La excusa de los malos tatas
PAREJAS QUE DESEAN SEPARAR A UNO DE LOS PADRES DE SUS HIJOS ENCONTRARON DE DÓNDE AGARRARSE
yor hace casi 14 años, no me casé con su papá y cuando ella tenía tres años y medio, me casé con mi esposo actual con el que tuve a mi segunda hija. Durante doce años tuvimos un régi- men de visitas normal hasta que le puse la pensión y él contraatacó y me denunció por violencia domestica”, explica Aurora con tristeza.
“Estuvimos un año con impedimento para acercarnos a ella por la denuncia de violencia y en el proceso el juez prácticamente no nos dejó defendernos. Debimos elevar el caso al Tribunal Superior de Familia, donde hasta lo sancionaron a él por sus acciones.
“Nos permitieron verla nuevamente con régimen de visitas, pero el papá de Mariana no nos la da ni para celebrar el cumpleaños de Cristina juntas, como familia”, afirma.
Aurora recalca que separaron a dos hermanas que estaban creciendo juntas. Además están privando a Mariana del cariño de sus tíos y abuelos.
“Cuando (Mariana) está con nosotros se comporta como si nunca nos hubiesen separado, pero cuando se va, no responde nuestras llamadas por miedo a la reacción de su papá”, explicó la madre.
Casos como estos ocurren constantemente en los juzgados de familia, pero instituciones como el Inamu y el Colegio de Psicólogos no reconocen la alienación parental como un problema, lo que impide crear leyes que regulen estas prácticas en beneficio de los niños y su derecho a crecer y compartir con ambos padres.
El criterio del colegio profesional se basa en que en el marco de la salud mental, el Síndrome de Alienación Parental (SAP) no ha sido reconocido por las autoridades en materia de psicología, psiquiatría y salud mental como algo a tratar.
En sencillo, la llamada alienación parental es cuando en una pareja uno de los padres pone a los hijos contra el otro y trata de romper el vínculo que los une a fin de “desaparecer” a esa persona, sea el papá o la mamá.