Tanto dolor
Hemos visto como la violencia doméstica ensombrece el panorama familiar de nuestra sociedad. Niños maltratados, mujeres mal heridas, y la muerte rondando por en tantos hogares. Cuando analizamos las dinámicas que anteceden estos escenarios, con frecuencia se olvida aquella máxima que reza “haz lo difícil cuando todavía es fácil”. Los estudios señalan que la violencia que acontece en la vida marital surge precisamente en el noviazgo y con frecuencia en etapas tempranas de la relación.
Lavoluntad de unoseimpone a la voluntad del otro. En el nombre del amor se exigen constantes renuncias. Y aunque puede suceder en ambas partes, ya sabemos que con frecuencia es el hombre el que lleva laagresión a lamáxima expresión. Las personas agresoras tienden a ser controladoras; exigen saber a cada momento dónde está su pareja; dudan sin motivosdela fidelidad; leimponen las prendas de vestir y los gustos personales; la aislan y la distancian de amigos y familiares; exige el acceso al correo, al celular y las redes sociales de la pareja sin compartir los propios. Cada desacato va acompañado de un pleito.
Al inicio la violencia psicológica, que con el tiempo se convierteenviolencia física, sellena de disculpas o justificaciones.
Se creía que estos vínculos solo se establecían entre personas jóvenes, inmaduras y con problemas de pobreza. No obstante vemos que también sucede con personas maduras, profesionales y que gozan de estabilidad económica.
Debemos buscar ayuda justo cuando florecen los primeros brotes de agresión, sean ofensas, gritos o forcejeos, que por razones culturales muchos los ven normales en una relación, cuando en realidad son la antesala de una escalada de escenarios macabros. Es en el noviazgo es donde podemos librarnos de tanto dolor.