Lázaro, levántate
Si existe una comunidad en Costa Rica que puede entender lo que están viviendo los peruanos de Barbablanca, y de otros ochocientos pueblos, es Upala.
Los pobladores de nuestra zona norte apenas se reponen del paso del huracán Otto, y la enorme cabeza de agua que atravesó el cantón a finales de noviembre pasado.
En Perú, el drama apenas empieza.
Ricardo Lázaro mira su pequeño hotel semienterrado por la masa de barro que cayó la semana pasada en su pueblo y admite que está en la más absoluta miseria.
El obrero pensionado de 73 años, que usó sus ahorros de medio siglo para construir un alojamiento turístico valorizado en $616.000, nunca esperó que su fortuna se reduciría en su vejez a un billete de 10 soles (tres dólares) y se quedaría sin zapatos.
La avalancha –tras las inusuales lluvias que se intensificaron desde inicios de año en todo Perú– no mató a ninguno de los 160 habitantes del pueblo dedicado al cultivo de aguacates, pero destruyó sus casas, sus parcelas, la escuela, el puesto de salud, el local municipal y una planta hidroeléctrica.
Niño devastador. Barbablanca, al pie de los Andes y a 52 kilómetros al este de Lima, es uno de los más de 800 pueblos declarados en emergencia por los efectos causados por el fenómeno climático El Niño Costero que al momento ha destrozado la economía de al menos 600.000 peruanos.
La agencia meteorológica estatal anuncia que las lluvias causa-
das por el calentamiento del agua del Pacífico peruano en más de seis grados de lo normal, seguirán hasta abril.
El Gobierno cree que la calamidad es “el momento más difícil en lo que va del siglo” y aún no sabe cuánto costará la reconstrucción porque los daños continúan. Hace casi dos décadas la destrucción por lluvias dejó pérdidas por $1.200 millones.
Montañade vida. Lázaro y sus vecinos no murieron porque cuando empezó la lluvia subieron a la cumbre de una montaña y desde allí contemplaron con horror y lágrimas en los ojos cómo una masa gigante de barro entraba por las ventanas y puertas de sus casas y cubría sus campos de cultivo.
Ahora los habitantes de Barbablanca viven en un refugio y duermen en el suelo.
Suggeidy Rivera, de 25 años y madre de tres niños, dice que la ropa que visten se la regalaron personas caritativas porque las que te- nían encima quedaron inservibles por la lluvia. Luz García, otra vecina de 62 años, también lo perdió todo. Tenía guardados fajos de billetes equivalentes a $2.500 en su dormitorio para pagar las cuentas por el cultivo de aguacates y anonas, pero ahora su casa y sus terrenos agrícolas están inservibles. Las avalanchas y desbordes de los ríos han matado a 85 personas, destrozado por lo menos 489 puentes, arrasado 10.000 hectáreas de cultivos y dejado casi inservibles unas 145.000 casas y al 5% de las vías nacionales. Solo en reconstruir puentes y carreteras, Perú gastaría por lo menos $3.755 millones. El presidente Pedro Pablo Kuczynski ya inyectó $769.000 para afrontar la reconstrucción sobre todo en gastos de infraestructura. Los expertos dicen que lo más probable es que aumente el trabajo en construcción, un oficio en los que probablemente se busque mano de obra de los jóvenes.
79 muertos han dejado las lluvias en Perú.