su esposa y tres hijos, dos hombres y una mujer.

La joven, hermosa como una esmeralda tallada, cabellos rubios y largos, fue bautizada con el nombre de Catalina. Muchos la quisieron enamorar, pero solo el hijo de Ulatava, el cacique, su corazón logró conquistar.

Este mancebo indio, llamado Mequeche, era valiente, conocedor de los secretos de su tribu. Una noche el viento le habló a su oído diciéndole “roba a Catalina tu amada”.

En efecto, la noche que la voz de los espíritus perturbó los pensamient­os de Mequeche, ocurrió una reunión de familia, en el seno de los Aguilar, pues el padre no permitiría la alianza de su hija con un indio, aunque éste fuera el hijo de un cacique.

No obstante la resistenci­a paterna, Catalina huyó con su amado Mequeche a la cueva de la Carpintera. Paradójica­mente, la búsqueda de los novios unió a españoles con indios haciéndolo­s amigos.

La pareja nunca apareció ni dentro ni fuera de la cueva, ni alrededor de la “piedra encantada”. Se los tragó la luz de la luna, aquella noche que el valiente indio corrió con su amor entre sus brazos.

Desde entonces, en las noches de Luna llena, los enamorados que visitan la “piedra del encanto” dicen ser testigos de una pareja que se aparece sobre la piedra: una mujer de pelo largo y rubio que acaricia el moreno torno de un hombre que la sostiene en sus brazos.

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Colibrí alas de sable
Rualdo
En la Zona Protectora Cerros de La Carpintera, en el Valle Central, se ha documentad­o la presencia de 187 especies diferentes de aves.
Tucancillo verde Colibrí alas de sable Rualdo En la Zona Protectora Cerros de La Carpintera, en el Valle Central, se ha documentad­o la presencia de 187 especies diferentes de aves.
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