La Teja

Temor desde el 2003

- KAREN FERNÁNDEZ karen.fernandez@lateja.cr

Durante años el sorteo del gordo navideño era una fiesta en la que participab­a todo el pueblo de Costa Rica y no solo porque todos tenían la fe de pegarle, sino porque nos llenaba de alegría conocer quién había sido el afortunado.

Los medios de comunicaci­ón salían en carrera apenas se anunciaba el premio mayor en busca de los ganadores y estos no tenían problema para salir en tele o en los periódicos mostrando los pedacitoso los enteros con los que se convirtier­on millonario­s de la noche al día.

Sin embargo, conforme fue aumentando la insegurida­d en el país, eran cada vez menos los que se animaban a posar orgullosos con su premio por temor a ser asaltados, hasta que en el 2003 se terminó la fiesta y ya nadie siguió revelando su suerte.

La Teja conversó con algunos especialis­tas en seguridad y ellos nos dieron sus razones sobre lo que pasó.

“Los delincuent­es marcan a sus víctimas por cualquier cosa, imagínese por un premio como ese, de tantos millones, prácticame­nte es firmarla sentencia de muerte. Antes iban a la casa, decían el nombre completo de la persona, de su pareja, los hijos y hasta donde trabajaban, ya eso no se puede hacer. La insegurida­d va en aumento y este país se nos está yendo de las manos, vea que esta semana encontraro­n a cuatro sujetos que llevaban dos cuerpos humanos dentro de una buseta”, explicó Rafael Ángel Guillén, exdirector del OIJ.

Calladito másbonito. Guillén recomienda a quienes se ganen un premio no hacerse publicidad para no correr el riesgo de ser asaltado, secuestrad­o o hasta asesinado él o un miembro de su familia.

“Ahora matan hasta por un celular por lo que si alguien informa que ha pegado una suma importante de dinero, se expone a ser víc- tima de los delincuent­es. La situación del país en materia de seguridad es gravísima”, añadió el exdirector del OIJ.

Por su parte, Álvaro Ramos, experto en seguridad, asegura que las personas muchas veces escon- den en sociedades anónimas sus bienes, no por evadir el pago de impuestos, sino para ocultarle a los delincuent­es lo que poseen.

“La gente hacía gala de lo que ganaba y a la institució­n (la Junta) le servía eso para que la gente viera que los premios se estaban entregando y podía pegarlos gente como uno. Ahora esa práctica sería un error muy grave porque te convierte en blanco de extorsión a los ganadores o sus familias”, comentó Ramos.

El especialis­ta en seguridad agregó que así como están expuestos los vendedores de lotería a los que asaltan con cierta frecuencia, más aún los ganadores, por eso la Junta no debe dar el nombre de los afortunado­s.

“Identifica­rse ante la prensa como ganador de un premio de lotería correspond­e a una decisión personal del ganador y no a una decisión de la Junta de Protección Social. Por ello, si en alguna oportunida­d algún ganador se mostró ante la prensa lo hizo en ejercicio de su derecho deimagen y de su libertad autoinform­ativa, más no por solicitud o gestión de la Junta.

“A la fecha no se ubica normao disposició­n administra­tiva que solicite a los ganadores de premios de lotería a actuar en ese sentido o bien que los obligue a hacerlo. Es claro que la Junta no revela la identidad de los ganadores por un asunto de seguridad y queda a criterio del ganador si sale en prensa o no”, dijo Marcela Sánchez, asesora jurídica de la institució­n.

Para el expresiden­te de la Junta Luis Polinaris, la tradición pudo haber cambiado cuando la Junta abrió la oportunida­d a los ganadores de cambiar sus premios en las sucursales del Banco de Costa Rica, así ya no quedaban tan expuestos a la prensa que llegabaa laJunta a esperar que los ganadores cambiaron su premio.

“Pormásque la persona quisiera mantenerse anónima, la cara de felicidad por haber salido favorecido lo delataba, de ahí que buscamos otras alternativ­as para prevenir asaltos. Antes no existía temor, los problemas de insegurida­d eran muy distintos”, agregó.

Era una fiesta. La periodista Mercedes Agüero recuerda con mucho entusiasmo las coberturas del gordo que realizó durante su paso por Al Día y La Nación en esos años.

“Nos dividíamos en varios equipos, unos se quedaban en la redacción esperando la transmisió­n del material y buscando dónde vivían los ganadores, mientras otros salíamos en busca de estos apenas sa- lía la bolita con el premio mayor”, recordó la comunicado­ra.

“Íbamos tocando de puerta en puerta o usualmente los vecinos le decían a uno que no sabían si era cierto, pero que en tal casa estaban celebrando y que creían que ahí habían pegado el gordo. Era una fiesta en el barrio, tanto en el del que lo pegaba como en el del que lo vendía”, agregó Agüero.

La gente contaba lo que iba a hacer con el premio, cómo compró el número, si era que se lo había soñado o fue gallo tapado.

“Recuerdo una vez que pegó una familia superhumil­de, de zona rural. El papá y los hijos llegaron a cambiar el premio y de una vez se fueron para la agencia de laToyota que estaba en Paseo Colón y compraron un carro, elprimero que tenían en esa casa. Eso demuestra el grado de apertura que había en el momento, porque el periodista hasta lo siguió a la agencia luego de que le contara lo que iba a hacer. Nadie pensaba que lo iban a secuestrar”, explicó Agüero.

Para ella como profesiona­l le emocionaba ver la alegría de las familias y cómo decidían compartir la dicha con los demás.

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ARCHIVO El pegó ¢200 millones a inicios de los años 90.
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ARCHIVO Buena plata se echó este ganador en 1998.
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Esta pareja de nicaragüen­ses pegó unos milloncito­s.
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ARCHIVO Este ganador pegó ¢15 millones con el tercer premio de consolació­n.
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A partir del 2003, empezaron a posar los empleados de la Junta.
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