La Teja

PASIÓN LO DEJÓ CIEGO

POR CABEZÓN Y FIEBRE PERDIÓ LA VISTA EN REDONDEL

- MARCELO POLTRONIER­I Y KEYNA CALDERÓN Periodista y Correspons­al

“Si pudiera volver a ver, lo primero que haría sería ir a metérmele a un toro otra vez”, dice de forma tajante Carlos Villaneill­y, uno de los toreros más reconocido­s del país.

Desafortun­adamente este valiente brumoso tuvo que dejar de jugar con toros desde hace 16 años, luego de sufrir dos accidentes que lo dejaron ciego.

Sin embargo, para don Carlos Alberto Calderón Álvarez, como realmente se llama, no hay discapacid­ad que lo saque de los redondeles. Aunque ya no anda sacando de quicio a las bestias, este pulseador de 58 años se las ingenió para seguir formando parte de las grandes fiestas taurinas del país, por lo que si usted piensa ir a Zapote este año, es muy probable que se lo tope por ahí. Para entender lo que le pasó a don Carlos, hay que devolverse hasta el año 2001. Este famoso persona- je de Cartago era tan buen torero que en cuanta corrida de toros hubiese a él lo contrataba­n, dentro y fuera del país. De hecho, el primer accidente que le quitó la mitad de la vista le ocurrió en la ciudad deDavid, en Panamá. Carlos Villaneill­y fue la contrataci­ón de lujo de esa corrida, ya que él era de los pocos que se le metían de frente al toro. “Yo si podía hasta le daba un beso en la frente al toro. Eso me lo enseñó mi papá, él siempre me dijo que jugara con la cabeza del toro, porque el cuerpo no era el que jugaba”, expresó. Ese día, el 17 de marzo del 2001, a Carlos le tocaba abrir el espectácul­o sentándose en un estañón haciendo que leía el periódico y cuando el toro salía a embestir el estañón, él se zafaba de la muerte con un brinco que daba por inaugurado el espectácul­o, el cual, de paso, abría puerta para el resto de toreros improvisad­os. Para mala suerte del torero estelar, el toro no se ciñó con el estañón, sino con él.

Cuando la bestia brincó, golpeó con la testa la cabeza de don Carlos, el cual quedó inconscien­te y tuvo que ser trasladado de inmediato a un hospital donde estuvo ocho días internado.

Ahí a Villaneill­y le informaron que se le había desprendid­o la retina del ojo derecho, por lo que, varios meses después, tuvo que ser operado en Costa Rica para ver si lograba rescatar la visión en ese ojo.

“Me dijeron que tenía que pasar 40 días en cama sin hacer nada, para que me pegara la retina, pero no hice caso y me fui a meter a Zapote. Me arrepiento, pero ya lo hecho, hecho está”, contó.

Como la operación aún estaba fresca, en las carreras que se pegó ese día se le volvió a desprender la retina y, por ende, ya no había nada que hacer.

“El doctor me dijo: ‘lástima la operación’ porque por mi culpa la había echado a perder”, recordó el brumoso.

Villaneill­y no aprendió con la primera torta y se fue a meter a unas corridasen Pocora de Limón, el 17 de noviembre del mismo año, mismo díaen el que terminó de perder la vista por completo. En esa ocasión, un montador se quedó pegadodel toro que trataba de domar, por lo que Carlos salió a tratar de auxiliarlo jalándole la cola al animal, con tan mala suerte que cuando la bestia se volvió lo golpeó con

la cabeza en

Si Dios me diera la oportunida­d de ver una última vez iría a una corrida, pero a Santa Cruz porque ahí se vive de una forma increíble”. CARLOS VILLANEILL­Y.

la frente.

Ese golpe le provocó a don Carlos el desprendim­iento de la retina del ojo izquierdo, el único que le servía.

Por más que trataron de salvarlo, hasta yendo a Colombia a que lo vieran, no hubo forma de que el torero estrella de Cartago recuperara la vista.

“El doctor me dijo que si me operaba me iba a lastimar mucho y que me iba a robar la plata porque de nada me iba a servir porque como ya me habían operado aquí (en Costa Rica) ya no había nada que hacerme y que me iba a quedar ciego de por vida”, lamentó.

Siempre pa’ lante. Don Carlos, aunque le dolió muchísimo acostumbra­rse a la ceguera, salió adelante y mantiene intacta su pasión por los toros.

De lunes a viernes se dedica a hacer perifoneo junto a su esposa y de vez en cuando anima en actividade­s, algo que aprendió a hacer después de los accidentes para poder salir adelante.

Esto porque Villaneill­y, antes del accidente, a lo único que se dedicaba era a ser torero, pro- fesión a la cual le sacaba, en aquel entonces, hasta ¢200 mil por fin de semana, un platal para la época.

Además de perifonear y animar, actualment­e se las ingenia para ser narrador en corridas de toros, aunque usted no lo crea.

Don Carlos agarra el micrófono y antes de narrar pregunta datos del toro que va a saltar a la arena y también del montador.

Cuando la bestia salta al ruedo, él sienta a su mujer a su lado para que ella, con un par de palmadas en el hombro, le avise cuando el toro bota al montador y así él poder finalizar la narración.

Aunque cuenta que en muchas ocasiones él no gana nada por ese brete, por lo menos vuelve a sentirse cerca de ese ruedo al que nunca le perdió la pista aunque no pueda ver.

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JOHN DURÁN El carro se convirtió en su capote y sale adelante haciendo perifoneo.
 ?? JOHN DURÁN ?? Carlos Villaneill­y era la sensación en la arena.
JOHN DURÁN Carlos Villaneill­y era la sensación en la arena.
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JOHN DURÁN Villaneill­y es uno de los personajes más queridos en Cartago.
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ARCHIVO Los accidentes de don Carlos no pasaron inadvertid­os en la prensa.

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