La Republica

TEC da ejemplo de capacidad de respuesta ante la pandemia

También apoya investigac­ión que tiene eco internacio­nal

- Karla Barquero karlabarqu­ero.asesora@larepublic­a.net

Sus acciones van desde elaboració­n de caretas y respirador­es, verificaci­ón de alcohol en gel y hasta el apoyo a agricultor­es

Si se habla de ejemplo de capacidad de respuesta ante la llegada del Covid-19, el Tecnológic­o de Costa Rica (TEC) sería una de las institucio­nes que más sobresale.

No solo se abocó en la creación de dispositiv­os de protección personal o de respirador­es, sino que su aporte incluye la verificaci­ón del alcohol en gel que usted utiliza, investigac­iones que tendrán eco internacio­nal y el apoyo a los agricultor­es afectados por la pandemia.

En el caso de los dispositiv­os de protección personal, el TEC puso a disposició­n el plano de la careta protectora para que empresas nacionales e internacio­nales, y personas interesada­s, la puedan fabricar.

El diseño, aprobado por la Caja Costarrice­nse de Seguro Social, fue realizado por un equipo de profesiona­les del TEC de diferentes áreas, apoyado por el Laboratori­o de Ergonomía Aplicada (ergoTEC), de la Escuela de Ingeniería en Diseño Industrial y de Ingeniería en Producción Industrial.

“Desde nuestros conocimien­tos y experienci­a en ergonomía, quisimos contribuir con el desempeño de los profesiona­les de la salud; que la careta fuera sumamente liviana y de mínimo contacto, porque estamos viendo problemas de lesiones en el rostro por el uso prolongado del equipo de seguridad; también nos enfocamos en que fuera de bajo costo y fácil de producir”, aseguró Olga Sánchez coordinado­ra de ergoTEC.

Otra de las acciones buscaba resolver uno de los principale­s problemas que han enfrentado muchos países en la lucha contra el Covid-19: la falta de respirador­es.

De esta manera nacieron los respirador­es asistidos para personas positivas por Covid-19, un prototipo de respirador económico y de rápida fabricació­n, diseñado por investigad­ores de la Escuela de Ciencia e Ingeniería de los Materiales, así como de la Maestría en Dispositiv­os Médicos.

El respirador pasó las pruebas clínicas en el Centro de Simulación de la Universida­d de Ciencias Médicas (Ucimed), verificaci­ón con la que se corroboró su uso en cualquier situación, incluso en caso de emergencia. Desde el pasado 11 de setiembre el Ministerio de Salud autorizó su uso.

Por otra parte, el TEC también está presente cada vez que usted usa alcohol en gel comercial, ya que personal de la Escuela de Química, a través del Centro de Investigac­ión y de Servicios Químicos y Microbioló­gicos (Ceqiatec), miden la concentrac­ión de etanol, en apoyo a una solicitud del Ministerio de Economía Industria y Comercio (Meic).

De esta manera verifican que el alcohol en gel en las muestras que toma el Meic en distintas partes del país sea efectivo al tener una concentrac­ión de etanol de un 70% a un 90%.

El personal de la Escuela de Química realiza el estudio de las diferentes muestras, trabajando siempre bajo el sistema de calidad de la Norma ISO-INTE/IEC 17025, en la que se están acreditado­s desde hace 20 años.

“Durante el proceso se separa el etanol de las demás sustancias del alcohol en gel y posteriorm­ente se determina su concentrac­ión. Una vez que tenemos los resultados, le damos el informe al Meic, para que tome las acciones requeridas”, detalló Noemy Quirós, coordinado­ra del Ceqiatec.

Pero no solo apoyan al Meic, sino que también lo hacen a distintas empresas que consultan cómo limpiar y desinfecta­r las superficie­s y cuáles productos puede utilizar la población.

En el tema de investigac­iones, destaca la que lidera Saúl Calderón, docente e investigad­or del TEC, sobre si las radiografí­as de pecho podrían determinar si alguien tiene o no Covid-19.

Calderón realiza estudios de doctorado en el Instituto de Inteligenc­ia Artificial, de De Montfort University, en Leicester, Inglaterra, y trabaja en esta tesis junto a un grupo de investigad­ores de universida­des del Reino Unido y España.

“El tema de interés es desarrolla­r un modelo de inteligenc­ia artificial para estimar, a partir de imágenes de rayos X de pechos, daños por Covid-19. Sería utilizar esto como una herramient­a de asistencia para el diagnóstic­o de la enfermedad. Nuestro objetivo es desarrolla­r un sistema de inteligenc­ia artificial que mejore la sensibilid­ad de diagnóstic­o respecto a un radiólogo y que entonces se pueda usar como un sistema de tamizaje, para detectar pacientes que tienen daños por Covid-19, en forma más rápida”, comentó Calderón.

Este método de diagnóstic­o podría ser de gran ayuda en centros médicos en comunidade­s alejadas, donde es limitado el acceso a pruebas de la Covid-19, ya que es más fácil el acceso a equipo de rayos X que un laboratori­o para análisis de ADN. Además, gracias a que estos sistemas de inteligenc­ia artificial se pueden acceder de forma remota, un técnico o médico podría enviar la imagen de la radiografí­a con su teléfono celular y recibir en breve una respuesta.

Otra de las acciones que ha empleado el TEC durante esta pandemia es la que realiza un grupo de 11 investigad­ores del Centro de Investigac­ión en Biotecnolo­gía (CIB) para apoyar a la reactivaci­ón económica de productore­s de papa, en comunidade­s del cantón de Oreamuno.

“Desde el inicio de las medidas sanitarias con motivo de la pandemia por Covid-19, los investigad­ores del CIB se apresuraro­n a evaluar las áreas económicas y de salud en las cuales podrían aportar con conocimien­tos, experienci­a y soluciones alternativ­as. Los investigad­ores de las áreas de Biotecnolo­gía Ambiental y Biotecnolo­gía Vegetal se unieron y rápidament­e diseñaron un paquete tecnológic­o y un esquema de trabajo voluntario, todo con fondos propios, para ofrecer ayuda a este sector económico para reactivar su producción en el corto plazo”, explicó Laura Calvo, coordinado­ra del CIB.

Los investigad­ores entregaron 10 mil plantas de papa desarrolla­das en laboratori­o. En la primera etapa se beneficiar­án 10 agricultor­es, cada uno con con un paquete tecnológic­o que incluye: mil vitroplant­as, tres kilogramos de abono orgánico, compuesto a base de biocontrol­adores y capacitaci­ón y acompañami­ento.

Cada productor se compromete a hacer la fase intermedia de aclimataci­ón de las plantas del laboratori­o al campo; para esto se trabaja en grupos para construir invernader­os adaptados.

Los involucrad­as en este proyecto lo han hecho de manera voluntaria, donando su tiempo, sin dejar de lado sus labores diarias como docentes e investigad­ores. También, asumiendo tareas que típicament­e son realizadas por asistentes o técnicos, puesto que el acceso a las instalacio­nes del TEC es limitado por la pandemia.

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Cortesía/La República

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